Adam Grant, psicólogo organizacional, profesor de Wharton Business School y ganador de numerosos premios por sus
investigaciones, en su libro “Give and take” (“Dar y recibir”),
recientemente publicado y que ya hemos mencionado en una entrada anterior, plantea que para
tener éxito y “llegar a la cumbre” es crítico que no nos centremos
exclusivamente en nuestro “viaje” sino que nos preocupemos por recorrer el
camino con nuestros profesionales.
Propone las siguientes ideas:
Normalmente
se acepta que las personas que tienen mucho éxito tienen 3 cosas en común:
motivación, habilidad y oportunidad. Si queremos triunfar necesitamos una
combinación de trabajo duro, talento y suerte, pero existe otro factor,
frecuentemente menospreciado, que es crítico y es la forma en que enfocamos
nuestras relaciones con los demás. Cada vez que interactuamos con otra persona
en el trabajo hacemos una elección: intentamos reclamar para nosotros todo el
valor que podamos o contribuimos y
aportamos valor sin preocuparnos por lo que recibimos a cambio.
Diversas
investigaciones realizadas en las tres últimas décadas por los científicos
sociales han puesto de manifiesto que las personas podemos diferir mucho en
cuanto a nuestras preferencias de reciprocidad. Grant distingue a dos
tipologías situadas en los extremos del espectro de la reciprocidad en el
trabajo:
1.- RECEPTORES. Procurar recibir más de lo que
dan y ponen sus intereses por delante de los de los demás. Piensan que el mundo
es un lugar competitivo en el que para triunfar tienen que demostrar o
aparentar que son mejores que los demás, por lo que se auto promocionan y se aseguran de recibir numerosos
reconocimientos por sus esfuerzos. Ayudan a los demás cuando estratégicamente
valoran que los beneficios que pueden obtener compensan los costes personales.
2.- DONANTES. Son más escasos en el mundo laboral. Prefieren dar
más de lo que reciben y se centran en prestar atención a lo que los demás
pueden necesitar de ellos. Ayudan a los demás sin esperar nada a cambio. Son
generosos al compartir su tiempo, energía, conocimientos, habilidades, ideas y
relaciones con otros colaboradores que se pueden beneficiar de sus
aportaciones. No requiere que se realicen extraordinarios actos de sacrificio,
como pueden ser los de Mahatma Gandhi o
Teresa de Calcuta, implica por ejemplo el estar centrado en actuar teniendo
en cuenta los intereses de los demás, ayudando, facilitando coaching y
mentoring, compartiendo los triunfos o facilitando las interrelaciones con los
demás. Fuera del trabajo en nuestras relaciones familiares o de amistad si es
frecuente que nos comportemos de esta forma.
Profesionalmente,
según Grant, pocos de nosotros actuamos exclusivamente como donantes o
receptores, solemos adoptar un tercer modo de comportamiento que consiste en
intentar encontrar un equilibrio entre lo que damos y los que recibimos,
operando bajo la idea de un principio de “justicia”: cuando ayudan a otros se
están protegiendo ya que esperan
reciprocidad.
Normalmente
vamos cambiando de un estilo de comportamiento a otro según los roles que vamos
desempeñando en el mundo laboral y las distintas relaciones. Podemos
comportarnos como receptores al negociar nuestro salario, como donantes al
actuar como mentores de algún compañero con menos experiencia y buscar el
equilibrio al compartir conocimientos y experiencias con otros profesionales.
Pero solemos adoptar preferentemente uno de los comportamientos.
Profesionalmente
los tres estilos de reciprocidad tienen sus ventajas y desventajas, pero
parece, según distintas investigaciones, que el que menos acompaña al éxito
profesional sería el de donante, ya que procuran potenciar a los demás, pero
pueden sacrificar su propio progreso en el proceso. Paradójicamente, también
son los que se sitúan en lo alto de la escala que mide éxito o fracaso, ya que
son capaces de crear valor para ellos mismos mientras maximizan las
oportunidades de que este valor fluya y genere beneficios para los demás.
Todos los estilos pueden alcanzar el éxito
pero cuando un donante es el que triunfa el éxito se disemina, pero cuando lo
hace un receptor con frecuencia alguien pierde. Distintos estudios muestran que
las personas solemos envidiar a los receptores afortunados y que intentamos
bajarles de su pedestal, mientras que con los donantes adoptamos una conducta
de colaboración y apoyo, ya que estos crean valor compartido.
En las
tres últimas décadas el psicólogo Shalom Schwartz ha estudiado los
valores y principios rectores que guían a las personas en distintas culturas a
lo largo del mundo, entre ellas España, Sudáfrica, Malasia, Estados Unidos,
Australia, Chile o Suecia. Pidió a los encuestados que valorasen la importancia
de determinados valores que clasificó en dos listas:
Lista nº 1:
Riqueza:
dinero y posesiones materiales.
Poder:
dominancia, control sobre los demás.
Placer:
disfrutar de la vida.
Ganar:
ser más que los demás.
Lista nº 2:
Disposición
de ayuda: trabajar por el bienestar de los demás.
Responsabilidad.
Justicia
social: cuidado de las personas que lo necesitan.
Compasión:
responder a las necesidades de los demás.
Los
receptores seleccionaron los valores de la primera lista, mientras los donantes
prefirieron los recogidos en la segunda lista. En los doce países en los que se
realizó el estudio la mayoría de los
encuestados seleccionaron el dar y trabajar por los demás como el valor más
importante.
En el
mundo profesional se produce la paradoja de que por el temor de ser
considerados débiles o ilusos muchos donantes, sobre todo en escalafones altos
de las organizaciones no se atreven a actuar como tales y lo hacen buscando un
equilibrio entre dar y recibir, llegando en ocasiones a sentirse presionados
para adoptar actitudes de receptores en organizaciones que perciben como de
suma –cero(o ganas o pierdes) en las que van a ser explotados si no se
defienden. Ser donante es especialmente peligroso cuando nos encontramos con
receptores puros.
El autor
presenta en el libro distintos aspectos del comportamiento y actuaciones de
cada estilo:
I.- CREACIÓN DE REDES SOCIALES.
Grant en
el segundo capítulo del libro analiza cómo cada tipología desarrolla distintas
redes sociales y cómo sus interacciones dentro de las mismas tienen distintas
características y consecuencias. Propone
que aunque tanto los donantes como los receptores pueden conseguir tener
amplias redes de relaciones, los primeros producen un mayor valor añadido a
través de sus conexiones y en formas que pueden no parecer obvias. Reid
Hoffmann, fundador de LinkedIn,
dice que “Si ayudas a los demás, rápidamente refuerzas tu reputación y expandes
tu universo de posibilidades”.
Cuando
nos encontramos con un receptor tendemos a protegernos cerrándole la puerta de acceso a nuestros contactos y no
otorgándole nuestra ayuda ni confianza.
Para evitar encontrarse en esta situación muchos receptores fingen ser
donantes, actuando de forma generosa para infiltrarse en nuestras redes. Pero
se encuentran con la dificultad de mantener este comportamiento, que no es
espontáneo, en todas sus interacciones y
suelen adoptar conductas dominantes y controladoras con sus subordinados y
sorprendentemente sumisas y respetuosas
con sus superiores. Cuando se relacionan con personas poderosas son muy cuidadosos
y extreman su capacidad de halagar y
seducir. Cómo resultado consiguen causar una primera impresión deslumbrante.
Los
receptores pueden ascender en sus carreras profesionales de la forma anteriormente
expuesta, pero pueden caer por su actitud con sus subordinados. Diversas
investigaciones demuestran que cuando las personas van teniendo más poder se
van sintiendo menos constreñidas y con más libertad para expresar sus
tendencias naturales. Cuando los receptores sienten que van aumentando su poder
van prestando menos atención a cómo son percibidos por sus colaboradores y
subordinados, sienten que tienen derecho a perseguir sus retos individuales y a
reclamar todo el valor que puedan. Con el tiempo este comportamiento de
menosprecio y maltrato compromete sus relaciones y reputación, ya que la
mayoría de las personas, como ya hemos visto en el mundo laboral, tienden a
buscar un equilibrio entre dar y recibir, aspiran a la equidad y la reciprocidad
y cuando los receptores violan estos principios tienden a reaccionar aplicando
el dicho de “ojo por ojo” y reclaman justicia. No pretenden vengarse de los
receptores por intentar aprovecharse de ellos, buscan justicia y castigarles,
también por sus actuaciones injustas con otras personas, no sólo con ellos.
En el
ámbito de las redes sociales nuevos estudios demuestran que cuando las personas
se hartan de los receptores les castigan compartiendo información que afecta su
reputación, como por ejemplo utilizando rumores y cotilleos. Cuando ésta se
extiende, al ser negativa, el receptor se encuentra que ha perdido muchos de
sus contactos y tiene dificultades para crear nuevas relaciones. Si enfocamos
nuestras relaciones con el único fin de nuestro beneficio personal
fracasaremos, ya que las personas tienden
a evitar ser explotadas.
La
dificultad al establecer una nueva relación la podemos encontrar en adivinar
los motivos e intenciones que subyacen en el nuevo contacto, ya que como hemos
visto en muchas ocasiones los receptores suelen disfrazarse de donantes si
piensan que pueden obtener algo que les interesa de nosotros. Afortunadamente los receptores van dejando
pistas:
1.- Su
comportamiento con las personas con las que se relacionan a todos los niveles, como
ya hemos visto.
2.- La utilización del “autobombo”, suelen
utilizar en sus conversaciones pronombres personales en primera persona: “yo,
mi, mío”, intentar glorificar su imagen e intentan tener salarios muy superiores al del resto de
profesionales de su organización.
3.- En
las redes sociales virtuales suelen incluir información sobre ellos mismos de
autopromoción, resaltando su importancia y poder. Procuran tener muchas
relaciones buscando contactos superficiales que les permitan difundir sus logros
y obtener favores.
Tanto los
receptores como los que buscan reciprocidad establecen relaciones se suelen
centrar en aquellas que piensan les pueden ser de utilidad en un futuro cercano
y dan de forma estratégica esperando un retorno que iguale o supere su contribución. En lugar de hacer
favores de forma reactiva a las personas que ya les han ayudado ofrecen su
apoyo proactivamente a las personas de las que esperan obtener algo en el futuro.
La
reciprocidad puede tener dos inconvenientes:
a).- Las
personas que reciben la ayuda pueden sentir que están siendo manipuladas.
Cuando los favores se ofrecen interesadamente las personas que los reciben
pueden preguntarse si el que los ofrece
se preocupa realmente por ellas o si está creando una situación que obligue a
devolverlos y son realmente “regalos envenenados”.
b).- Las
conexiones y relaciones que se establecen son más escasas y su calidad se
resiente, ya que se limitan a aquellas de las que se espera algo a cambio.
Guy Kawasaki, de cuyo libro “El arte de encantar”, hemos hablado en
entradas anteriores, dice:”Cuando conocemos
a una persona, independientemente de quién sea, debemos preguntarnos cómo le
podemos ayudar”. En un estudio realizado
por Wayne Baker, junto a Rob Cross de la Universidad de Virginia
y Andrew Parker de IBM, sobre la energía
que transmiten a sus relaciones, creando mapas de energía, los receptores eran
agujeros negros que chupaban la energía de los que les rodeaban, mientras que
los donantes eran soles e inyectaban luz
a toda la organización. Estos últimos creaban oportunidades para que sus
compañeros colaborasen en lugar de tratar de imponer sus ideas y de monopolizar
el crédito por los logros obtenidos. Cuando están en desacuerdo con las
sugerencias los donantes muestran
respeto por las personas que las proponen en lugar de menospreciarles.
Dar tiene
un efecto contagioso y rápido en las
redes sociales. Si una persona elige contribuir en un grupo de forma altruista,
el resto de miembros se sentirán estimulados a ofrecer sus ideas y apoyos de
forma instintiva en sus distintas interacciones y a sacrificarse por beneficiar
a los demás.
Un
estudio de Frank Flynn,
profesor de Stanford, entre ingenieros de una importante empresa de
telecomunicaciones en la que se pedía a
los participantes que se identificasen a sí mismo y a sus compañeros en una
de las tipologías y que se
clasificasen en función del status (
entendido como el respeto que los demás sienten por la persona), dentro de su organización encontró que:
1.- Los
receptores eran los que puntuaban más bajo en la escala de status. “Quemaban
puentes“ al pedir favores constantemente, que rara vez devolvían. Sus
compañeros les consideraban egoístas y les castigaban mostrándoles falta de
respeto.
2.- Los
donantes eran los que se encontraban en los puestos más altos. Cuanto más
generosos eran más respeto y prestigio obtenían, a la vez que demostraban su
valía y sus buenas intenciones.
3.- Al
medir la productividad parecía que los donantes se encontraban en peor posición
que los que buscaban un equilibrio entre dar y recibir por el tiempo que
dedicaban a ayudar a los demás en detrimento de realizar su trabajo. Al
analizar cuidadosamente los datos se pudo observar que esto sólo ocurría cuando
el donante no ayudaba habitualmente y rara vez solicitaba ayuda, pero que en los casos en los que daban
con frecuencia tenían la productividad
más alta de todos y el mayor respeto de sus compañeros. Con su conducta
altruista generaban confianza, su ejemplo se extendía y atraían ayuda valiosa de todos los niveles
de la organización no sólo de los profesionales a los que ayudaban.
Isabel Carrasco
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