—Es la única manera de estar con un lunático.
Así habló del economista Arthur Laffer su esposa en un artículo para la
revista People de 1979. Contó que empezó a correr para dejar de escuchar hablar
de impuestos todo el día. Laffer era una celebridad por entonces. Considerado
un emblema de la baja de impuestos —principalmente a los más ricos—,
impulsó esa receta para sacar a EE.UU. de la estanflación (mix de actividad
estancada e inflación en alza).
La idea no había sido suya en
verdad.
El periodista de The New York Times, Binyamin Appelbaum, en
su libro La hora de los economistas y los falsos profetas, recuerda
que un economista que años más tarde recibiría el Nobel de Economía (aunque por
otro tema), Robert Mundell, sostuvo antes que había que pagar menos impuestos
para salir de la estanflación. Que no solo aumentaría el ingreso disponible de
las personas sino la inversión, y además favorecería la competencia generando
incentivos a bajar precios (postulado máximo de la escuela de economía llamada supply
side). Cuando le preguntaron sobre el déficit fiscal, Mundell dijo: “¿A
quién le importa eso? Los saudíes prestarán”.
El respaldo a la rebaja de impuestos en Estados Unidos fue
proporcional a la profundización de la estanflación para 1979. Reagan llegó un
año más tarde a la Casa Blanca y nombró a Laffer su asesor, quién para entonces
había empaquetado la idea de Mundell como ‘la curva de Laffer’: una
U invertida que señalaba una tasa impositiva capaz de maximizar la recaudación
pero que si un gobierno se excede de esa tasa recaudará menos.
No hay evidencia de que la curva de Laffer funcione. Años
atrás Thomas Piketty señaló lo contrario: los gobiernos deben aplicar un
impuesto a los más ricos para contrarrestar el aumento tendencial del retorno
del capital por encima de la tasa de crecimiento de la economía conllevando a
la concentración del ingreso. Tampoco hay evidencia de lo de Piketty. Muchos
critican al economista francés y el rechazo del Kun Agüero a gravar fuerte
grandes patrimonios va en esa línea.
El primer presupuesto de Ronald Reagan estimó una caída del
20% en la recaudación que sería compensada por el mayor crecimiento. No
sucedió. Esto llevó a su gobierno a pedir plata prestada como no se había visto
nunca desde la Segunda Guerra cuenta Appelbaum. “Los funcionarios de Reagan
notaron que al mandatario le gustaba más bajar impuestos que recortar gastos” y
que “entre bajar el gasto en Defensa e incurrir en un déficit mayor
no dudaba: más déficit”.
A Estados Unidos le tomó casi 20 años reparar las cuentas
fiscales. Algo así pasó con George W Bush en los 2000, explica en el
libro Crashed, de Adam Tooze, sobre las crisis financieras.
¿Y por Argentina como andamos?
- Los economistas Sebastián Galiani, Guillermo
Cruces y Susana Kidyba hicieron un paper en 2010 sobre el impacto de la reforma
impositiva del gobierno de Menem. Entre 1996 y 1999 el equipo de Roque
Fernández introdujo rebajas en contribuciones. “El empleo no subió en forma
estadísticamente significativa”, concluyó. “La rebaja tuvo un impacto
significativo en las finanzas del gobierno: la recaudación de los aportes como
porcentaje de los salarios cayó a casi la mitad”.
- Mauricio Macri en enero de 2016 bajó retenciones. La producción y las exportaciones subieron
—también el dólar—. Pero la recaudación (retenciones sobre el
PBI) bajó de 1,3% a 0,9%.
- Galiani fue viceministro de Economía del gobierno de Macri
con Nicolás Dujovne. Diseñó una reforma tributaria que buscó
bajar las contribuciones en cinco años. “No había recursos fiscales para
financiarla en menos tiempo”, explica.
¿Entonces se pueden bajar impuestos en Argentina?
“No es fácil”, admite Galiani. “No sirve
discutir o hablar de impuestos en función de la presión tributaria porque el
gasto es muy alto. Hay que cobrar buenos impuestos y no malos, pero el
debate tributario debe estar dado en función del gasto y qué queremos
financiar. Mejorar la tributación no es necesariamente bajar alícuotas”.
¿Y qué son entonces los ‘buenos’ impuestos?
“La mejor combinación permite recaudar niveles adecuados
para financiar las acciones que desarrolla el Estado, minimizando impactos
distorsivos y favoreciendo la equidad”, explica Javier Curcio, economista y
profesor de Finanzas Públicas de UBA. “Los sistemas utilizados por los países
ricos que mejor lo logran son los que combinan ganancias con impuestos
patrimoniales. Hay también impuestos eficientes para gravar el consumo,
como el IVA en nuestro país, que no generan distorsiones en la
cadena productiva, pero resultan regresivos con los más pobres”.
Por último, están las crisis. Menem subió
el IVA en el Tequila y Macri las retenciones en 2018.
Entonces, ¿los economistas saben qué hay del otro lado de la curva o aceleran
como Laffer sin saber que un camión viene de frente?
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