En una realidad de cambios que se aceleran más y más, la creatividad va ganando protagonismo; qué dicen hoy los futurólogos y expertos en innovaciones sobre la posibilidad de imaginar escenarios posibles.
Estar concentrado en más de una pantalla, una situación extraña para personas de otras épocas - Shutterstock
¿En qué momento exacto comenzó la modernidad? Es una
pregunta subjetiva, que admite infinidad de respuestas, pero el escritor
italiano Alessandro Baricco arriesga una hipótesis en su ensayo The
Game (2018): la bisagra se dio con el videojuego de fines de los
70 Space Invaders, con el que se inició la civilización del
“hombre-teclado-pantalla”.
Space Invaders fue un suceso en su época (en
Japón, el Banco Central tuvo que fabricar más monedas porque estaban todas en
las consolas), pero la verdadera revolución vino, según Baricco, con la
transición desde el metegol o los pasatiempos anteriores: órdenes ejecutadas
con los dedos, resultados verificables con la vista en una pantalla. Y en el
inicio de la postura típica de la modernidad: horas y horas del día, inclinados
frente a un monitor y, más adelante, frente a una tablet o a un celular.
Si a una persona de esa época le mostraran cómo consumen el
tiempo la mayoría de los terrestres en la actualidad, seguramente le parecería
extraño. “Mirando dos pantallas brillantes, una en su escritorio y una en su
bolsillo”, describió el economista Noah Smith en un reciente ensayo titulado
Solo puedo prometer que todo se va a poner cada vez más raro (weirder)”.
Smith analizó la naturaleza de esta tendencia a partir de
una discusión en Twitter en la que varias figuras prominentes debatían la
viabilidad y conveniencia de los úteros artificiales para tener hijos.
“La tecnología no se está volviendo más rara: siempre lo
fue”, argumenta el economista, solo que nos vamos acostumbrando de a poco. Y
sugiere una lista de experiencias humanas que eran básicas y normales en 1980 y
que hoy suenan extrañas: perderse con el auto (no había GPS), perder contacto
con la gente (no había redes sociales), no poder saber rápido cosas básicas, no
poder conseguir (fácilmente) pornografía, no saber el sexo del bebé por venir,
y mucho más.
“Consideren estas áreas de la ciencia que hasta hace poco
nos eran muy extrañas y hoy tienen apoyo federal y cientos de laboratorios e
instituciones trabajando en ellas: estudios de microbioma intestinal,
psicodélicos, respiración deliberada”, tuiteó esta semana el neurocientífico de
Stanford Andrew Huberman. “Te hace preguntar: ¿Qué de lo extraño de hoy pronto
entrará en el foco central?”, se preguntó.
El escritor chino Ning Ken, uno de los más importantes
traductores y divulgadores de la ciencia ficción de su país, acuñó un término
para describir lo que está sucediendo en China en materia de avance científico
y tecnológico, cambios sociales, etcétera: una “ultra-irrealidad” (en chino:
“chaohuan”), lo que va más allá de lo imaginario. “La China moderna es tan loca
que ya merece su propio género literario”, sostuvo Ken, en un artículo en el
que reconoce que el término sugerido es una derivación del “realismo mágico”
del boom literario latinoamericano de los años 80. La velocidad de cambio es
tan veloz, dice, que “parece que escapara la fuerza de gravedad”.
“Tal vez la parte más extraña del mundo no sea ninguna
innovación o evento específico, sino la forma en que los cambios se acumulan e
interactúan constantemente, una especie de música de fondo de ‘rareza’ que
subestimamos porque ya nos acostumbramos a ella –reflexionaba meses atrás el
tecnólogo Marcelo Rinesi en una nota sobre biotecnología, en esta sección–,
tanto o más que un mundo de ciencia ficción espectacular, vivimos en un mundo
de nueva rareza, uno donde subestimamos lo radicalmente extraño porque la mayor
extrañeza no está en eventos o en tecnologías puntuales, sino en la
infraestructura de nuestra realidad. Lo único más difícil de ver que lo
radicalmente nuevo que se ha vuelto constitutivo del mundo, es lo radicalmente
nuevo que se ha vuelto constitutivo de nosotros mismos”.
Más y más cambios
Hay futurólogos que piensan distinto de Smith: si bien es
cierto que la tecnología siempre trajo “rareza”, lo hace más ahora que en el
pasado y lo va a hacer mucho más en el futuro. Es el caso de Matt Clifford, un
emprendedor que escribe una newsletter muy buena sobre agenda
de futuro.
Clifford desarrolló una teoría el año pasado, luego de
fenómeno GameStop (cuando miles de pequeños inversores se
pusieron de acuerdo en redes para comprar acciones de GameStop e
hicieron fundir a fondos que apostaban a la quiebra: algo sin duda nuevo y
extraño). Según Clifford, nuestro pasado estuvo dominado por “instituciones que
acotan o reducen la varianza de lo que puede pasar” (en inglés las llama VDI).
En cambio, entramos en la era de dominio de las instituciones que amplifican la
varianza (VAI).
Las VDI filtran conductas a favor de la adhesión a normas, a
lo predecible y a la consistencia. Promueven círculos de feedback negativos:
la burocracia es el ejemplo canónico. En cambio, las instituciones
amplificadoras de varianza tienen como caso principal a internet. Si antes las
personas más ambiciosas y talentosas eran atraídas por nodos que acotaban la
varianza (McKinsey, Goldman Sachs, Google, menciona Clifford), ahora la opción
preferida es ir a una startup, donde hay incentivos para moverse a extremos. El
mundo de las VAI es uno de sorpresas, extremos y viralidad. “El genio salió de
la lámpara y ya no hay vuelta atrás”, dice el emprendedor y futurólogo.
Otra cara de la misma moneda es la de notar un contexto
actual que es en varios órdenes de magnitud más complejo que el que había hace
solo diez o veinte años (complejo en el sentido matemático: más nodos y más
relaciones entre ellos; no solamente más complicado). Para el escritor chino
Ken, esto provoca que las miradas de los economistas, sociólogos, politólogos o
cualquier disciplina por separada sean cada vez más inútiles para entender la
realidad, porque son reduccionistas. “El ojo de los escritores de ficción, más
holístico, resulta una lente que capta mejor la riqueza y las sutilezas del
fenómeno”, escribió Ken.
En esta nueva dinámica, también cobra más protagonismo que
nunca la creatividad. Si la varianza de la realidad aumenta, especular con un
escenario de acá a cinco o diez años es un ejercicio básicamente creativo.
La mentalidad de los que somos de la Generación X o de
quienes son más adultos está moldeada por las instituciones que acotan la
varianza. El creativo Nicolás Pimentel usa una metáfora para describir esta
situación: “Los de la generación X tendemos a pensar que dejamos un puerto de
aguas calmas, estamos atravesando un mar turbulento de olas gigantes, pero de
alguna forma creemos que vamos a volver a aguas calmas. Distintas, pero calmas
nuevamente. Y eso es un error”. Las olas serán cada vez más altas. Y más raras
también.
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