Con su proyecto Premonición, Microsoft intenta predecir pandemias /
Fuente: LA NACION
En agosto de 2011, durante una entrevista con el Wall
Street Journal, el inversor, emprendedor e ingeniero estadounidense Marc
Andreessen pronunció su famosa frase: "El software se está comiendo el
mundo". Cuando la dijo, la lista de diez empresas más valiosas del planeta
estaba dominada por bancos, petroleras, automotrices y firmas de
infraestructura. Casi diez años después, ese mismo ranking fue invadido por los
gigantes de digitalización (Apple, Amazon, Alphabet, Facebook, Microsoft,
etcétera). En el cierre de esta semana, Tesla vale 26 veces lo que cotiza Ford,
y Mercado Libre unas 60 veces lo que cuesta YPF.
La firma de inversión fundada por el autor de la célebre
premonición, Andreessen-Horowitz, lanzó meses atrás un manifiesto con una idea
análoga para la década que empieza: "La biología se está comiendo el
mundo". Con la pandemia como protagonista excluyente de 2020 y la suba de
los mercados de biotecnología, la predicción está tomando velocidad.
"Estamos en el inicio de una nueva era en la cual la biología pasó de ser
una ciencia empírica a una disciplina ingenieril. Después de un milenio de usar
herramientas humanas para manipular la biología, comenzamos a aprovechar la
propia maquinaria de la naturaleza -vía bioingeniería- para diseñar, escalar y
transformar la biología", sostiene el manifiesto.
Matías Peire, el fundador y director de Grid Exponential, la
mayor incubadora argentina de startups de biotecnología, no
podría estar más de acuerdo. "Siguiendo con la analogía de Andreessen,
estamos en el equivalente a la era de Netscape y Windows de 1995. Se están
sentando las bases", dice.
Para Valeria Bosio, investigadora del Conicet en temas de
frontera biotecnológica y profesora en la Universidad de La Plata, la década de
2020-2030 será la de una transformación inédita apalancada por los avances en
biotecnología: "Es un vector que cruza absolutamente todas las partes de
nuestra vida: salud, alimentación, energía; muchos procesos que históricamente
fueron químicos ahora son biológicos y con un nivel de efectividad mucho
mayor", explica la investigadora y emprendedora que asesora a
distintas startups, como Stamm Bio Tech, con operaciones en Buenos
Aires y San Francisco. Bosio dirige el Biomit, un laboratorio de biomateriales
e ingeniería de tejidos dependiente del Conicet en la Universidad Nacional de
La Plata.
Además de la carrera por las vacunas y los tratamientos
contra el Covid, el sector tuvo recientemente un pico de difusión mediática con
el último Premio Nobel de Química a las investigadoras Emmanuelle Charpentier y
Jennifer Doudna por el desarrollo de un método para la edición del genoma que
se conoce como la tecnología Crispr/Cas9. Con trabajos pionero en 2011, Crispr
fue uno de los grandes protagonistas de la segunda década (la adolescencia) de
la biología sintética. Ya entrando en su juventud, hay grandes expectativas con
esta rama, que en el último año trajo la novedad del prime
editing (ya comentado en esta sección), una técnica con mayor
precisión y posibilidades. Si Crispr se asimila a unas tijeras, la analogía que
se usa con Prime Editing es la de un procesador de texto.
"Todo tiene que ver con el aumento exponencial del
músculo computacional y la inteligencia artificial, pero no es la única
explicación", dice Bosio. Como en biotecnología las combinaciones a
testear son casi infinitas, la IA ayuda a determinar en qué caminos focalizarse
(en términos del divulgador de temas de creatividad, Adam Grant, "besar
los sapos correctos" para que se conviertan en príncipes). De hecho,
varios de los tratamientos que se están probando con éxito contra el Covid surgieron
por esta vía.
Pero a Bosio le entusiasma la explosión de biocensado,
"la posibilidad de medir mejor, en un volumen mayor en varios órdenes de
magnitud y por más tiempo", en distintas dimensiones.
Una de las novedades de las últimas semanas y casi de
ciencia ficción en este aspecto fue el lanzamiento del proyecto de Microsoft
"Premonición", mediante el cual vía sensores distribuidos en todo el
planeta se toman muestras biológicas, que permitirían predecir próximas
pandemias como si se tratara del clima. Mediante una combinación de Internet de
las Cosas, IA, cloud computing y otras tecnologías, se relevan
principalmente mosquitos que acarrean las enfermedades para detectarlas antes
de que emerjan en humanos y, así, permitir que las tareas no se limiten a
monitorear su evolución cuando ya es tarde, como sucede en la actualidad. La
iniciativa ya lleva analizadas unos 80 billones de muestras.
En una caja de zapatos
La interacción entre la mayor capacidad de cómputo y la
biotecnología no es de una sola vía. La semana pasada se publicaron avances del
proyecto OligoArchive, fondeado por la Comisión Europea, por el cual se está
explorando la posibilidad de almacenar datos en ADN sintético. La iniciativa
está en etapas iniciales de prueba pero, de resultar exitosa, podría revolucionar
el mundo del almacenamiento de información.
Para tener una idea de las dimensiones de lo que implica
esto, basta decir que para 2025 se estima que el planeta producirá 463 exabytes
de datos (equivalentes a 212 millones de DVD). Si la iniciativa tiene éxito,
esa totalidad de información cabría en una caja de zapatos de ADN sintético
secuenciado.
Quedan aún enormes desafíos ingenieriles para llevarlo a
cabo (como ocurre con la computación cuántica), pero el equipo científico de
Sophia Antipolis que lo está desarrollando confía en la robustez del material
(se puede extraer ADN de animales extintos hace millones de años). El objetivo
último es construir una suerte de "disco de ADN" que reemplace al
almacenamiento magnético tradicional.
Bosio remarca que el mayor volumen de capital de riesgo
y startups, con un horizonte promedio de desarrollo de productos de
siete años, promueve una limitación que hace que los equipos se focalicen en
objetivos concretos y se mejore la eficiencia del proceso de innovación.
"Los científicos tendemos a irnos por las ramas; la gimnasia con los
inversores hace que haya un presupuesto y un tiempo limitados que de alguna
manera actúan como musa inspiradora", explica. Como decía un jefe de
redacción, en periodismo no hay mejor musa inspiradora que el cierre, que
determina que no se puede entregar una página en blanco.
La historia de la década en la que la "biología se
comerá el mundo" se reescribe día a día y los caminos que se abren son
casi infinitos. "No podemos dejar de hablar de los humanoides: creo que
entramos en una etapa en la cual algo tan común como ponernos un lente de
contacto se trasladará a otras prótesis y complementos de nuestros
cuerpos", explica la científica que desde hace años en su laboratorio
experimenta con el reemplazo de huesos por un compuesto que viene de la seda.
Aquí también las novedades últimas son de ciencia ficción.
Dos semanas atrás, un equipo de investigadores australianos y estadounidenses
publicó en el Journal of Neurointerventional Surgery un artículo
en el que mostraron con éxito una nueva técnica de electrodos tubulares que se
van desplegando dentro de las venas del cuerpo humano hasta llegar al cerebro.
Los científicos fueron en este caso, literalmente, "a la yugular" y
lograron resultados positivos en pacientes con parálisis y esclerosis lateral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario