Mientras es sencillo detectar a los líderes tóxicos que
gritan y abusan de los demás en público existen otras formas más sutiles y
difíciles de visibilizar. Son los jefes que hacen “luz de gas” y minan la
autoestima de sus colaboradores de manera difícil de probar y con frecuencia es
nuestra palabra contra la de ellos que son los que mandan. Para empeorar la situación
estos comportamientos manipuladores, aunque destructivos y despreciables no
suelen romper normas específicas de las organizaciones.
Resulta casi imposible progresar si tenemos un jefe que
activamente desprecia nuestros logros, disminuye nuestra autoestima y bloquea
nuestras oportunidades. En un mundo perfecto la solución sería marcharnos pero
esto no es posible en múltiples ocasiones.
La autora propone una serie de sugerencias para procurar
sobrevivir hasta que tengamos otra alternativa. Éstas son:
1.- Asegurarnos de que realmente no están sometiendo a “luz
de gas” y que la situación no es fruto de la incapacidad del jefe, de sus
pobres dotes de comunicación o de que no le gusta nuestro trabajo. Los expertos
en esta conducta buscan activamente controlar y manipular a los demás haciendo
que la víctima se cuestione su propia realidad y valía. Mienten, niegan las
cosas que han dicho aunque las hayan puesto por escrito, proyectan sus fallos
en los demás, que tienen que estar siempre en una actitud defensiva. Promueven
la confusión, insinúan que los demás son los incompetentes y en definitiva
tratan de debilitar al otro para controlarle. Su necesidad de control puede
proceder de diversas patologías como incompetencia, inseguridad, narcisismo,
envidia o simplemente mezquindad. Si llegamos a la conclusión que nuestro jefe
es así debemos tomar las siguientes medidas:
2.- Documentar nuestras interacciones. Intentar tener
testigos durante nuestras reuniones y utilizar e- mails u otro tipo de
documentación escrita que recoja las conversaciones y acuerdos.
3.- Proteger nuestra salud mental. Es fundamental porque los
jefes tóxicos son emocionalmente venenosos, por lo que debemos crear una
distancia entre nuestra salud mental sus conductas abusivas. Tenemos que
centrarnos en reafirmar nuestra valía recordándonos que nuestro jefe es el
disfuncional no nosotros realizando actividades que nos ayuden a ello. Hacer
ejercicio, meditar y hacer las cosas que nos gusten y que nos recuerden quiénes
somos y lo que valoramos.
4.- Activar nuestra red de apoyo. Debemos procurar rodearnos
de amigos y de personas que nos apoyen y animen. Dedicar tiempo fuera del
trabajo para socializar y reducir el estrés. Podemos considerar el contar con
un coach, terapeuta o cualquier otro profesional cualificado.
5.- Minimizar los contactos directos todo lo que podamos y
procurar establecer relaciones con otros líderes. Buscar mentores y de forma
activa ver cómo construir nuestra red de relaciones con aquellas personas que
valoren y puedan defender nuestros talentos y habilidades.
6.- Evitar los enfrentamientos. Los jefes tóxicos no llevan
los enfrentamientos bien. Los que recurren a la “luz de gas” suelen sufrir de
trastornos asociados a la personalidad narcisista por lo que enfrentarnos a
ellos o pensar que van a cambiar es inútil puesto que su objetivo es mantener
su ego intacto y su control sobre los demás. Pueden reaccionar castigándonos
más aún y el denunciar la situación a un nivel superior suele ser difícil
puesto que su comportamiento va a ser complicado de probar y un jefe
manipulador suele haber cuidado mucho su relación con su jefe.
Si decidimos hacerlo tenemos primero que ver cuál es la
reputación de nuestra organización en relación con el abordaje de situaciones
similares. Para ello podemos indagar preguntando a compañeros si conocen casos
parecidos y también buscar en lugares donde los empleados exponen sus opiniones
sobre sus jefes. Una compañía con muchas opiniones negativas normalmente no nos
va a ofrecer mucho apoyo.
Si al final lo hacemos tenemos que tener una idea clara
sobre lo que queremos conseguir con la conversación. Tenemos que estar
preparados para hacer peticiones específicas de lo que queremos y necesitamos
para realizar nuestro trabajo y para explicar nuestras razones, articulando
cómo lo que planteamos no solo nos va a beneficiar a nosotros sino, también, a
él y a la organización.
7.- Explorar oportunidades dentro de la organización. Pueden
existir formas de escapar de un jefe tóxico sin tener que dejar la compañía.
Podemos buscar otros puestos que nos puedan interesar y en los que podamos
utilizar nuestras competencias e intentar realizar esa transición.
La autora termina recordando que tenemos que tener en cuenta
que trabajar con un jefe tóxico puede hacernos enfermar, que cuanto más estemos
expuestos a esta situación más nos va a costar recuperarnos posteriormente y
que la toxicidad se va a casa con nosotros. Por tanto, en algún momento
podremos tener que determinar que la única forma de progresar consiste en
movernos y aceptar que marcharnos, siempre que sea posible, es la mejor
solución ya que si nuestro horrible jefe no va a cambiar debemos recuperar
nosotros nuestro poder.
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