Saber comunicarse con los demás y ser, además, claros
durante la exposición, convirtiendo los conceptos en algo sencillo de entender,
se sea o no experto en la materia, se ha convertido en un elemento clave hoy
día. De hecho, es una de las habilidades mejor valoradas en los líderes,
quienes a día de hoy tienen ante sí el desafío de impulsar a su fuerza de
trabajo para hacer realidad la transformación digital que afrontan sus
negocios.
De la misma manera que, en plena crisis, los líderes
debieron asumir su rol y comunicar a la fuerza de trabajo difíciles decisiones
respecto a los negocios y en todo aquello que tuvo que ver con la bajada de
salarios o la reducción de la plantilla, tratando de minimizar el impacto que
tales informaciones tienen no solo en los afectados, sino también en los
profesionales que lograron esquivar los despidos masivos, ahora, con la llegada
de la digitalización, estos mismos líderes deben transmitir los cambios que ya
se están empezando a introducir en las rutinas de trabajo.
Comunicar decisiones complicadas o explicar conceptos
altamente técnicos, detallados o matizados suelen generar sensaciones de
rechazo en el público que recibe dichos mensajes. Por ello, es clave
que el emisor sepa no solo sintetizar la información, sino hacerla accesible y
fácilmente entendible para todos. De hecho, en un artículo publicado en Fast Company, se indica que
“transmitir información compleja de manera clara y concisa es un gran desafío
para comunicadores de todo tipo”. Desde científicos y tecnólogos, a
profesionales de negocios, entre otros.
En este sentido, para hacer comprensible la información para
la audiencia, desde Fast Company recomiendan prestar atención a algunos malos
hábitos que dificultan la comprensión de los mensajes. Por un lado,
destacan la tendencia de explicar los conceptos de la forma en la que más
conviene al emisor, sin tener en cuenta si es la más adecuada para la
audiencia. De esta forma, se tiende a hacer suposiciones sobre el conocimiento
que el público al que se dirige el mensaje debe tener sobre aquello que se va a
explicar, atajando así en las explicaciones y empleando términos propios o
técnicos del tema.
Otro mal hábito se vincula a la transmisión de conceptos a
otros, de la manera en que el emisor se siente más cómodo recibiendo
información. “Es decir, si confiamos en los datos y los detalles para aprender,
naturalmente tendemos a proporcionar datos y detalles cuando explicamos”,
explican desde Fast Company.
Por tanto, los expertos aconsejan enfocar los
discursos en función del perfil de la audiencia, sin dar por sentado
que esta tiene determinados conocimientos sobre el tema. Asimismo, recomiendan
redactar previamente la presentación, preguntándose qué es lo que el público al
que se dirigen los mensajes necesita: más información, una explicación, una
reflexión crítica etc. De esta forma, al pensaren los demás, el discurso
original puede introducir detalles que podrían haberse omitido, así como a
considerar el uso de diferentes formas de explicar, como historias, imágenes,
etc.
Al respecto, el artículo indica que, desde la perspectiva de la
audiencia, “debe considerar formas de hacer que su material complejo sea más
accesible”, como son el empleo de diagramas, deconstrucciones de la
información, uso de comparaciones e imágenes, mapas o citas.
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