La literatura que conecta ética con economía tiene una larga historia, desde Aristóteles hasta el mismo Adam Smith. Pero se corta casi completamente a fines del siglo XIX. Sin embargo, la crisis financiera de 2007 y las subsiguientes crisis globales resucitaron esta cuestión. Anthony Annet, asistente del Director del Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoce que el paradigma económico dominante sufre una crisis de legitimidad y que es necesario repensar seriamente los fundamentos éticos de la economía (Finance and Development 55/1).
Invitado por la revista Forum for Social Economy reseñé tres
libros recientes sobre las relaciones entre economía y ética: The Ethical
Formation of Economists, compilado por Wilfred Dolfsma y Ioana Negru; Economics
as a Moral Science, compilado por Peter Rona y Laszlo Zsolnai, y The Tyranny of
Merit. What’s Become of the Common Good?, de Michael Sandel.
Los libros que comenté están en esta línea, pero no son los
únicos que han aparecido sobre este tema en los últimos años. También podemos
mencionar, por ejemplo, Reckoning with Markets: Moral Reflection in Economics,
de James Halteman y Edd Noell; How Much is Enough?, de Robert y Edward
Skidelsky, y What Money Can’t Buy: The Moral Limits of Markets, también de
Sandel. Mark White coeditó Ethics and Economics con Irene van Staveren, y editó
el Oxford Handbook of Ethics and Economics (se puede consultar su blog: https://www.profmdwhite.com/). Jonathan
Wight publicó Ethics in Economics (se puede ver su blog: https://www.economicsandethics.org/).
El libro de Dolfsma y Negru se concentra en la ética del
economista y señala que la formación que se le brinda actualmente no lo prepara
para resolver los dilemas éticos que surgen de su profesión. El enemigo común
de las contribuciones recogidas en el libro es la “ética” utilitarista, tal y
como me escribía hace unos días el economista italiano Stefano Zamagni, con
quien hoy día hablamos mucho de ética.
Pero es clave precisar de qué ética estamos hablando. El
utilitarismo no es una ética y está presente de modo velado en el razonamiento
económico. Para el utilitarismo, el mayor bien moral es la utilidad, que se
mide por su maximización a nivel individual y el PBI a nivel agregado; pero las
preferencias individuales pueden ser buenas o malas, para sí mismo o para
otros.
Por su parte, el libro de Rona y Zsolnai propone aplicar la
ética de las virtudes a la economía. Forma parte de una colección que sostiene
una “virtue-based economic theory”. La propuesta no es nueva. Ha sido planteada
por Deirdre McCloskey, Andrew Yuengert, Luigino Bruni y van Staveren. White y
Jennifer Baker compilaron un libro titulado Economics and the Virtues. La idea
es que la ética de las virtudes plantea un ideal que tiene en cuenta de modo
pleno el bien común de las personas.
Por último, el libro de Sandel, profesor de Harvard, se tradujo
con el título de La tiranía del mérito: ¿Qué ha sido del bien común?
Su tesis principal es que buena parte de los éxitos
alcanzados por los “exitosos” no son por mérito propio, sino cuestión de cuna,
posición o, sencillamente, de suerte, y solo mínimamente del esfuerzo personal.
Y el fracaso de los postergados tampoco es mayormente culpa de ellos, sino de
las circunstancias de su vida. La creencia contraria lleva a una exacerbación
del orgullo de los primeros y de la humillación de los segundos. Unos y otros
teóricos y políticos ofrecen como salida asegurar la igualdad de oportunidades,
pero Sandel muestra con datos que esto no se da. Entonces, los rezagados
terminan votando a líderes populistas, que los hunden aún más en la miseria. La
solución que propone es una redignificación de todo trabajo mediante un
recupero de la idea de bien común.
La igualdad económica, aunque deseable, no es posible. Lo
importante es que todos sientan que su trabajo colabora con el bien común y que
es valioso.
El mensaje es claro: si estamos entre los “ganadores”
debemos reconocer lo poco que nos lo merecemos. Así, seremos más humildes y
estaremos inclinados a apreciar a todos. Si somos “perdedores”, no nos llenemos
de culpas, estemos orgullosos de nuestro trabajo, no envidiemos a nadie, no
seamos resentidos. Eso sí, trabajemos todos con tesón y honestidad, porque cada
uno contribuye al bien de todos.
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