El éxito de 'A ciegas', el último estreno de Netflix que
vieron 45 millones de usuarios en sólo siete días, evidencia la cada vez menor
distancia entre la plataforma y los grandes estudios.
El pasado 21 de diciembre Netflix estrenó en su plataforma
una de sus últimas producciones del año: A ciegas (Bird
Box en inglés). Siete días más tarde, más de 45 millones de usuarios
ya habían visto el filme post apocalíptico protagonizado por Sandra Bullock en
Estados Unidos, según informó la compañía a través de su cuenta de Twitter.
Se trata del mejor estreno de una película original
de Netflix en la historia del servicio de streaming, que tiene
137 millones de abonados. Una audiencia que podría ser incluso mayor si se
tiene en cuenta que muchos de los suscriptores comparten la cuenta con
familiares y amigos.
Detrás de este éxito, sin precedentes en el negocio del
entretenimiento, hay una estrategia mucho más ambiciosa: lograr que Netflix, un
referente en el negocio de la televisión (gracias al éxito de series como House
of Cards o Narcos), lo sea también en el mundo del cine.
Para ello, la compañía contrató en marzo de 2017 a Scott
Stuber, exvicepresidente de Universal Pictures, para dirigir su división
cinematográfica. El departamento de Stuber quiere lanzar 55 películas
originales al año, una cifra que podría llegar hasta los 90 si se incluyen
documentales o cintas de animación. En comparación, Universal Pictures estrenó
en 2018 casi cuarenta producciones.
DE SCORSESE A CUARÓN
Además, al frente de estos proyectos la compañía ha situado
a pesos pesados de Hollywood como Martin Scorsese, Guillermo del Toro o,
el siempre taquillero Michael Bay. El reto no está sólo en
alimentar constantemente con nuevos contenidos la plataforma, sino en que estos
estrenos logren el reconocimiento de la crítica (Roma, por ejemplo, ha
ganado dos Globos de Oro) y convenzan a los usuarios de que no es necesario ir
a una sala de cine para disfrutar de películas de calidad, basta con encender
el televisor. Ahí radica su principal ventaja competitiva.
"Ver una película en Netflix no requiere desplazarse
del hogar, no obliga a los espectadores a ir al cine. Esto hace que las
inversiones en márketing que tiene que hacer para dar notoriedad a sus contenidos
sean mucho menores que las de un estudio. Basta con informar a su enorme
comunidad de usuarios a través de una notificación en el móvil o una newsletter para
que millones de personas conozcan sus estrenos", explica Elena Neira,
consultora audiovisual y autora del libro La otra pantalla, redes sociales,
móviles y la nueva televisión (UOC).
'Roma', dirigida por
el mexicano Alfonso Cuarón, se alzó con dos galardones en la última edición de
los Globos de Oro. MIKE NELSON EFE
Pese a competir en el mismo terreno de juego, la
aproximación de unos y otros es muy diferente. A medida que va sumando más y
más abonados a su servicio de vídeo bajo demanda, Netflix tiene una
necesidad cada vez mayor de contenidos. De ahí la agresividad con la que se
mueve en el negocio audiovisual y los presupuestos de miles de millones que
maneja. Sólo el año pasado, la tecnológica norteamericana destinó alrededor de
8.000 millones de dólares (más de 7.000 millones de euros) a la producción de series y películas en todo el mundo.
Sus ingresos, por lo tanto, dependen directamente de las
cuotas de sus suscriptores y las series y películas son la vía para ampliar la
masa de abonados. Para Netflix, una serie o película es rentable si es capaz de
fidelizar al usuario y generar nuevos suscriptores.
HOLLYWOOD
Para las majors de Hollywood, como Warner Bros o Paramount,
el negocio es otro. "A un estudio le sería imposible capitalizar 90
películas al año, simplemente no tendría dinero para financiar todas esas
campañas de promoción y la distribución de las copias de sus
películas", señala Neira. Además, juegan con el handicap del tiempo. Una
vez que se estrena la cinta en el cine, el reloj empieza a contar para ellas.
"La película empieza a darle dinero al estudio cuando
lleva un tiempo en los cines, el problema es que pocas películas duran más de
dos o tres semanas en cartelera", agrega la consultora. Si en la primera semana
el grueso de los ingresos va a parar al exhibidor, es decir, al propietario del
cine; cuanto más tiempo está la película en taquilla un porcentaje mayor de
esos ingresos va a parar al bolsillo de la distribuidora.
Para Netflix este problema simplemente no existe. Sus
contenidos se pueden consumir en cualquier momento y de ahí que la empresa se
muestre muy reticente a compartir datos de visionados. Lo que ha hecho
con A Ciegas, por lo tanto, es una rara excepción en su estricta
política de comunicación. Un ejemplo de hasta que punto la empresa es ajena a
la caducidad de los contenidos es la serie Friends,
estrenada hace 14 años, y que a Netflix le cuesta 100 millones de
dólares al año mantener en su catálogo.
La incapacidad de la industria del cine para seguirle el
ritmo a la empresa de Reed Hastings ha provocado una aceleración en el proceso
de consolidación del sector. La compra de Time Warner, propietaria del canal de
televisión HBO, por la operadora AT&T, y la adquisición de los activos de 21st
Century Fox por Disney muestran la preocupación de los grupos de
entretenimiento por la irrupción de los gigantes digitales. ¿Logrará
Netflix replicar en el cine su éxito en televisión? Es pronto para
saberlo.
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