Los tiempos inciertos que atraviesan nuestras organizaciones ponen en evidencia el papel importante que deben desempeñar los directivos siendo elementos dinamizadores para sus equipos así como piezas diferenciadoras en mercados tan competitivos. Alguna de las enseñanzas que nos deja la crisis es que para superar el bache, más allá de una buena estrategia, se necesita ante todo contar con directivos capaces, valientes y comprometidos. Estoy convencido de que las personas con talento son como nunca antes el factor clave de éxito de las empresas, y éstas acabaran compitiendo en términos de calidad directiva, como ventaja competitiva diferenciadora en sus mercados.
En el día a día de mis proyectos de gestión del cambio tengo sobradamente comprobado, que sólo con una estrategia empresarial adecuada no se consigue recobrar el éxito empresarial. Para darle la vuelta a la cuenta de resultados, resulta más decisivo contar con un plan de acción bien ejecutado por parte de un equipo directivo absolutamente comprometido, que un minucioso plan pero lentamente aplicado por parte de ejecutivos deprimidos.
Considero que las diferencias actuales entre unos directivos y otros, no se encuentran tanto en su historial académico o profesional como en su actitud ante los cambios. Las compañías en las que sus directivos sólo parecen estar interesados en mantener el status quo, resistirse al cambio, reír las gracias al jefe y evitar cualquier tipo de opinión en contra, lo van a tener mal, y ellos también. En una época como la actual, no podemos perder la oportunidad única de cambiar sistemas obsoletos basados en el poder o el miedo, se necesita reinventar, y esto sólo se consigue cuando se está dispuesto a cuestionarlo todo, hasta como uno mismo hace las cosas.
¿Cuáles son los rasgos que debe poseer hoy un directivo para seguir aportando valor a su organización?
Después de haber gestionando muchas situaciones complejas con directivos estos años, quiero destacar tres competencias que me parecen críticas para estos tiempos, diferenciadoras, y que creo conviene priorizar y alentar en nuestra gente con rapidez con el fin de incrementar su valor:
• Foco
• Equipo
• Resiliencia
El foco. Es la habilidad de saber prestar la atención a las cuestiones verdaderamente claves en cada momento. Puede parecer obvio, pero muchos directivos se pierden todavía en cuestiones y tareas que estos momentos son intrascendentes, en lugar de enfocarse en lo que aporta mayor valor y es fundamental para la organización. ¿Dónde poner el foco? Sin lugar a dudas, en todo lo que guarda relación con la excelencia para con los clientes, y la rentabilidad de la empresa. Conseguir que todos los miembros de nuestra organización queden organizados y enfocados a prestar una atención y servicio excepcionales a los clientes, es la máxima prioridad directiva. Luego está conseguirlo de la forma más rentable posible. El resto, honestamente, es segundario.
El equipo. Desde hace años se habla del trabajo en equipo como el camino que tiene que llevar a alcanzar la excelencia de nuestras empresas. La crisis lo está tirando por los suelos. No porque ya no sea cierto, sino porque los temores y la incertidumbre, frutos de la falta de autoestima y aplomo de muchos directivos, hacen que se esté volviendo a comportamientos individualistas cuando precisamente se necesita lo contrario. Solos no sacaremos esto adelante, tenemos que volver a trabajar juntos. Un ejemplo: en una empresa con dificultades, pero llena de individualidades, y con un comité de dirección inoperante, se consiguió establecer la figura del comité operativo (sin dirección general) en los que los directivos de cada área trabajan abiertamente alrededor de proyectos y objetivos comunes, pero sin justificaciones, ni miedos. Los resultados han sido sorprendentes en tan solo dos meses.
La resiliencia. Los expertos han definido la resiliencia como la capacidad de mantener el equilibrio en medio de las adversidades, por ejemplo cuando se es sometido a grandes exigencias y presiones. Es también la capacidad para sortear dificultades, aprender y reponerse de los fracasos, transformando los aspectos negativos en nuevas oportunidades y ventajas. La palabra proviene del latín resilio, e implica volver atrás, dar un salto o rebotar, como les ocurre a las gomas elásticas cuando se estiran y regresan a su estado inicial. Las empresas necesitan hoy directivos resilientes, capaces de cuestionarse continuamente, de levantarse de las derrotas y ayudar a levantarse a otros, que no dejen de hacer lo que toca, y que pese a que los resultados tardan en llegar, no pierdan de vista el objetivo. Me acuerdo de un joven director general que heredó la dirección de una empresa muy al principio de la crisis. Fue capaz de tomar decisiones difíciles en medio de un ambiente familiar enfrentado porque los resultados no llegaban. Al final, su valentía, perseverancia y buen juicio le dieron la razón: su empresa es de las que está saliendo reforzada.
Los tiempos inciertos son la mejor oportunidad para que los directivos de cualquier empresa mejoren su empleabilidad, demostrándose a sí mismos, a sus equipos, a sus empresas, y a la comunidad empresarial, que son piezas críticas, necesarias y confiables para sacar adelante los negocios.
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