Las películas de ciencia ficción son un buen mapa de los sesgos y errores que se cometen a la hora de pensar escenarios a largo plazo; la falla más común es basar todo el futuro en tecnologías que aún no existen.
Mad Max, la película de 1979 que
imaginó cómo sería el mundo en 2021
En 2019 le tocó al futuro imaginado en Blade Runner llegar cronológicamente al presente. 2021 fue el año que describió la película Mad Max en 1979: allí, el director de cine George Miller especuló para 40 años después con un mundo con escasez de agua, comida y energía, donde bandas autónomas cometen todo tipo de tropelías. ¿Qué distopía fílmica nos toca en 2022? Podría ser: Cuando el destino nos alcance (Soylent Green), filmada en 1973, protagonizada por Charlton Heston y ambientada en un 2022 superpoblado con 7000 millones de habitantes… ¡Menos de los que somos hoy!
Las películas de ciencia ficción son un buen mapa de los
sesgos y errores que cometemos a la hora de pensar escenarios a largo
plazo. Suelen ser en exceso distópicas, basadas en tecnologías que hoy
no existen y con un protagonismo desmesurado de la robótica y de la tecnología
en general. Para el neurocientífico, futurista y autor de una novela de ciencia
ficción Erik Hoel, lo mismo sucede con los pronosticadores más famosos
hoy en día cuando piensan el año 2050 (solo que menos interesantes,
porque ni siquiera tienen un buen guión). “¿Por qué gente tan inteligente se
imagina que nos levantaremos a la mañana transmitiéndole con nuestro cerebro a
la cafetera que prepare nuestro capuchino favorito antes de saltar al auto
magnético volador?”, cuenta Hoel, luego de citar pronósticos de este estilo
hechos por el físico Michio Kaku o por el economista Tyler Cowen.
En diálogo con LA NACION, Hoel sostiene que el
error más común radica en basar todo el futuro en una tecnología que aún no
existe (los autos voladores magnéticos, que desde los 80 se vienen
pronosticando para “dentro de cinco años”, son el ejemplo paradigmático) en
lugar de entender que las pistas del escenario 2050 están hoy sembradas
en nuestro presente.
“2050 parece un momento súper futurista, pero en realidad es
como pensar la actualidad en 1992. Lo que más nos impactó desde entonces fueron
tecnologías que en 1992 ya estaban en su etapa naciente (internet, celulares,
PC) y, por lo tanto, es una cuestión de elegir cuáles extrapolar”, sigue
Hoel. “Si uno quiere predecir el futuro con más precisión debe ser un
‘incrementalista’ y aceptar que la naturaleza humana no cambia tanto en grande
arcos”, argumenta el neurocientífico de la Universidad de Tufts. Como
dice la famosa frase de William Gibson: “El futuro ya llegó, pero está
desigualmente distribuido”.
Sobre la base de este concepto, Hoel escribió un
ensayo con sus propias predicciones para 2050, que de inmediato resonó en las
redes y disparó varios textos largos más en futuristas tal vez no tan
conocidos, pero sí muy inteligentes y creativos. Vale la pena perderse en este
debate, que tiene aristas más interesantes que una buena novela de ciencia
ficción. Estas son algunas de las predicciones para 2050 con “lógica
incremental”, tecnologías que ya existen y probabilidad combinada. Una suerte
de festival de la bola de cristal: un “posta” o “Predicción-Palooza”.
Crónicas marcianas. Hoel es optimista con los
avances de la agenda espacial, sobre todo si se extrapolan los avances de los
últimos diez años de compañías privadas como SpaceX. “Es probable que alguien
que usted conozca esté viviendo en Marte en 2050″, arriesga. Otros futuristas,
como Rohit Krishnan, son más escépticos: “Teniendo en cuenta que solo tenemos
una ventana para lanzamientos cada 26 meses, eso nos da hasta 2050 solo 13
posibilidades de despegue, muy poco para sostener una colonia marciana
operando”, dice.
Trabajo anacrónico. En toda la discusión hay
mucho sobre el futuro del trabajo y de la educación. Así como para nuestros
hijos hoy la idea de ser empleado de una misma empresa durante décadas suena
anacrónica, lo mismo ocurrirá en el mediano plazo con la noción de ocupar la
mayor parte del día para un solo trabajo. Según Krishnan, será un anacronismo,
y eso pone en jaque todo el modelo de educación tradicional en el cual ya hoy
YouTube es más relevante que Harvard. Las nuevas tecnologías, como las de Web3,
permitirán que haya nuevos mercados de casi todo (de nuestra atención, tiempo,
fama, etcétera) con burbujas, volatilidad y formación de millonarios de la
noche a la mañana. La desigualdad seguirá aumentando (“¿Pero qué importa?
¡Tendremos nuestro café que se hace solo a la mañana!”, ironiza uno de los
tecnólogos en el debate). En términos económicos, habrá retornos crecientes
para el talento extremadamente bueno, que hoy ya no acepta estar en relación de
dependencia.
Cultura pop aburrida. En 2050 se acumularán
cientos de versiones del mundo Avengers, StarWars, etc.,
ya con remakes que irán por una tercera o cuarta tanda de refritos. Los
algoritmos para saber qué tipo de serie escandinava de misterio nos atrapa
serán tan potentes que la avenida central de la cultura será (cómo está
sucediendo) cada vez más previsible, con algunas plataformas con patrocinio
independiente que financiarán trabajo creativo que no tenga que satisfacer al
auditorio promedio (comediantes políticamente incorrectos, etcétera), dice Adam
Mastroniani, un futurólogo que escribió un extenso ensayo con predicciones para
2050.
La vuelta del harem. Una de las tendencias en
las que coinciden Hoel, Mastroiani, Krishnan y el sitio Slimeoldtime es la
caída del protagonismo de la familia nuclear tradicional. Al incrementalismo y
a la probabilidad combinada, Slimemoldtime le agrega una tercera fuerza
rectora: la “regresión a la media”. El siglo XX, se argumenta, fue único por un
montón de avances y factores, con lo cual cuando se ve la historia en grandes
arcos es probable que algunas tendencias se acomoden a la media de siglos. La
familia nuclear fue un arreglo ideal para la estructura social y laboral del
siglo que pasó, pero ya no tiene sentido. Hoel ve dinámicas crecientes de tres
o más personas para criar un hijo, y otros de sus interlocutores anticipan la
vuelta de una costumbre milenaria: el harem (de mujeres o de varones).
La ola 98 de Covid. Hay buenas chances de que
2050 nos encuentre viendo una charla TED titulada: “Qué aprendí de la ola 98
del Covid”, o de alguna otra infección por despertar cuando se derrita el
permahielo siberiano. Pese a los avances en la medicina (de aquí a una década
será una vergüenza no monitorear permanentemente la presión, la glucosa,
etcétera), la regresión a la media operará en un campo en el que el siglo XX
fue excepcional (por sus avances en luchas contra enfermedades), y la realidad
cotidiana se parecerá más a las cartas del Renacimiento, cuando las madres les
recomendaban a sus hijos qué ciudades europeas evitar por las plagas.
¿Será esta columna de Álter Eco escrita en 2050 por una
versión de lenguaje natural de inteligencia artificial GPT-29? Difícil
asegurarlo. Sí tendremos una certeza: los autos voladores magnéticos
llegarán por entonces “dentro de cinco años”.
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