La pandemia forzó los encuentros virtuales / Fuente: LA NACION
Afines de 2014, el economista estadounidense Tyler Cowen
viajó a Panamá para hacer una serie de presentaciones. Una noche, aburrido en
la habitación del hotel, se puso a hacer zapping y se detuvo en un viejo
partido de básquet de los años 80 entre Los Angeles Lakers y Portland. Los
Lakers eran el equipo sensación por aquel entonces, pero a Cowen le llamó la
atención la altura de los jugadores: todas torres de más de 2,10 metros, a
diferencia de los equipos actuales, en los que hay un equilibrio entre jugadores
muy altos y otros más bajos, pero más ágiles y rápidos.
¿Qué pasó en el medio? Los equipos y los entrenadores se
dieron cuenta de las enormes ganancias que trae la cooperación: tiros de tres
puntos (desde lejos) con mejores chances de convertir, jugadores rápidos,
inteligentes y precisos. La evolución no viene de una respuesta intuitiva:
alguien que no sabe del tema podría pensar que lo mejor es salir a la cancha
solo con gigantes de 2,30 metros. Pero no.
"Los beneficios que involucran los esquemas cooperativos
son aquellos en los que la simple observación intuitiva, a la vieja usanza, no
puede apreciar", le dijo por entonces Cowen a la nacion. Cowen es un
académico polifacético. Su blog "Marginal Revolution" está entre los
más influyentes de la profesión.
Para Cowen, la del básquet es una buena metáfora de lo que
se puede venir en muchos sectores de la economía: con big data y
analítica, estos bolsones de ganancias que se escapaban a simple vista por su
complejidad quedan en evidencia, y forzarán una dinámica de cooperación más
aceitada y eficiente.
El apalancamiento que le dan las nuevas tecnologías a la
cooperación tuvo una nueva vuelta de tuerca en 2020, con la pandemia. "De
golpe, estamos todos mirando de cerca cómo trabajamos y colaboramos en equipo;
el mismo proceso introspectivo y metacognitivo que vivimos en otras áreas de
nuestra cotidianeidad es el que tenemos para nuestras reuniones de
trabajo", cuenta ahora Mariano Suárez Battan, fundador y CEO de Mural, una
plataforma de mapas mentales y herramientas de cocreación, que este año
multiplicó su facturación por cuatro.
"Nunca vimos algo así, y creo que estamos en las puertas
de una revolución de productividad en los equipos de trabajo", agrega
Suárez Battan desde la sede de su empresa en San Francisco. Mural nació en 2011
en Buenos Aires y en la actualidad tiene 250 empleados en todo el mundo. En
agosto de este año logró una ronda de inversión en serie "B" por 118
millones de dólares.
La dinámica de nueva colaboración creativa tomó velocidad en
la segunda mitad del año. Al principio, cuenta el empresario y economista, los
equipos que estaban acostumbrados a reunirse en un hotel por largas jornadas de
"tormenta de ideas" y pensamiento de diseño, tuvieron fricciones para
adaptarse a esta nueva normalidad. "Evidentemente no era lo mismo, sobre
todo en procesos creativos que exigen vulnerabilidad, animarse a equivocarse, y
eso es algo más difícil de hacer cuando no se conoce personalmente a quien está
del otro lado", explica.
Pero luego, este déficit de "serenditipia
presencial" comenzó a ser compensado por el meta-conocimiento al que hacía
referencia el creador de Mural. Se empezaron a probar plantillas de dinámicas
de trabajo (templates, en inglés) y esos esquemas luego de pueden
"copiar y pegar" a otros equipos. Suárez Battan habla de una
"plantillificación", a lo que se suma el hecho de que, además las
reuniones de Zoom o Meet (el nuevo "pollo o pasta" de la vida
corporativa, como lo bautizó el creativo Nicolás Pimentel), se graban. Y así
como los deportistas de elite y sus entrenadores se la pasan viendo videos de
sus actuaciones para corregir defectos y mejorar su desempeño, lo mismo podría
suceder con las formas de colaboración, creatividad y trabajo virtual. "Es
una suerte de bielsismo de los encuentros por Zoom", agrega Pimentel, en
alusión a lo minucioso del proceso del entrenador del Leeds.
El 90% de las ideas exitosas surge de manera colaborativa,
cuenta en su libro De dónde vienen las buenas ideas (2013)
Steven Johnson. Por lo general, subestimamos este dato porque el relato de la
innovación funciona mejor con héroes solitarios que con historias de trabajo en
equipo, que son más farragosas de narrar. En su libro, Johnson explica que
muchas de las ideas claves de la revolución industrial surgieron de charlas de
café en el siglo XVIII en las grandes capitales europeas, especialmente en
Londres. Los cafés reemplazaron como alternativa de encuentro a los bares de
bebidas alcohólicas, parada obligada por entonces, porque el agua no era
potable. Aunque hay una correlación positiva entre el alcohol y la creatividad,
ese vínculo solo se verifica al inicio de la curva, y muchas de las "no
ideas" de los siglos anteriores se debieron, según Johnson, a que los
potenciales cocreadores estaban simplemente borrachos. Como dice un refrán
africano: "Si quieres llegar rápido, camina solo; si quieres llegar lejos,
hazlo acompañado".
Un área donde se está demostrando el mayor éxito de los
procesos colaborativos es en la música. De acuerdo con un estudio realizado por
Andrea Ordanini, Joseph Nunes y Anastasia Nanni (de las universidades de
Bocconi y del Sur de California), las canciones en co-autoría temporal de dos o
más artistas tienen más chance de trepar en el Billboard Hot 100 que las
individuales (y cuanto más divergencia de estilos de los músicos involucrados,
mejores resultados).
En 2020, el aumento del grado de complejidad en los desafíos
que se enfrentan (Covid, recesión, cambio climático, etcétera) hace que la
colaboración exitosa para lograr soluciones distintas se vuelva una cuestión de
supervivencia.
No hay un cerebro en todo el mundo que por sí solo pueda
lidiar con este nivel de complejidad e hiperincertidumbre.
Café y charlas de pasillo
Además del "bielsismo" de las reuniones virtuales,
en los últimos meses y en el marco del boom de lo que se conoce como
"economía de la pasión" surgieron nuevas plataformas que viabilizan
formas de colaboración que antes no eran posibles. Por ejemplo, la revolución fintech permite que sea más fácil repartir el pago
del resultado de un trabajo que unió para un proyecto a varios
trabajadores freelancers. La comisión sobre la venta de un producto
se puede repartir entre la o el influencer que encendió la
chispa en una red social, el vendedor que cerró la operación y quien se encarga
de la entrega al comprador.
Claro que no todas son rosas, y la "fatiga de
Zoom" hace que muchos extrañen la era de la colaboración presencial. Para
paliar esta nostalgia, distintas aplicaciones como Slack o equipos de trabajo
vienen habilitando espacios virtuales de "expendedor de agua",
máquina de café o, simplemente, pasillos para recreos con diálogos que no tengan
nada que ver con las tareas de oficina.
Los creativos y estrategas Edwin Rager y Fermín Arguiz
compusieron una oda a este proceso: adaptaron "Bailar pegados" el
clásico de Sergio Dalma, al concepto de "pensar zoomeados".
"Pensar zoomeados no es pensar", dice el tema que cambia
"delfines" por la inminencia de deadlines. Para colmo,
ahora con el bielsismo de la virtualidad habrá que ver una y otra vez el Zoom
del martes a las 9 AM de las evaluaciones de desempeño de 2020. Como dice la
adaptación del clásico de Dalma de los bailarines y los delfines: "Con
razón tengo bajón, no es como en reunión, ni hay grisines."
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