En el siglo XIX John William Waterhouse pintó su obra Ulises
y las Sirenas / Fuente: LA NACION
En el canto XII de la Odisea la diosa Circe
advierte a Ulises y sus hombres sobre los peligros que acechan en su próximo
viaje. El primero de ellos es la Isla de las Sirenas, "Tendréis que
navegar cerca de las sirenas que encantan a cuantos hombres se les
acercan". El precio a pagar por el placer, sin embargo, es caro. Las
sirenas atraen al barco contra las rocas de la costa, haciéndolo naufragar.
Circe, consciente de lo que ofrece la aventura, sugiere: "Pasa sin
detenerte después de taponar con cera las orejas de tus compañeros, ¡qué ni uno
solo las oiga! Tu solo podrás oírlas si quieres, pero hazte amarrar al mástil
para saborear el placer de oír su canción".
Ulises tomó el consejo de la diosa, se ató al palo mayor y
tapó los oídos de los marineros. Luego recordaría: "Entonces mi corazón
deseó escucharlas y ordené a mis compañeros que me soltaran haciéndoles señas
con mis cejas, pero ellos siguieron remando, y luego se levantaron Perimedes y
Euríloco y me ataron con más cuerdas, apretándome todavía más". Como todo
héroe que se precie, Ulises salió sano y salvo de su aventura. ¿O no tanto?
Homero, autor de la Odisea, jamás soñó que este
mito sería uno de los caballitos de batalla (o barquito de batalla) de la
economía del comportamiento, la cruza de la economía con la psicología. El tema
saliente de la historia es la tentación, que debate a Ulises entre el placer
inmediato y el costo posterior, en este caso letal. Pero es el truco de atarse
al mástil lo que le da pura originalidad. Parece una solución ideal: si Ulises
se amarra y vuelve sordos a los marineros, entonces podrá gozar del placer de
las voces sin temor a perder su vida.
Modernamente a estos trucos se les conoce como
"compromisos" (commitments, en inglés), consejos prácticos
destinados a eludir las tentaciones de la vida diaria. Adán y Eva quizá no
estaban al tanto de la atracción de una manzana y de sus consecuencias, pero
hoy es posible anticiparse a ellas con herramientas ingeniosas. ¿Tiene que ir
al supermercado y no quiere comprar calorías de más? Vaya inmediatamente
después de almorzar. ¿Quiere evitar revisar sus mensajes en el celular mientras
maneja? Guárdelo en el baúl antes de comenzar su viaje. ¿Le cuesta terminar un
trabajo en el tiempo comprometido? Apuéstele dinero a alguna amiga desconfiada
de que será capaz de finalizarlo en tiempo y forma. ¿Cada vez que suena el
despertador lo apaga y se queda dormida? Compre uno con rueditas, que a la hora
señalada chilla y luego sale rodando para no ser alcanzado por su mano. ¿Quiere
ahorrar dinero para las vacaciones? Guárdelo en una valiosa alcancía de
porcelana.
Todos estos compromisos pueden ser muy útiles, pero la
mayoría no son baratos. Cumplir con la responsabilidad de hacer ejercicio para
mantener la salud, por ejemplo, es más fácil si se contrata un año entero con
el gimnasio, en lugar de pagar por cada día de asistencia. Como habrá días que
será inevitable faltar, el compromiso implicará un costo. Aun así, este convenio
con uno mismo es débil, porque la plata se gastó al principio toda junta y no
la vemos salir del bolsillo por un año. Por eso, para cumplir con la salud
podría ser necesario contratar a un caro personal trainer que
con tono militar obligue a ejercitar el cuerpo.
Uno de los autores que más se inspiró en la historia de
Ulises es el filósofo y científico social Jon Elster. Su libro Ulises y
las Sirenas, de 1979, fue uno de los primeros en notar que esta leyenda
servía para el análisis de las decisiones racionales. Pero en su saga Ulises
Desatado este noruego toma un camino totalmente novedoso. En lugar de
evaluar la estrategia de atarse al mástil, Elster destaca los posibles
beneficios de la ignorancia. En el caso de la Odisea, este extraño
consejo hubiera hecho muy aburrida la novela, pero existen otras situaciones
donde ignorar puede ser una buena opción.
Es claro que para no tentarse a veces lo mejor es desconocer
el sabor de la manzana. Evitar probar bebidas alcohólicas o los cigarrillos
puede ser mejor que saborearlos y luego reprimirse con commitments.
En una empresa privada, o en el sector público, existen secretos que muchos
empleados y funcionarios prefieren no les sean compartidos, porque si una
información muy confidencial sale a la luz, ellos podrían estar entre los
acusados.
Ignorancia racional
La ignorancia racional ha sido un tema clave en la teoría
política de Anthony Downs. En su libro de 1957 Una Teoría Económica de
la Democracia, el autor se pregunta por qué tantos votantes estaban tan mal
informados sobre las razones de su voto. Downs señaló que esto se puede
justificar con un cálculo puramente económico. Los votantes consideran que el
costo de adquirir la información necesaria para votar de manera informada no
excede los beneficios de hacerlo. La mayoría de la gente se da cuenta de que,
aunque dedique innumerables horas a la investigación de diversos temas y vote
en consecuencia, es poco probable que logre marcar una diferencia. Dado que un
solo voto carece de impacto, esta teoría pone en duda la propia racionalidad de
que un individuo se moleste en asistir al cuarto oscuro.
Otro caso de ignorancia racional son las personalidades
famosas que eluden ciertas redes sociales para evitar opiniones que puedan
deprimir su estado de ánimo. Y también están esos docentes que responden a un
inminente reclamo de un estudiante con un "no me traiga problemas,
tráigame soluciones". Hay parejas que eligen no saber el sexo de su próximo
nacimiento. Y en una época de avances genéticos espectaculares, varios
prefieren desconocer su eventual propensión a determinadas enfermedades.
El inefable Gary Becker, el economista que intentó entender
toda decisión humana mediante la lógica económica, diseñó un modelo para
explicar los comportamientos de evasión con respecto a la culpa y el amor.
Excepto para personajes cínicos como los de La Naranja Mecánica o Psicópata
Americano, Becker señala que la gente evita los mendigos para eludir los
sentimientos de culpa que desencadenan esos encuentros, y que pueden involucra
una pérdida monetaria para compensarla. En el caso del amor, los individuos de
altos ingresos prefieren no cruzarse con individuos de bajos ingresos que
puedan enamorarlos, porque pone en juego la mitad de sus fortunas.
Para Becker la culpa y el amor inducen sentimientos de
generosidad, y como la generosidad es costosa, es mejor evitar estas
situaciones. Más en general, se pretende evadir el rol de las emociones en las
decisiones económicas, que pueden ser potencialmente costosas. Si todos
actuaran como sugiere Becker, muchas novelas emocionantes jamás se habrían
escrito. Y si de evitar las tentaciones del amor se trata, es posible que un
buen celibato sea más fácil de sobrellevar si no se frecuentan ámbitos de
seducción sexual.
Es posible que, finalmente, la estrategia de Ulises no haya
sido la más efectiva. Las crónicas míticas sugieren que no la pasó tan bien
durante su encuentro con las sirenas. Amarrado a ese mástil, escuchando cantos
hermosos que pasaron demasiado pronto, y pidiendo a gritos a sus hombres una
dosis mayor, nuestro héroe parece haber sufrido más de lo que la solución de
Circe sugería en un principio. Becker y Elster posiblemente le hubiesen
recomendado tomar otra ruta, y aburrir a los lectores de la Odisea.
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