Phanish Puranam en INSEAD Knowledge del pasado 15 de febrero plantea que grandes cambios se avecinan sobre las organizaciones y sobre el diseño de las mismas. Éstos podrán ser beneficiosos o no dependiendo de cómo sus líderes se enfrenten a tres posibilidades clave que ha puesto de manifiesto la crisis:
1.- Teletrabajo
Hasta hace poco tiempo éste se consideraba como una ventaja
que debía ser justificada y ganada. Después de un año sumergido en la crisis de
Covid-19 se ha visto claro que algo que inicialmente se podía considerar como
una medida de emergencia para mantener las organizaciones en funcionamiento es
una alternativa sostenible para muchos profesionales en grandes compañías.
Roles y proyectos que se pensaba requerían la presencia física se pueden
abordar, también, a distancia, por lo que en el futuro las organizaciones se
preguntarán cuáles son realmente las tareas o roles que necesitan contar con la
persona físicamente. Como resultado, las oficinas o los espacios físicos
de trabajo podrán ser más pequeño al disminuir el número de empleados que deben
estar presentes de forma habitual, lo que ocasionará una disminución de costes.
Los millennials, la generación Z y los profesionales más
jóvenes son los que mejor se adaptarán porque la colaboración en remoto es
natural para ellos. Los mayores de cuarenta años son los que se resistirán más
a que su lugar de trabajo sea reemplazado por “mesas calientes” para que su
empleador pueda ahorrar dinero en espacio para oficinas. Además los ritmos
sociales de la vida laboral son claves para mantener la salud mental.
Existen beneficios evidentes como los ambientales. En el
Reino Unido, por ejemplo, el 25% de la contaminación relacionada con el
transporte se atribuye a los desplazamientos diarios de los trabajadores. La
sostenibilidad va a requerir formas más localizadas de afiliación y
comunicación para sustituir al importante rol social que los entornos de
trabajo juegan en la actualidad, para evitar que las organizaciones se
conviertan en colecciones distópicas de individuos sin afiliación que nunca se
reúnen, que interactúan a través de avatares y que consideran con desconfianza
el concepto de una cultura organizacional compartida.
2.- Digitalización
Todo el teletrabajo se apoya en la digitalización y las
plataformas de colaboración son fundamentales para ello. Éstas están siendo
utilizadas, cada vez más, como oficinas virtuales, pero con la digitalización
surge una importante diferencia: en las oficinas físicas aspectos
significativos de la forma en la que se trabajaba eran informales e intangibles.
Por ejemplo no existía ningún sistema que capturase las redes informales de
influencia que podían determinar el éxito o el fracaso de un proceso.
En las oficinas virtuales casi todas las interacciones dejan
una “huella digital” y las organizaciones se enfrentan a una explosión de datos
sobre lo que los empleados hacen. Los líderes deben ser capaces de utilizar de
filtrar para abordar de forma útil esta información.
3.- La digitalización abre el camino para la gestión por
algoritmos
La accesibilidad a los datos puede acelerar el uso de
algoritmos en las organizaciones. A pesar de la tendencia a aplanar los
organigramas ejemplos de estructuras poco jerarquizadas entre las grandes
compañías siguen siendo escasos, lo que tiene el inconveniente de la tendencia a
la rigidez y a la toma de decisiones desde arriba. Generalmente las personas
preferimos que los que toman las decisiones sean accesibles y competentes y no
ocultos por capas y capas de mandos intermedios. Pero la capacidad de control o
el número de personas que pueden ser gestionadas eficientemente por hasta el
mejor líder pone un límite a las capas que pueden ser eliminadas. A partir de
una cierta escala los mandos intermedios son necesarios para asegurar que los
subordinados son supervisados adecuadamente.
El incremento de las plataformas digitales colaborativas ha
reducido la carga de trabajo de los gestores. La coordinación y el seguimiento
de los colaboradores, por ejemplo, puede realizarse a través de alertas
automatizadas o software para gestión de tareas en lugar de correos
personalizados o rondas de visitas, con lo que el tiempo a dedicar a cada
empleado disminuye con lo que teóricamente cada responsable podría tener más
personas a su cargo y la organización podría aplanar su organigrama ya que los
algoritmos facilitarían la coordinación necesaria para unir los esfuerzos de
unos individuos más autónomos.
El riesgo es caer en estructuras jerárquicas que son planas
solo a nivel de sus capas pero con niveles de control y supervisión intolerables e
intrusivos ejercidos por unos supergestores ayudados por unos pocos algoritmos.
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