Las criptomonedas ganan espacio y protagonismo / Fuente: LA NACION
En un episodio de Big Bang Theory, la serie que cuenta las
aventuras de un grupo de jóvenes físicos, Sheldon Cooper, el más brillante
(tiene un coeficiente intelectual de 187 y "memoria eidética":
recuerda casi todo con gran nivel de detalle), decide que no puede ocupar
espacio de su valioso cerebro con decisiones triviales, de vida cotidiana. Su
mente debe concentrarse 100% en los grandes problemas de la humanidad.
Entonces, a efectos prácticos, comienza a llevar a todas partes dados de los
que se utilizan en los juegos de rol (de entre cuatro y 20 caras) para tomar
sus "pequeñas decisiones". En un restaurant, con sus amigos,
terminará pidiendo una comida completamente ridícula (cuya numeración en el
menú coincidió con el resultado de los dados), o postergando una ida al baño -a
pesar de que se estaba haciendo encima- porque los dados le dijeron que no
fuera.
La serie fue estrenada en 2007, unos meses antes del
nacimiento de bitcoin, la moneda digital de código abierto, anónima y
descentralizada, que no tiene reguladores ni bancos centrales por detrás. Trece
años más tarde, con la moneda en su récord histórico (cerca de los US$20.000
por unidad, con un 160% de aumento en 2020), se produjo una historia similar a
la de Sheldon Cooper, pero en versión cripto. Alex Masmej, un parisino de 23
años, decidió en mayo "tokenizar" su vida cotidiana. La criptomoneda
$ALEX da por cada unidad un voto sobre decisiones de la vida de Masmej, a
cambio de un 15% de participación en sus ganancias en los próximos tres años.
Por ejemplo, el 17 de junio Masmej le pidió a su base de inversores que
decidieran un nuevo hábito: correr cinco millas por día, despertar a las 6 a.m,
dejar de comer carnes rojas o vivir sólo con bitcoins. Ganó la opción del
running.
"La tokenización de la propia vida es un fenómeno
creciente entre creadores de contenidos online: artistas,
escritores, podcastars y emprendedores en general. Tiene la ventaja de que crea
una audiencia muy alineada con tu éxito personal", cuenta desde París a la nación Masmej, que por estos días estima el valor de su "equity" en
unos 150.000 dólares.
La historia de Masmej tuvo mucha repercusión en los últimos
meses, pero la idea de bitcoinizar o tokenizar trayectorias personales no es,
en rigor, nueva. La aplicación Human Ipo permite "invertir en personas en
las que creés", entre ellos Mike Merrill, que en 2008 se dividió a sí
mismo en 100.000 acciones y las ofreció en un IPO a un dólar cada una.
En el marco de la explosiva "economía de la
pasión" (una evolución de la "economía de la atención"), las
tecnologías descentralizadas y contratos inteligentes sirven para coordinar y
alinear incentivos entre comunidades y creadores de contenidos. El proyecto
"Basic Attention Token", por ejemplo, apela a blockchain,
la tecnología detrás de bitcoin, para remunerar la publicidad digital de manera
más eficiente.
Las "criptopersonas" son algunos de los eventos
más resonantes en un año donde las tecnologías distribuidas produjeron todo
tipo de novedades. Algunas más coloridas, como las mencionadas en los párrafos
anteriores, o como los proyectos para calefaccionar casas en Islandia o en
Siberia con el calor emitido por el minado de bitcoins.
Pero a la par de estos fuegos artificiales hubo avances que
hablan de la madurez de estas inversiones, con la llegada de grandes jugadores
que hasta hace poco eran renuentes a entrar en este territorio. "Creo que
la explosión de teletrabajo y la creación de fuertes comunidades online en
la pandemia crearon un contexto ideal para acelerar las modalidades
cripto", cuenta ahora Manuel Beaudroit, exBitex y actualmente al frente
del proyecto Belo, una billetera digital. Beaudroit estudió biología y es hijo
de un ingeniero electrónico y de una artista, lo que de alguna manera moldeó un
ADN que lo llevó a ser "bitcoinero desde Cemento": la combinación de
nerdaje y "espíritu hippie" que caracterizó al criptomundo, al menos
en su primera etapa más exploratoria.
Belo se inscribe dentro del campo de las "DeFi",
finanzas descentralizadas, que para muchos analistas es "la" gran
tendencia apalancada en blockchain en 2020. "La promesa
inicial del bitcoin, de reemplazar el sistema financiero mundial, fue llevada a
otro camino, el del reemplazo del oro, que ya de por sí no es poca cosa",
explica Beaudroit. Aunque tiene mucha más volatilidad que el oro (tocó un piso
de US$3800 en 2018), el bitcoin vino funcionando como activo de reserva de
valor, "que tiene su escasez garantizada matemáticamente: no se puede
minar un asteroide, como puede suceder con el oro, dice Beaudroit.
Comunidad del anillo
"Hubo un crecimiento exponencial este año de nuevos
usuarios, entrada de jugadores grades, innovación y reducción de la emisión (el
11 de mayo se produjo el "halving" que se da cada cuatro años y
medio, por el cual pasa a disponerse de la mitad de bitcoins para minado), lo
que tiende a explicar la suba de precio de este tipo de activos", dice
Henry Straigman, inversor en blockchain y cripto que pasó
varios años viviendo y trabajando en Singapur, cuarto centro financiero
internacional y país a la vanguardia en este tipo de tecnologías.
Straigman coincide con Beaudroit en que el espacio de las
finanzas descentralizadas (DeFi) es la gran estrella de 2020: su valor aumentó
22 meses desde inicios de año. Se trata de un ecosistema de aplicaciones
descentralizadas, construidas sobre la base de contratos inteligentes, que
permiten ofrecer servicios financieros entre pares. La combinación de distintas
de estas piezas (lo que en la jerga de denomina "Money Legos",
unidades de Lego de dinero) es lo que tiene potencial para desplazar al sistema
bancario tradicional.
Entre los inversores institucionales que se sumaron este año
están Fidelity y DBS de Singapur, entre otros, El 21 de octubre PayPal, el
gigante estadounidense que tiene 92 millones de usuarios, anunció un servicio
de compra y venta de criptoactivos. Las CBDC (monedas digitales de bancos
centrales) vienen más lento: Bahamas y Camboya lanzaron sus primeras versiones
de prueba, pero aún no se animaron países grandes (hay especulaciones con que
el primero podría ser Australia).
Al contrario que otras tecnologías muy capital intensivas,
como la computación cuántica (cada ordenador cuesta decenas de millones de
dólares) o la inteligencia artificial (cada ronda de entrenamiento de GPT-3
vale US$4,5 millones), en el caso de blockchain los avances
dependen más de buenas ideas, regulaciones y capital humano.
"Un 25% de los programadores de Solidity, el lenguaje
que se usa para hacer contratos inteligentes, están en la Argentina",
apunta Beaudroit. El país tiene más de medio millón de usuarios y varios
nombres que son leyendas globales en el criptomundo, como el inversor Wenceslao
Casares o el programador Sergio Lerner, quien en su momento saltó a la fama
porque identificó los bitcoins originales de Satoshi.
"Tal vez por nuestra historia de inestabilidad
económica somos uno de los centros más potentes del mundo en esta tecnología",
dice Beaudroit, al destacar que hay varios nombres locales en lo que él llama
"la comunidad del anillo". Una referencia al mundo de Tolkien y a los
juegos de rol, en los que se usan los dados de varias caras con los que Sheldon
Cooper tomaba sus decisiones.
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