¡No hablemos de crisis, hablemos de innovación! Se oye hasta en los más
apartados rincones.
El cambio paradigma económico que acelera el cambio del ecosistema
empresarial ha sido asumido por la mayoría de directivos y empresarios. Se
intuye que la clave está en reinventarse sin mirar atrás con nostalgia.
Ya casi nadie espera a que la crisis pase para que todo a vuelva a ser
como antes. La mayoría ha entendido que vivimos en un cambio de ciclo y
adaptarse rápido es tener más probabilidades de sobrevivir. Por ello cada
vez se repite más y más a menudo que la verdadera puerta de salida a la crisis
es la innovación, que todas las demás son puertas falsas.
Pero, el discurso no acompaña la acción, la innovación se convierte en
una palabra vacía.
No avanzamos, retrocedemos. ¿Por qué? El motor de la innovación es el
talento por él cada vez apostamos menos.
Las implicaciones del cambio de paradigma
empresarial
La innovación no está presente en la agenda real de las empresas, solo
en el discurso oficial.
Pasar del discurso a la acción supone una nueva forma de gestión, un
cambio de cultura, que afecta a muchas áreas de la empresa, pero sobretodo y de
forma específica a la gestión del talento o, si se quiere decir de otra forma,
cómo gestionamos las personas de la organización.
Pero en las empresas hablar de talento no está de moda, a veces ni
siquiera está bien visto -lo dice alguien que está en contacto con centenares
de empresas constantemente hablando de estos temas-. La formación, el
desarrollo, los nuevos sistemas de gestión, el liderazgo de personas,
la gestión cultural, el desarrollo organizativo,… no están en la agenda.
Ahora no es el momento de hablar de personas en las empresas. Ahora es
el momento de hablar de recortes, de eficiencia, de trabajar más o de hacer más
esfuerzo,… Pero si no hablamos de talento, hablar de innovación es un discurso
no sólo vacío sino incomprensiblemente contradictorio y casi estúpido.
La innovación son ideas puestas en acción que permiten obtener mejores
resultados. Pero el cortoplacismo de nuestras empresas lo único que interesa de
la afirmación es la última parte: los resultados. Resultados que inesperadamente
no llegan por repetir la palabra innovación.
El corazón de la innovación es la creación de nuevos entornos de
trabajo, eso que denominamos técnicamente, Culturas Innovadoras, es una
revolución de cuello blanco, de nuevos directivos, de líderes que impulsen
ideas en entornos inciertos, es inteligencia colectiva, son ideas que se
comparten y se ponen en marcha gracias al esfuerzo, colaboración y compromiso
de equipos de personas, es rapidez organizativa, es flexibilidad, son nuevas
formas de entender la comunicación, el desarrollo humano y organizativo, son…
son personas.
Pero que hacen las empresas en este sentido: ¿Cómo se preparan los
nuevos líderes? ¿Cómo se desarrolla a las personas? ¿Cómo se introducen nuevos
mecanismos de participación? ¿Cómo….? Ya sabes la respuesta.
Vamos en la dirección contraria
La
innovación es un cambio de paradigma empresarial que se basa en una revolución
de los sistemas de gestión. Y ahora, todos lo sabemos, no sólo no vamos en la
buena dirección si no que vamos en dirección contraria.
Pero el discurso vacío de empresas e instituciones sobre la
innovación, los discursos bonitos que se contradicen con la realidad del día a
día ridículamente se seguirán manteniendo. Y la mayoría seguirá gestionando
como en el pasado o retrocediendo. Por ello en nuestras empresas estamos
incrementando las probabilidades que en el futuro no haya empresas que
gestionar.
La receta de la crisis respecto al talento seguirá siendo clara:
invertir menos en personas y rechazo a innovar en gestión de personas. Y aunque
al principio el ajuste será adecuado, si se persiste seguirá la decadencia y
finalmente la muerte. …
La innovación es esa puerta que se abre cuando el cambio se percibe con
más miedo que esperanza, es destruir la resistencia que se genera en las
organizaciones frente a nuevas formas de gestionar. Si, gestionar la innovación
es un proceso de gestionar resistencias, de olvidar selectívamente el pasado,
de reaprender, pero sobretodo de valorizar el nuevo protagonista: el talento
humano.
A las personas y a las empresas les cuesta reaprender por ello antes
tendrán que desaparecer muchas empresas, muchos directivos y deberán entrar
otros que ya percibirán el cambio con más esperanza que miedo y harán resurgir
de sus cenizas algunas empresas y harán nacer nuevas empresas que en sus genes
culturales contengan la semilla de la innovación. Y en esas nuevas empresas el
talento, las personas, tendrán más valor, y sí, estas nuevas empresas serán más
innovadoras.
Nadie conoce acerca de la dimensión del drama ni cuantas empresas
tendrán que morir antes de entender la lección: “no hay innovación sino
gestionamos las personas de otras formas, sino apostamos por el talento”.
¿Por qué algo tan sencillo será tan difícil de entender?
No hay comentarios:
Publicar un comentario