Los libros en papel parecen querer ocupar, como el Petibonum de Astérix y Obélix, o como la Numancia que contuvo los embates de Publio Cornelio Escipión, un lugar en la historia de la resistencia, al menos en España. Eso, o que no se están haciendo las cosas convenientemente para enganchar a los lectores tradicionales a los nuevos formatos. Si bien el libro es un producto que no resiste la analogía con otros soportes de contenidos, como la traslación de la casete al cedé, y más tarde al formato mp3 que reproducen los iPod o los ordenadores, cabría analizar si elementos externos están ralentizando esta transición de la tinta al píxel.
«Es difícil luchar contra el invento más perfecto de la historia de la humanidad, que lleva 500 años inalterado», sostiene Jesús Otaola, responsable de la librería Proteo, de Málaga, suscrito a la plataforma de distribución de contenidos digitales Libranda, desde sus inicios, en junio de 2010. También venden 'e-readers', esto es, dispositivos digitales para la lectura, como el conocido Kindle, y otros más nuevos como el Booq Cervantes o el Nook. Otaola, cuya librería tiene una plantilla de más de 20 empleados, y una trayectoria de 43 años, ha vendido 12 'e-readers' en todo 2010: seis durante el año, y otros seis durante el periodo navideño. La cifra de títulos vendidos es también exigua, tanto que el librero prefiere no dar datos y se ampara en un: «Las ventas han sido flojas».
Futuro complicado
¿Cuál es el futuro del libro electrónico? ¿Ha fracasado su implantación en España? ¿Es pronto todavía para que estalle el fenómeno? ¿Acabará, en un plazo más o menos lejano, con el libro en formato papel? El catedrático de Comunicación Audiovisual Román Gubern respondía en 'Metamorfosis de la lectura' (Anagrama, 2010) a algunas de estas cuestiones, para concluir sugiriendo que papel y 'e-book' «no serán más que dos medios complementarios en nuestro abigarrado paisaje intelectual». El 2% de la facturación total que ha supuesto el comercio de libros en soporte digital, según datos de la Federación de Libreros de España, indica que aún queda mucho por hacer, no ya para que los contenidos digitales superen a los de papel, sino para avanzar hacia esa convivencia complementaria de la que habla Gubern.
Cadena de valor
Durante la pasada edición de la Feria del Libro de Madrid, se presentó Libranda, una plataforma que aúna a libreros, editoriales y distribuidores para lograr la difusión de la lectura a través de los nuevos soportes digitales, pero con el deseo de que no se rompa la cadena de valor del libro. El proyecto de Libranda no quería marginar a ningún actor del proceso de la producción y venta de los libros: las editoriales seguían proveyendo de material a las librerías, y éstas a su vez a los lectores, mientras que el rol de distribuidor lo adopta la propia Libranda.
Un proyecto prometedor que, sin embargo, ha recibido más críticas que otra cosa (la mera presentación en sociedad, en la pasada Feria del Libro de Madrid, que es un contexto donde reina el soporte en papel, fue también objeto de comentarios maliciosos). Problemas técnicos con las descargas, escasez de títulos y precios demasiado caros centraron las quejas de los usuarios ávidos por leer en sus nuevos iPad o Kindle.
Un lector, que responde a las iniciales J.P.R., confiesa su decepción con el hacer de Libranda, y reconoce que ha tenido que recurrir a la piratería para adquirir los libros que demanda. «Estoy terminando de leer 'Riña de gatos' (de Eduardo Mendoza y Premio Planeta 2010) en mi iPad, como lo estarán haciendo todos los que tengan un iPad u otro lector de 'e-books' y sean aficionados a la lectura. Ninguno de nosotros lo hemos comprado en Libranda. Lo hemos obtenido gratis, casi antes de que se pusiera a la venta en las librerías». En su opinión, «Libranda nació muerta» y solo remontará el vuelo cuando vendan los libros a menos de la mitad de lo que valen en su edición en papel y se aumente la oferta de títulos.
Considera este pionero lector que deberían ser las editoriales quienes se especializaran en vender ellas mismas los libros, sin mediación de una distribuidora como Libranda. Matilde Sanz, directora de desarrollo digital del grupo Santillana, insiste en que Libranda no es más que una herramienta de distribución, que es «quien facilita la conexión entre el catálogo digital de cada editorial y las tiendas». Es una herramienta, añade Sanz, que en cualquier caso es necesaria, y que contribuye a mantener la cadena del valor del libro.
Desde la irrupción de Libranda, en el grupo Santillana se han digitalizado unos 450 títulos de las editoriales de la casa, lo que supone en torno al 25% de todo el catálogo. Según la responsable de los temas digitales de la editorial, las cosas, en la parte que le toca, no se han podido hacer mejor, sobre todo en un periodo de tan solo seis meses. Para Matilde Sanz, lo de menos son las cifras de ventas, puesto que el ejercicio de 2010 se ha vivido como un «año cero» en el que la única valoración posible es la «cualitativa», por lo que las sensaciones son positivas.
«No vender»
Tras varios años en que se apuntaba a los lectores digitales como regalo estrella, las Navidades de 2010 han dejado un buen número de dispositivos Kindle vendidos, según datos de Amazon. La empresa de venta a través de Internet, una de las mayores del mundo, aseguraba a finales de diciembre que el nuevo Kindle 3G ha superado al libro de JK Rowling, 'Harry Potter y las Reliquias de la Muerte', y se ha posicionado como «el producto más vendido de su historia». Aunque Amazon prefiere no facilitar datos de la venta de sus productos, la consultora Gartner fijó en cuatro millones los dispositivos vendidos en Estados Unidos en 2010, y algo más de seis millones en todo el mundo. A mediados de año, Amazon anunció que ya vendía más libros en soporte digital que en papel, 180 'e-books' por cada 100 libros en papel. En España, tiendas 'on-line' de estos aparatos, como ZocoCity, aseguran que en estas Navidades «se ha disparado» su venta, aunque tampoco dan cifras.
La tendencia indica una progresiva implantación de los 'e-books', en convivencia (y competencia) con las 'tablets' como el iPad, los dos tipos de 'e-reader' existentes. Según el consultor de medios Juan Varela, el público va más rápido que los autores y que los propios editores. Por eso, habla de una importante «asimetría» entre el negocio del libro en papel y el 'e-book', que tiene que ver con «el deseo de los editores de demorar lo máximo posible el mercado del libro digital».
A juicio de Varela, esa actitud queda patente en la plataforma de distribución Libranda, que en su opinión parece «más pensada para no vender libros que para venderlos». Las principales carencias que ve Juan Varela, autor del blog 'Periodistas21', son la «escasísima oferta editorial que tiene» y la «ausencia enorme de novedades».
Mientras en países como Estados Unidos empresas como Amazon o la librería Barnes&Noble, con sus respectivos 'e-readers', Kindle y Nook, cuentan por miles los libros digitales que los usuarios anglosajones compran a través de sus webs, la situación en España sigue siendo incipiente. Incluso la oferta de Amazon en español ofrece un desolado paisaje, más parecido a una feria del libro antiguo y de ocasión que a una librería competitiva, lo cual aleja al potencial lector que, por otra parte, solo puede acceder a esos contenidos Kindle mediante.
Con una Libranda a medio gas, pese a los esfuerzos que confiesan editoriales como Santillana, el recurso a 'librerías' alternativas de descarga gratuita y cuando menos alegal es una alternativa de peso. «Acudo a menudo a 'quedelibros.com', que es como una Cuesta de Moyano virtual, en la que encuentras bastante oferta», apunta J.P.R., que reconoce que recurre habitualmente a ese medio, al no encontrar lo que busca en Libranda.
El año 2011, juzga Matilde Sanz, de Santillana, será clave para valorar la experiencia compartida de Libranda, una vez se haya asentado el modelo y las editoriales hayan digitalizado muchos más contenidos. De momento, lo que más se ha solicitado son novedades que han funcionado bien en papel, como 'Contra el viento del norte', de Daniel Glattauer, o 'Come, reza, ama', el 'best-seller' autobiográfico de Elizabeth Gilbert cuya adaptación al cine protagonizaron Julia Roberts y Javier Bardem.
«Ahora es momento de ver cómo posicionar los libros digitales, buscar nuevas estrategias de márketing y hacer descubrir al usuario por qué los libros no caducan», comenta la responsable de Santillana, que insiste que el proceso de conversión a lo digital no es algo que se resuelva en dos días.
A día de hoy, tanto las editoriales como las librerías que han apostado por Libranda lo hacen un poco de manera experimental, por no quedarse fuera de lo que puede ser un nuevo mercado, aunque todavía no sea más que embrionario. Para el consultor Varela, crítico con la gestión de Libranda, las editoriales se han subido al carro «para poder decir que tienen una plataforma de desarrollo».
En el caso de las librerías adscritas, predomina la idea de que al cliente hay que ofrecerle todos los canales posibles de acceso al libro, y la intermediación que ofrece esta nueva plataforma es otra más. «Nos da igual el formato, lo que queremos es servir a nuestros lectores», dice Jesús Otaola, de la librería Proteo. En su día, cuenta el librero, ofrecían libros en formato CD-ROM, una moda efímera pero por la que algún cliente todavía pregunta hoy.
Javier Cámara, dueño de Librería Cámara, en Bilbao, coincide con su colega malagueño en que «hay que estar (en Libranda)». Para este librero, del mismo modo que es necesario disponer de página web, correo electrónico corporativo e incluso fax («todavía hay gente que me hace los pedidos por fax, no puedo prescindir de él»), hay que ofrecer la opción de compra de libros digitales. Pero aunque está de acuerdo con «el afán integrador» que ofrece la plataforma Libranda, reconoce que hasta el momento hay «mucho ruido y pocas nueces» y que económicamente «no hay repercusión».
La editorial Maeva, que publica títulos de novela histórica y otros géneros narrativos, ya optó por ofrecer sus libros también en formato digital hace tiempo, antes de la existencia de Libranda. Porque además de este conglomerado de editoriales y librerías, existen otras plataformas, como 36L Books, o Leqtor. «Nuestra política es la de tener los libros en cuantos más sitios mejor», dice Rocío Isasi, editora de Maeva. Pero una vez habilitada la tecnología, la respuesta de los lectores también está siendo escasa. «Faltan lectores, hay que invertir más en publicidad», opina Isasi.
Por su parte, también quieren ofrecer cada vez más contenido, y reforzar la opción digital en la promoción de los libros en papel. Se trata de buenas intenciones para intentar acelerar un proceso, el de la conversión de la tinta al píxel, que no ha hecho más que empezar y cuyo recorrido aún es incierto.
Para Juan Varela, «el cambio de soporte es un proceso inapelable», y el libro tradicional, tal y como lo conocemos hoy, será otra cosa en el futuro, un artículo de lujo, un regalo exótico... ¿Producto perfecto, convivencia de formatos o imposición progresiva de lo digital? El tiempo lo dirá.
Fuente: lasprovincias.es
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