La historia de General Magic se
cuenta en un nuevo documental / Archivo
Una de las expresiones más usadas en el campo de la
creatividad es la del “momento Eureka”, que hace alusión a la
famosa interjección que gritó (cuenta la leyenda) el sabio griego Arquímedes
tras el descubrimiento de su principio que relaciona el volumen de un cuerpo
sumergido con su fuerza de flotación.
El filósofo y experto en astronomía antigua Christian Carman
estudió durante años lo más parecido que existe a un “momento Eureka” original:
descubrió cómo funcionaba el Mecanismo de Anticitera, un sofisticado aparato
hallado en un naufragio, de más de 2000 años, que es atribuido a
Arquímedes. El artefacto era una calculadora mecánica para rever la
posición del sol, la luna, de algunos planetas y hasta de eclipses. Era
tan avanzado para su época que los especialistas sostienen que recién en el
Renacimiento podría haberse dado una genialidad similar.
La historia de la innovación tiene un nombre para estas
“olas surfeadas antes de tiempo”. El acrónimo “oopart” es
una de esas referencias que hacen que uno pierda horas navegando por la
Wikipedia. Remite a aquellos “artefactos fuera de lugar” (“out of place
artifacts”, en inglés).
Entre los “ooparts” más famosos se encuentra el mecanismo de
Anticitera, las “pilas de Bagdad” o la cámara del químico ruso Serguéi
Prokudin-Gorski, quien entre 1905 y 1915 recorrió todo su país tomando imágenes
a color 20 años antes de que la técnica se empezara a implementar.
Silicon Valley tiene a su propio “oopart”. El
adelanto a subirse a la ola no es tan largo en años como en los casos
anteriores (porque los ciclos tecnológicos son cada vez más cortos), pero la
historia es tan poderosa que ya entró al Parnaso de los mitos del valle de la
revolución digital. Se trata de la empresa General Magic, que a
principios de los 90 intentó construir un celular inteligente que se adelantó
entre 12 y 15 años al iPhone.
General Magic está considerada como “la empresa más
importante de Silicon Valley de la que nadie oyó hablar” y en los últimos meses
recobró protagonismo en el mundo emprendedor gracias al excelente documental
que filmaron Sarah Kerruis y Matt Maude, para el cual contaron con un archivo
invalorable de imágenes tomadas por la propia Kerruis en la primera mitad de
los 90.
Hay dos rarezas que convierten al documental en una
pieza única. Una es que en un territorio que glorifica el éxito y el
crecimiento exponencial, General Magic cuenta un fracaso: el producto que
finalmente salió a la venta, sin Internet y otras tecnologías que tardaron años
en llegar, era caro e incómodo, y fue ignorado por el mercado, con lo cual la
firma finalmente entró en bancarrota. Pero, como cuenta Maude a la nacion, “fue
un fracaso muy entre comillas, porque la visión de General Magic se
terminó imponiendo y todo el equipo que trabajó terminó protagonizando
la revolución digital de los años siguientes”.
Esa es la segunda particularidad que hace a esta saga
distinta: a diferencia de los grandes mitos del campo de las startups,
centrados en la figura individual de un visionario (Jobs, Gates, Musk,
Bezos), General Magic fue el producto del trabajo en equipo. Aunque
un 90% de las ideas exitosas surgen de manera colaborativa, los procesos de
cocreación suelen ser más difíciles de contar que los individuales.
En el caso de la creación del Sony MagicLink Personal
Intelligent Communicator (así salió a la venta en 1994, por 800 dólares, con
alianzas con Sony, AT&T y Motorola, entre otras compañías) trabajó un dream
team multiestelar.
Muchos venían de Apple y estaban desilusionados con la
partida de Jobs de la firma. Entre ellos, Bill Atkinson y Andy
Hertzfeld, ideólogos del software de la Macintosh de 1984. Pero además en el
film se ve a la mente detrás de Android (Andy Rubin), al futuro fundador de eBay,
Pierre Omidyar (al que todos por entonces cargaban por su idea de una tienda
hippie online) y al codiseñador del iPod y del iPhone Tony Fadell que, además,
fue fundador de Nest. Megan Smith, otra exsocia, fue luego jefa de tecnología
del gobierno de Barack Obama.
Todos bajo la conducción del carismático Marc Porat que,
según cuenta Maude a la nación, fue el más difícil de convencer para que
participara del documental, por la intensidad del trauma vivido en los 90.
Pero, una vez que dio el sí, se involucró profundamente en el proyecto.
Boom de documentales
El antepasado del iPhone estaba diseñado en 1992. Para tener
una idea de cuán adelantado estaba este producto para su época, van un par de
datos: el primer SMS se envió a Finlandia en 1991; en 1992 Tim
Berners-Lee publicó la primera foto conocida de la web. Netscape, el primer
navegador, es de 1994, el mismo año en el que está documentada la primera
compra online: una pizza con pepperoni y champiñones y queso extra de Pizza
Hut. En el campo de la revolución digital se considera al “año cero” a
2007 (allí nacieron el iPhone, el producto más exitoso de la historia, las
principales redes sociales, Amazon, etcétera), así que lo de General Magic fue
realmente visionario, con muchas tecnologías que tuvieron que pensarse desde
cero.
En una escena de la película (que aún no está en
plataformas) se ve a los ingenieros planteándose cómo transmitir fácilmente
emociones e inventando, así como al pasar, los emojis. “Tuvimos que destruir
varios mitos como, por ejemplo, que los ingenieros son personas antisociales;
eso es falso, los protagonistas son personas extremadamente inteligentes,
empáticas y creativas”, agrega Maude.
El cineasta, que vive en Londres, recuerda que en su
adolescencia, cuando iba al Blockbuster a alquilar películas, la sección de
documentales estaba muy escondida, por debajo de las cintas triple X. “Hoy
vivimos un boom del género, en Netflix es la segunda barra que aparece luego de
estrenos. Hay un tema de menores costos, pero también de acceso: muchos
descubrieron la riqueza del género de documentales gracias a las nuevas
plataformas”, explica.
“Las grandes innovaciones de la historia involucran un poco de magia: para soñar en grande hay que crear una ilusión, enfocar la atención del público y del equipo en la visión de una paloma aparece de la nada y toma vuelo –cuenta la inversora y profesora de Stanford y Thunderbird Rebeca Hwang–, inspirando todo lo posible, mientras el mago-innovador crea el truco-ingeniería para que esa ilusión se convierta en realidad”. Hwang es amiga de los documentalistas y protagonistas de la película.
En la parte final del film se alude a la metáfora del surf y
de las olas: subirse a una antes es tan peligroso como hacerlo después de
tiempo. Pero esta calibración es extremadamente difícil de lograr. En palabras
de Porat: “Creo que si uno no tiene algo de vergüenza de lo que está mandando
inicialmente, entonces significa que lo lanzaste demasiado tarde”.
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