Me habéis escuchado decir mucho que las (buenas) empresas conversan.
También que es posible y beneficioso promover “empresas/organizaciones conversadoras”.
Insisto cada vez más en ello porque es el típico asunto que se queda en ese territorio resbaladizo que linda entre lo empresarial y lo social, donde la especulación campea a sus anchas.
En un post anterior también defendía que las empresas adopten una “política de conversaciones”, o sea, una estrategia deliberada para motivar y estimular a que las personas escuchen y hablen sobre ella.
Lo decía como respuesta a una duda que me plantean con frecuencia, y es si eso las coloca en una situación poco creíble e incluso, intervencionista.
Respondiendo a los comentarios que suscitó esa entrada, tuve la oportunidad de explicar a qué llamo yo “política de conversaciones” por si no me había explicado bien:
- Hacer algo para motivar y estimular a la gente a que converse sobre la empresa, y no esperar necesariamente a que eso se produzca por generación espontánea.
- Consensuar un “código deontológico”, construido desde abajo y auto-gestionado, que asegure que la conversación distribuida se hace no solo con libertad, sino con responsabilidad, y que por tanto, tiene unos límites. Para mí es innegable que hay cosas de las que un trabajador NO debe hablar por respeto a los clientes o porque afectan el “tempo” necesario de una estrategia.
- Coordinar la iniciativa entre “conversadores”, para generar efectos acumulativos y una identidad coherente, incluso dentro de las contradicciones y diferencias de voz lógicas que produce la espontaneidad
- Formar a la organización de cómo hacerlo, y de por qué la empresa quiere conversar. En formación se puede hacer mucho, muchísimo…
¿Pero qué es “conversar en red”? ¿Qué hace una empresa que “conversa en red”? Voy a concretar más eso, describiendo cinco tipos de tareas que la empresa puede hacer para conseguirlo:
Para leer más haz click aquí.
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