El empresario da ejemplo del valor que un relevo planificado del primer ejecutivo tiene tanto para los accionistas como para la familia fundadora.
Ceder el poder y el control sobre una compañía no sólo es la situación más difícil para un ejecutivo, sino también uno de los momentos más críticos para la continuidad de un negocio. Lo saben las empresas familiares, cuya esperanza de vida es la mitad de la de cualquier otra compañía. Poco más de un tercio de los negocios en manos de una familia supera el primer relevo generacional y apenas el 15% llega a la tercera. Con unas estadísticas tan poco favorecedoras, Amancio Ortega ha querido asegurar el futuro de Inditex, que, pese a cotizar en bolsa, sigue siendo un grupo familiar, ya que la mayoría del capital continúa en manos de los fundadores del negocio.
“Una empresa necesita un líder y Amancio Ortega ha preparado la sucesión para que su ausencia tenga el mínimo impacto posible en la compañía”, asegura Carles Roig, profesor de Dirección de Operaciones de Esade. Según los expertos, el ejecutivo ha sabido evolucionar en su estilo de liderazgo para sortear el obstáculo de la sucesión, sobre todo, en una compañía con una cultura corporativa muy marcada por su fundador.
Los manuales de liderazgo de las escuelas de negocios definirían la primera etapa de Amancio Ortega al frente de la compañía como un estilo directivo, es decir, un modelo basado en el principio de ordeno y mando, en el que no hay lugar para la opinión de directivos externos. Santiago Álvarez de Mon, experto en liderazgo del IESE, explica que no hay que confundir este perfil con el de un ejecutivo autoritario, sino que sólo se trata de establecer normas y pautas claras para toda la plantilla.
Participación
“Plantearse la sucesión exige una participación mayor y, o abres el campo de juego dando más espacio a otros directivos, o tu proyecto empresarial tiene los días contados”, asegura Álvarez de Mon. Eso no quiere decir que Ortega deba desaparecer completamente de la gestión de la compañía. De hecho, Carles Roig asegura que, “mientras viva, el fundador de Inditex siempre estará pendiente del negocio”.
Aunque saber delegar y ceder el control es la gran asignatura pendiente de las empresas familiares, cada vez son más los ejemplos de dueños que han optado por dejar que ejecutivos externos a la familia se pongan al frente de la empresa. Agrolimen, Uriach o Tous son sólo algunos ejemplos en los que el consejero delegado no pertenece a la saga familiar. Otras firmas optan por modelos mixtos, en los que un directivo externo equilibra la presencia de la familia en cargos ejecutivos, como Roca, Nutrexpa o Mango.
“Zara es un paradigma de empresa con sentido común”, asegura Roig. Por eso, no sorprende que no haya sido Marta Ortega, hija del fundador, la que suceda a su padre al frente del imperio de la moda, al menos, hasta que no reúna la suficiente experiencia para tomar las riendas de una multinacional que factura más de 11.000 millones de euros al año.
En su afán por garantizar una sucesión ordenada, “hace tiempo que Amancio Ortega empezó a delegar y, ahora, tiene un equipo que conoce muy bien cómo gobernar la compañía”, apunta el profesor de Esade. En su opinión, el nombramiento de Pablo Isla como presidente y consejero delegado de Inditex en sustitución del fundador “se ha trabajado a varios niveles”, por lo que “no tiene por qué influir sobre el valor de las acciones”.
Sin embargo, Tomás Garicano, director del Centro de Gobierno Corporativo de IE Business School, no se muestra tan convencido de que el cambio no vaya a ser un lastre para el grupo en bolsa a medio plazo. Precisamente, la doble faceta de Inditex como compañía familiar y empresa cotizada hace que el nombramiento de Isla y la retirada de Ortega tengan una doble lectura. Si, desde el punto de vista de la sucesión, se trata casi de un caso de estudio; desde la perspectiva del buen gobierno, surgen algunas sombras.
Hasta ahora, Inditex destacaba por evitar la concentración de poder sobre la figura de Amancio Ortega. Se trata de una de las pocas firmas del Ibex 35 que separaba la figura de presidente y consejero delegado, y, además, contaba con un vicepresidente independiente en la figura de Carlos Espinosa de los Monteros. Sin embargo, Pablo Isla tendrá ahora tanto funciones de presidente como ejecutivas. “La tendencia es que los inversores institucionales no vean con buenos ojos que coincida la figura del consejero delegado con la del presidente”, apunta Garicano, aunque advierte de que no está demostrado que una opción sea mejor que otra y que será el mercado quien valore el nombramiento de Isla.
Límites de edad
Otro de los aspectos que recogen las normas de buen gobierno está relacionado con la edad máxima para ser consejero.
El Código Unificado no establece ningún límite, pero Inditex lo ha fijado en 68 años, aunque Amancio Ortega, con 75 años, está exento de cumplir ese requisito. En 2007, BBVA y Telefónica, entre otras compañías, aprovecharon que tenían que modificar sus estatutos para adaptarse a las nuevas pautas marcadas por el Código Unificado para aumentar la edad de jubilación de sus consejeros.
El presidente de BBVA, Francisco González, se aseguró así poder seguir en el cargo hasta los 70 años. Expertos en gobierno corporativo, como Tomás Garicano, aseguran que los límites por edad suponen un debate trasnochado, ya que no se puede fijar un máximo de edad para dejar de ser un buen ejecutivo y menos cuando, como en el caso de Amancio Ortega, no sólo se es dueño de la compañía, sino que, además, cosecha buenos resultados para el resto de los accionistas.
De la propiedad a la vicepresidencia
Entre las cotizadas, FCC es un paradigma de separación entre propiedad y dirección. Esther Koplowitz, pese a ser la principal accionista, no está al frente del grupo, sino que ocupa, junto a su hija, la vicepresidencia, mientras que Baldomero Falcones, ajeno a la familia, es el primer ejecutivo.
Externos que no caen bien
La llegada de un ejecutivo externo no siempre sienta bien a todos los miembros de una familia. María Teresa Rodríguez, dueña de Gullón, puso al frente de la firma a Juan Miguel Martínez Gabaldón, una decisión que, a la postre, desembocó en una batalla entre madre e hijos.
Sagas familiares, en retirada
La familia Moreno fundó Unipapel y, ante la falta de sucesores, fue reduciendo su capital en la compañía hasta el 13% actual. Situó en la presidencia a su hombre de confianza, Juan Antonio Lázaro, con el que, en 2009, se enfrentó en los juzgados por discrepancias en la gestión.
Fuente: expansion.com
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