Son empresas de “triple impacto”, con objetivos sociales y ambientales, además de económicos.
La pandemia no detuvo el crecimiento de los negocios
sostenibles. Al contrario, parece haberlos impulsado. Desde 2017, la cantidad
de empresas certificadas como "benefit corporations" o
"empresas B" se duplicó: de 65 pasaron a 124 en 2020. Y al
día de hoy son 134 las certificadas y 6 están en camino de
serlo.
Las empresas B, también llamadas de triple impacto,
incluyen en sus estatutos objetivos económicos, sociales y ambientales. Así, no
sólo miden los resultados del negocio, sino que buscan un impacto
positivo en su comunidad y en el ambiente.
"En 2021 se avanzó mucho. Por la visibilidad del
movimiento, pero también porque la pandemia despertó una conciencia que,
aunque existía, no tenía ese sentido de urgencia planetaria. Y
muchas empresas que estaban en la gatera se decidieron", dice Cecilia
Peluso, copresidente de la Fundación Sistema B Argentina.
Según los números de la Fundación, en el país hay empresas
con certificación B en 18 sectores de actividad. La mayor parte, 105,
son microempresas y hay también 23 pymes certificadas.
"El ecosistema emprendedor es el que habitualmente
genera negocios vinculados con una solución que el mundo necesita",
explica Peluso. "Son empresas que nacen B y su propósito
es una solución a la inequidad social o a un problema climático".
En cambio, las empresas que ya existen y se acercan a este
sistema necesitan transformarse y "resulta más fácil cambiar para las
estructuras más pequeñas", señala Peluso.
En este momento en el país hay sólo 6 grandes certificadas:
Aguas Danone, Nutricia Bago (también del grupo Danone), Grupo Gire, Porta Hnos,
Rosario Bioenergy y Megatlon. También podría contarse en esta lista a Natura,
que está certificada desde Brasil.
Evaluación
La organización B-lab, un ONG estadounidense,
desarrolló una herramienta de evaluación de sostenibilidad y el proceso de
certificación para las empresas de triple impacto.
La herramienta de evaluación consiste en un cuestionario que
incluye secciones relacionadas con gobernanza, trabajadores, ambiente,
comunidad y clientes. Según las respuestas, arroja un puntaje. Si se
superan los 80 puntos (el máximo es 200), se puede comenzar el proceso de
certificación. El uso de esta herramienta es gratuito y sirve para un
autodiagnóstico.
Si la empresa supera el puntaje mínimo y quiere certificar,
se pasa a una auditoría que realiza B-lab desde Estados Unidos y que puede requerir documentación
probatoria e, incluso, evaluación in situ.
La certificación debe revalidarse cada tres años y
tiene un costo anual que varía según el tamaño de la empresa: si la
facturación es de hasta 500 mil dólares, la cuota es de 500 dólares
anuales. Con una facturación de hasta 2 millones de dólares, se pagan
1.000.
Según Peluso, la certificación "es un compromiso y un
sello de calidad de negocio. Indica que la empresa hace buenos negocios
cumpliendo con altos estándares sociales y ambientales e implica
un compromiso para ser parte de la solución de problemáticas sociales y
ambientales", enfatiza.
Casos
Hace una década, Gabriel Escobar tomó un curso gratuito de 3
meses de pruebas de calidad de software (testing). Lo hizo gracias a que un
grupo de amigos de gente que trabajaba en un comedor en Banfield propusieron sumar ese curso a las propuestas
de capacitación en oficios tradicionales.
Después de haberlo hecho, Escobar empezó a estudiar y
trabajar. Y además, le llegaban propuestas de proyectos. Entonces, surgió la
idea de armar un emprendimiento que diera trabajo a quienes se
capacitaban en el comedor.
"Nahual IT nació formalmente en agosto de 2016",
cuenta Escobar, que es socio fundador de esta empresa de prueba de
software. "El primer año éramos 8. Pero tuvimos un proyecto grande y
empezamos a crecer vertiginosamente. Hoy somos 80 y tenemos clientes en la
Argentina y en Estados Unidos".
"Nacimos con una filosofía B", asegura Escobar.
"Si bien los números tienen que cerrar para que sea sostenible, la idea no
es el lucro por el lucro, sino que puedan trabajar personas del
barrio que tal vez no tienen las mismas oportunidades que
tuvieron otros".
Con es idea, también organizan capacitaciones para personas
hipoacúsicas, no videntes y con Síndrome de Asperger.
Sobre la certificación como empresa B, Escobar cuenta que en
el proceso empezaron a ver otras cosas en las cuales trabajar.
"No habíamos pensado tanto en el ambiente, y el proceso de certificación
te abre esa perspectiva. O te hace pensar en la red de proveedores: a
quién le estoy comprando".
La marca Papa, una línea de productos de decoración,
accesorios y textiles, nació de la unión de dos empresas B con el objetivo
de escalar. "Las empresas con impacto a veces se quedan en una
escala muy chica, y eso disminuye el impacto", dice Lorena Nuñez, su
cofundadora.
Ella y Rocío González desarrollan "productos con
propósito": por un lado, reutilizan material para su
producción y, por el otro, dan trabajo a mujeres de sectores vulnerables.
"Además de vender, creamos una fábrica que nos permite
que toda la trazabilidad de los productos esté cuidada", cuenta Nuñez.
Daravi, así se llama la fábrica, está ubicada en el distrito
Tigre Sur. "Damos trabajo a mujeres de la zona", dice Nuñez. En este
momento la empresa tiene un staff de 10 personas y da trabajo a 40
mujeres en sus casas o en cooperativas y talleres protegidos del
barrio.
En cuanto a los números, la empresa facturó en 2020 10
millones pesos. Para la producción usaron 2 toneladas de material de
descartes industriales. "Buscamos hacer productos con mucha incidencia
de mano de obra, como por ejemplo los collares, cuyo ensamble necesita de mucha
obra manual"; dice Nuñez.
Martha también es una marca accesorios de indumentaria,
principalmente de gorras, sombreros y pilusos, creada en 2014 y con
certificación B. Son 3 socios y un equipo de 10 personas que desarrollan los
diseños en la Argentina. La producción está tercerizada en China y
Vietnam.
"Trabajamos materiales sustentables: el
descarte textil, poliéster de plástico reciclado y algodón
orgánico", cuenta Pedro Rosiman, su socio fundador.
Desde 2018, los productos son 100% sustentables. Además de
los materiales, desarrollaron packaging compostable y etiquetas
plantables. "Además, medimos y compensamos nuestra huella de carbono.
La compensación se hace con plantación de bosque nativo en la yunga
tucumana", informa Rosiman.
Las grandes
En 2019, Gire - Rapipago utilizó la herramienta de B-lab
para hacer un diagnóstico: "Queríamos chequear cuál era el gap para
certificar. Y nos encontramos con la grata sorpresa de obtener 92 puntos sobre
200. Estábamos siendo B sin poder verlo", asegura Adrián
Barreto, gerente de Sustentabilidad y Comunicación Corporativa de la empresa.
El proceso de certificación "validó el modelo de
negocio de microdistribución y microfranquicias tanto en
términos de comunidad, ya que los agentes Rapipago son en gran parte
microemprendedores de escasos recursos, como de clientes, porque permite
la llegada de servicios financieros a grupos desatendidos", señala
Barreto.
En cuanto a la gobernanza, se modificó el estatuto aprobado
por los accionistas: "Cada acción que se toma va a contemplar el triple
impacto", señala Barreto. El proceso también validó la gestión de empleados,
considerando beneficios, políticas de diversidad y equilibrio
vida-trabajo.
Natura, por su parte, recibió por tercera vez
consecutiva, en diciembre 2020, la certificación de empresa B. En 2014, se
había convertido en la primera empresa de capital abierto de América
Latina en tener el sello.
"La certificación representa un reconocimiento de
nuestro compromiso para seguir generando impacto positivo. De hecho, contribuye
también al proceso de internacionalización de Natura, ya que el
movimiento B tuvo desde un inicio un nivel de conocimiento mucho mayor en
países donde Natura aún no opera", señala Sabina Zaffora, gerenta de
Sustentabilidad.
La empresa participa en seis modelos de negocio
de impacto (IBMs, por sus siglas en inglés): desarrollo de colaboradores,
mitigación de la pobreza, conservación de recursos, conservación del suelo y la
vida silvestre, reducción de toxinas, y procesos de fabricación ecológicos e
innovadores.
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