Fuente: LA NACION
El enroque de materias primas valiosas y estratégicas no se
detiene. Si el bitcoin y las demás criptomonedas equivalen, como sostienen sus
impulsores, a un "nuevo oro" (por su propiedad de valor de reserva),
hay un candidato fuerte para erigirse en el "nuevo petróleo": la
vibrante industria de los microchips, que gracias a una demanda exponencial
está haciendo que el foco geoestratégico y financiero del mundo se corra del
Golfo Pérsico al Mar de China.
Si esta analogía es válida, lo que la OPEC es al petróleo,
en este nuevo tablero vendría a ser el eje Taiwán-Corea del Sur, que juntos
producen un 83% de los microchips procesadores y un 70% de los de memoria. En
los últimos cinco años este sector dio cuenta de un 64% del aumento de las
exportaciones taiwanesas, y de un 41% de las de Corea del Sur. Con la pandemia,
los números (y el valor en la bolsa de las empresas cercanas al boom) no
hicieron más que crecer.
Con el despliegue de lo que se conoce como "internet de
las cosas" (IoT, en su sigla en inglés), ya no solamente las computadoras
y celulares demandan chips (circuitos integrados de material semiconductor, de algunos
milímetros cuadrados de área, sobre la que se fabrican circuitos electrónicos),
sino una infinidad de aparatos hogareños, además de los autos. El aumento de la
demanda es tan elevado que su escasez ya está llevando a gigantes de la
industria automotriz a proyectar pérdidas multimillonarias (por falta de
insumos, se estiman un rojo en 2021 de alrededor de 60.000 millones de dólares)
y a prever en el corto plazo una inflación de costos relacionados con el
sector. Esta sería toda una novedad en la industria icónica de la "Ley de
Moore", por la cual hace una década que la capacidad se viene
incrementando, acompañada por un descenso persistente de precios. Días atrás,
el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firmó una orden ejecutiva para revisar
varias cadenas de suministro y tomar medidas para paliar la escasez de un
insumo crítico y estratégico.
"La geopolítica de la última década, con los crecientes
conflictos comerciales y, más aún, de predominio tecnológico y competitivo
entre China y Estados Unidos, tiene un elemento ineludible para su comprensión
en la generación, fabricación y uso de los microchips y semiconductores",
cuenta a la nación Bernardo Kosacoff, un economista referente en temas de
industria. "Las disputas de propiedad intelectual, de restricciones y
prohibición al comercio y de la localización de la producción son un articulado
de tensiones y disputas aún sin resolución", continúa el profesor de la
UBA y la UTDT.
"Ya desde antes de la pandemia, Estados Unidos tiene un
rol protagónico en la generación de los procesos de innovación, pero solo
producía alrededor del 12% de los chips, mientras que Taiwán y Corea del Sur
eran responsables de más del 80% de la producción y China era un líder en el
consumo industrial de los chips", describe Kosacoff.
Para moderar su grado de dependencia de esta "nueva
OPEC", tanto Estados Unidos como China impulsan la radicación de fábricas
de microchips en otras locaciones. Hay un plan avanzado para construir una
planta en Europa en el que está involucrado Samsung y, semanas atrás, Baidu, el
gigante chino de inteligencia artificial, reveló sus planes de avanzar con una
empresa propia de semiconductores en el gigante asiático. Ambas iniciativas y
otras en carpeta no llegarán a evitar el cuello de botella de estos productos
este año.
Tolerancia y vida nocturna
A la Argentina esta pulseada la afecta de manera indirecta.
"Nuestro país está ajeno a la innovación y a la localización de la
producción de chips, por un tema obvio de escala. Sin embargo, la difusión de
este insumo en su tejido productivo es central para la recreación de las
fuentes de crecimiento, la dinámica de cambio estructural, la creación de
empleo y un mayor dinamismo de exportaciones caracterizadas por mayores
contenidos tecnológicos y mayor intensidad en el uso de empleo
calificado", dice Kosacoff.
Para Tomás Canosa, director de estudios económicos de
Adimra, hay que seguir el tema de cerca por el daño potencial que podría tener
en la actividad industrial. "La Argentina cuenta con el tercer entramado
industrial más profundo de América Latina, y en el país se hacen productos que
utilizan estos chips. Por ejemplo, el sector automotor los utiliza para el
circuito eléctrico, y en el país ya se instalaron antenas de 5G", dice
Canosa. Y agrega: "Como al comienzo de la pandemia se revalorizó la
importancia de contar con una industria de equipamiento médico para enfrentar
los desafíos, ahora sucede exactamente lo mismo con los semiconductores".
Taiwán y Corea del Sur están en el vértice de la rivalidad
comercial y geopolítica creciente entre China y Estados Unidos. Para el
economista Noah Smith, hay que empezar a informarse y aprender más sobre esta
zona, para entender mejor la dinámica del mundo que se viene. "Sabemos
mucho de Japón, o de China, o del fenómeno del K-Pop (grupos de música pop
coreanos) pero muy poco de Taiwán", sostuvo en un reciente ensayo titulado
Taiwán es una civilización.
En riesgo constante de sufrir una invasión China, Taiwán,
líder global en la fabricación de microchips, tiene una historia reciente muy
exitosa de crecimiento económico y, al contrario que muchos vecinos asiáticos,
cuenta con una sociedad tolerante y progresista. A nivel mediático, su mérito
más conocido fue el del excelente manejo de la pandemia (al tope en este
ranking, tal vez junto con Nueva Zelanda). Mientras que la Argentina superó los
50.000 muertos por el Covid-19 y Estados Unidos sufrió más bajas que en la
Segunda Guerra Mundial, el número de víctimas en Taiwán fue de 7. La receta:
distanciamiento estricto con seguimiento digital, cuarentenas selectivas y
efectivas y testeos masivos, entre otras medidas.
"Taiwán es un ejemplo de país que puede cambiar su
destino con esfuerzo y trabajo. Hasta hace solo unas décadas este país salía de
las ruinas de la guerra y necesitaba ayuda externa. Mucha gente se iba",
cuenta ahora a la nación Kevin Tan, un empresario e ingeniero argentino que
vivió hasta el final de la secundaria en el barrio de Liniers y luego se radicó
en Taipei. Tan remarca: "Hoy Taiwán es un líder en tecnología, con las
mayores exportaciones de semiconductores del mundo. Es un país donde se vive
con libertad y seguridad; ahora mucha gente quiere venir a radicarse
aquí".
En el ensayo del economista Noah Smith se destacan varios
aspectos de esta sociedad tolerante y progresista. "Fue el primer país de
Asia en legalizar el matrimonio del mismo sexo, y promueve una cultura gay
vibrante. Taiwán es uno de los lugares con mayor equidad de género: a la par de
Noruega y por encima de Francia en este aspecto. Su presidenta, Tsai Ing-Wen,
es mujer, al igual que el 42% del parlamento. La brecha de ingresos entre
hombres y mujeres es del 14%, menor que en Estados Unidos", señala.
Taiwán empieza a estar más abierto a recibir inmigrantes. El
buen manejo de la pandemia y lo que se considera uno de los mejores sistemas
sanitarios y de cuidado de todo el mundo son un polo de atracción. También su
cultura y vida nocturna legendaria, con sus famosos "megaclubes" para
ir a divertirse a la noche. Todas estas facetas (diversidad y cultura) se
combinan en experiencias innovadoras de inclusión: en octubre pasado, el Chess
Taipei Club debutó con una primera jornada de música, baile y diversión
nocturna para chicas y chicos con autismo y sus familiares, en la primera
experiencia de este tipo en Asia.
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