Hace no
mucho que fui a visitar, para tener una larga y tranquila conversación, a la
(buena) gente de Comandante
Tom. Salieron a relucir muchos temas pero,
sobre todos ellos, había un guión oculto que, sin ningún tipo de premeditación
y seguramente sin ser conscientes que lo hacíamos así, ordenaba nuestras
ideas. Ese guión buscaba describir el tipo de personalidad que más nos gustaba
para el tipo de empresas de la que cada uno, por su parte, podríamos formar
parte.
Coincidimos en muchas cosas y quedé en que les enviaría un resumen
de esas características de personalidad empresarial que estuvimos tratando,
porque el tema da mucho juego. Aviso, me salió largo… Ellos han publicado el
extenso artículo que escribí (“No
me queda bien ningún traje. Reflexiones sobre un nuevo modelo de empresa”) en su propio blog , por si quieres
leerlo por allí. Por mi parte, voy a dejar aquí el rastro de esos 10 rasgos que
conforman la personalidad de las empresas que me gustan. Allá van:
1. Empresa que emprende acciones de
valor y significado social: las empresas que contemplan servicios
que tienen un verdadero valor e impacto social, acompañado de una utilidad que
beneficia a las personas en sus escenarios de trabajo, tienen un carácter que
las hace especiales. Se trata de una empresa que aplica conscientemente
una ética de la profesión, una visión del mundo bañada de valores
compartidos que logre que cada acción que se desarrolla hacia el exterior (el
mercado, la comunidad…) represente un avance en la construcción de un mundo
mejor, de una economía
del bien común , por muy utópico que parezca.
2. Empresa que crece y decrece: crecer y crecer es
el leit motive del
emprendedor cuando aprende los modelos de management habituales en las escuelas
de negocios. Crecer en estructura, crecer económicamente, crecer en recursos,
crecer en espacios, crecer en fronteras de mercados… Tengo absolutamente claro
que es mucho mejor crecer como profesionales, actuando y aprendiendo de cerca
con aquellos trabajos en los que se está presente. A nivel organizativo, ya no
crecer: decrecer. Consolidarse en un nivel
de desarrollo que no permita querer más crecimiento, aunque fuera
posible. Alcanzar el máximo grado de crecimiento que le permita
continuar a la empresa seguir siendo pequeña.
3. Empresa de escala humana: no
crecer significa situar a la organización en un escenario más parecido al de un
grupo de amigos que disfrutan con lo que hacen, que al de una gran empresa
cuyas personas son recursos (y humanos) que han de plegarse a unos rígidos
objetivos empresariales. Las relaciones entre los
miembros de la organización han de ser profesionales, sí, pero se ha de
procurar que esa relación vaya más allá y se creen vínculos personales. La
confianza que te procura un vínculo personal siempre será mayor que
el que te ofrezca la relación meramente profesional. Las personas de la empresa
tienen que conocerse, todos ellos; si no, ya se será demasiado grande para que
la organización tenga una personalidad más humana y no meramente jurídica.
4. Empresa que investiga: la
personalidad de la empresa que nos gusta es la que tiene una alta carga de
inquietud. No se conforma con operar en un sector sino que, sobre todo, se
cuestiona el mismo e indaga cuáles son sus palancas de cambio, a fin
de comprenderse mejor como empresa y, también, comprender mejor
el producto o servicio que requiere su mercado. Una de las cosas que más llaman
la atención en Comandante Tom es, sin duda, el cuestionamiento que hacen de
forma permanente sobre el “hecho comunicativo”, lo cual les permite tomar
distancia de cualquier tipo de convencionalismo y no caer fácilmente en los commodities en los
que las agencias suelen entrar con objeto de industrializar sus servicios.
5. Empresa laboratorio: como
decía Amalio
Rey, una
empresa abierta a la experimentación, sin ataduras para ensayar formulas
originales, dejando a un lado las respuestas
memorizadas y atreviéndonos a explorar en todos los frentes
posibles. Una empresa laboratorio asume el error como fuente de aprendizaje,
nunca como fracasos. Innovar consiste en prototipar desde la incertidumbre y,
como se recuerda en el manifiesto de la consultoría artesana, aprendemos a través
de la experimentación y del error, de la desviación y de la corrección del
rumbo planificado, y nos renovamos con cada trabajo. Ya que el aprendizaje
sucede antes, durante y después de cada proyecto, la acción y la revisión
resultan imprescindibles para aportar soluciones.
6. Empresa red: una
empresa no la forman sus propietarios o sus empleados. No. Una empresa está
formada por proyectos… y los proyectos son temporales, por lo que ¿tienen que
estar siempre los mismos haciéndolo todo? La empresas pueden ser, como ya en
día anticipaba Mª Jesús Salido , como películas de
Hollywood: “Equipos especiales para proyectos únicos”. Ese lema lo empleaba
cuando ronroneaba estas ideas hace
ya tiempo y,
mira por dónde, lo ha llevado a la práctica en un modelo organizativo de
no-empresa que es ejemplar (basta ver The Project ).
Rodearse de gente que sepa hacer lo que tú no puedes tiene un valor
incalculable. Hibridarse con una comunidad sólida de personas
complementarias (o no) con las que poder compartir experiencias y
aprendizajes es el primer paso para, construida la confianza entre todos,
emprender retos de mayor enjundia y diversidad de perspectivas.
7. Empresa que aprende y que enseña: estar
continuamente aprendiendo es un objetivo. Sin embargo, saber transferir esos
conocimientos a otros no debe resultar pudoroso.Cuando alguien atesora algo,
que lo comparta. Ya sea a través de un blog, un slideshare o una jornada de
formación. Hacer además negocio con ello es otro debate, pero la voluntad de
buscar, abrir y compartir el conocimiento (ese know how tradicionalmente escondido) ha
de estar siempre presente.
8. Empresa con principios de indiferencia
y dictadores benevolentes: unos saben más de unas cosas
que de otras, unos se sienten más cómodos en unos escenarios que en otros y
unos prefieren hacer unas cosas y no otras. Por eso, es preciso dividir ciertas
funciones y, desde la indiferencia, confiar en el buen hacer de ese
compañero. No entras a hurgar en lo que hace el otro, porque te es indiferente:
hemos acordado en que confiamos en que ese otro lo hará bien, así que no me
preocupo más por ese tema. Eso sí, habrá períodos más o menos largos en el que
se opte por nombrar a un responsable último (o varios) para ciertas decisiones
más trascendentales. Es el denominado dictador benevolente: una figura
consensuada por todos los miembros y en quien se confía en última instancia en
su palabra y decisión cuando no haya acuerdos plenarios o democráticos (ver más
sobre modelos alternativos a la democracia y a la jerarquía tradicional aquí).
9. Empresa que construye vínculos: una
empresa no se acerca a puerta fría a vender servicios, sino que más bien
defiende modelos no invasivos de acercamiento a los clientes, basándose en
prescripciones y en referencias de proyectos anteriores como mejor carta de
presentación. Construir vínculos con personas (que también son clientes), junto
con un trabajo bien hecho, es la mejor fórmula para no perder la vitalidad y
continuar con proyectos activos que generen la entrada de ingresos necesaria.
Que te contraten por lo que saben que haces y como lo haces, no por lo que
parezca que eres capaz de hacer. Posicionarse como referentes para unos pocos,
pero por obra y gracia del trabajo bien hecho, no de ingeniosas estrategias
comerciales y marketinianas.
10. Empresa que se divierte: nada
tendría sentido sin humor, ¡seguro! Si el mal rollo
aprisiona a los buenos momentos, mal vamos. Buscamos divertirnos en todos
los momentos de la vida y, en el ámbito profesional, para asimilar los
aprendizajes y las experiencias es fundamental la ilusión y la emoción por el
trabajo bien hecho dentro de un entorno motivador y estimulante. Saber lo
sabemos, llevarlo a la práctica es lo que nos cuesta algo más de trabajo. Pero
no hay nada mejor como llegar a casa después de un largo y productivo día de
trabajo y tener la sensación de habértelo pasado francamente bien.
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