Experiencias

Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

Fortalezas: Dirigir, inspirar e integrar a otros con una gran energía, Aceptar cambios de forma positiva, Desarrollar relaciones con otros, Ser más visible y Tener un alto grado de compromiso.

viernes, marzo 11, 2011

¿Qué opinas del presencialismo en el trabajo?

En más de una ocasión, he comentado en el blog que la cultura de la presencia existente e imperante en el mercado laboral nos hace mucho daño. El estar en el puesto de trabajo no quiere decir que se esté trabajando y produciendo en beneficio de la empresa. Los empresarios no deben suponer que estar en el trabajo equivale a rendimiento. Determinadas personas van al trabajo y no a trabajar, que aunque parezca lo mismo, son cosas totalmente distintas. Incluso, se pide un fichaje, pues lo que importa es que estén el tiempo designado en la oficina. ¿A alguien se le ha ocurrido fichar por objetivo cumplido?

Lo que debe primar es lo que cada persona produce y consigue en el trabajo, es decir, que cumpla cada uno con sus objetivos y tareas definidas. Cada uno se debe preocupar por cumplir sus objetivos personales. Lo que no puede ser es que personas con el mismo trabajo, unos cumplan de sobra los objetivos y otros no lo hagan y se compense el exceso con la carencia. Lo primero que se debería plantear la empresa son las siguientes cuestiones: ¿Por qué unas personas llegan y otras no a los objetivos? ¿Qué hacen las personas que llegan a objetivos de forma diferente? ¿Qué hace la empresa para incentivar el cumplimiento de objetivos y la productividad de sus personas?

Si las organizaciones tuviesen en cuenta estas cosas, podrían llegar a conclusiones interesantes. Luego lo que no ayuda es que las personas que hacen su trabajo de forma excepcional, llegando sin problema a sus objetivos, reciban la misma compensación que las personas que no se esfuerzan y no los cumplen porque eso desmotiva a aquellos con mayor rendimiento. En más de una ocasión, las personas más productivas, en vez de recibir una palmadita en la espalda, lo que consiguen es que cada vez se les ponga mayor volumen de trabajo para sacarlo adelante. También, con frecuencia, muchas organizaciones se asombran y preguntan que cómo es posible que las personas más productivas de un equipo de la noche a la mañana bajen considerablemente su ritmo. Si estuviesen más al tanto de sus personas llegarían a entender muchas cosas.

No hacemos nada con que una persona esté sus 8 horas en el trabajo atendiendo al publico, si les atiende de forma poco profesional, sin involucrase, dejando de darles información relevante para ellos porque piensa que todo vale o dando la misma información estándar, sin personalizar o librándose enseguida de ellos porque no le apetece ayudarles. Lo que debe primar es que el trabajador, durante su jornada laboral, se exija al máximo por dar a cada persona que atiende el trato que necesite, adaptándose a sus necesidades.

Debe importar, a parte de “el qué se hace” y “el cómo se hace”, “el cuánto se hace” y si se alcanzan los objetivos establecidos.

A mayor tiempo en el trabajo no supone mayor volumen de trabajo desarrollado porque si midiésemos la productividad de las personas que hacen sus horas establecidas y aquellas que se quedan muchas más horas de las estipuladas, nos llevaríamos grandes y desagradables sorpresas. Es más, animo a los empresarios a que empiecen a cuantificar lo que cada trabajador aporta y produce en su jornada laboral. En más de una ocasión, comprobarán que las personas que se quedan más horas son porque durante su jornada se han dedicado a “vaguear” o a hacer otras cosas no concernientes con su trabajo. Otras veces, el quedarse más tiempo es porque se queda el jefe y para aparentar y ganar puntos, se quedan calentando la silla, produciendo durante ese tiempo de más 100% de coste y 0% de beneficio de cualquier tipo.

Las empresas deben valorar a sus personas por el trabajo que hacen, por lo que aportan, por lo que les diferencia y no por el tiempo que pasan en su puesto de trabajo. Cada persona debe ser lo suficientemente autónoma y responsable para saber lo que tiene que alcanzar, es decir, que se debe mayor responsabilidad y libertad a las personas en la forma de llevar a cabo su trabajo, adaptándolo a sus necesidades personales y profesionales. Lo que debe importar es que las personas cumplan su trabajo en plazo, sin importar tanto cuanto tiempo están en la oficina. Es decir, lo importante es que lo haga. El problema viene cuando las personas están mucho tiempo en su puesto y no alcanzan nunca lo estipulado. Ahí existe un problema de fondo que deberemos investigar para ver a qué se debe esa desmotivación o qué problema tiene ese trabajador y ver las posibles soluciones.

De la misma forma, cada persona es diferente y se le debe tratar como tal en las empresas, recompensándole por lo que aporta y por su involucración en su trabajo. No todas las personas son iguales y eso debe de notarse en el cuidado recibido. El talento y rendimiento excepcional debe cuidarse con esmero para que no se evapore por circunstancias subjetivas en las que, en la mayoría de las ocasiones, la compañía tiene parte de esa responsabilidad.

Las empresas que en pleno Siglo XXI siguen valorando a las personas por el tiempo que pasan en su oficina y no por lo que hacen, se podría decir que disponen de unos máximos responsables improductivos. El dicho popular dos que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma condición, puede explicar este factor: Si uno trabaja en una empresa que permite el presencialismo, conseguirá que las personas productivas se transformen, tarde o temprano, en los mayores improductivos, pasando a la homogeneidad de las personas de esas compañías.

Como siempre, el cambio debe partir de forma interna desde arriba hacia abajo dando ejemplo todos.

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