La Fed decidió días atrás concretar un nuevo incremento de
su tasa de interés; esa estrategia no impacta en los países emergentes como en
otras épocas; varios factores explican el cambio.
Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, que en los últimos días decidió una nueva suba de la tasa de interés.
LONDRES.– Siempre que la Reserva Federal de Estados Unidos
sube las tasas de interés, los inversores se preocupan reflexivamente acerca
de crisis en los mercados emergentes. Hoy podría parecer que se está
dando el patrón habitual. El miércoles último, 27 de julio, la Fed
anunció la suba de su tasa de interés de referencia en 75 puntos básicos y
dio, a la vez, una señal de alerta sobre el futuro de la economía en el país
norteamericano, al expresar que los últimos indicadores de consumo y producción
se habían “suavizado”. La decisión llevó la tasa de interés al rango
comprendido entre 2,25% y 2,5%, el nivel más alto desde principios de 2008.
Mientras tanto, Sri Lanka se ha quedado sin divisas
extranjeras, la Argentina se enfrenta a la posibilidad de un nuevo
default en su historia y muchos países pobres tienen problemas.
Pero, si uno analiza las cosas más de cerca, se observa
que la economía mundial se ha transformado y que el
impacto de los problemas en los mercados emergentes ha cambiado.
La crisis de mercados emergentes arquetípica se dio en
1997-1998. Al subir las tasas la Fed, lo cual atrajo capitales de
regreso a Estados Unidos, se quebró la moneda tailandesa, y eso llevó a una
situación de pánico que hundió a Corea del Sur y a Indonesia. Luego se
contagiaron Brasil y Rusia y también Itcm, un fondo de alto riesgo de Wall
Street, que colapsó. La calma fue restaurada por la Fed y el Tesoro de Estados
Unidos, que presionaron a los bancos de ese país para que postergaran los
vencimientos de créditos, y también por el FMI. Tres funcionarios
estadounidenses que encabezaron el esfuerzo por apagar el incendio fueron
bautizados “el Comité para salvar al mundo”.
Hace aproximadamente una década, hubo un leve eco de lo ocurrido
entre 1997 y 1998, cuando la Fed dio señales de que ajustaría su política,
provocando una venta de activos de mercados emergentes.
Pero, desde entonces, mucho ha cambiado. La
participación de las economías emergentes en el producto bruto global a precios
de mercado aumentó del 21% al 43%. La participación de Asia en el PBI
de países emergentes se duplicó, alcanzando el 60%, con China e India a la
cabeza y con una mayor autocontención financiera, al existir sectores bancarios
encabezados por el Estado y mercados de bonos que, en gran medida, están
cerrados a los extranjeros.
El peso de muchos lugares proclives a las crisis es
pequeño: la economía de América Latina representa el 5% del PBI
mundial, a la vez que la región significa el 1,4% de la valuación bursátil.
Otro cambio es que muchos mercados emergentes han
eliminado la atadura de sus monedas a divisas extranjeras; es decir,
hay dejado de tener tanta deuda en dólares y endeudamiento en el extranjero.
Hoy, solo 16% de sus deudas son en moneda no local. Los gobiernos dependen cada
vez más de bancos de los propios países. Muchos lugares se enfrentan a
desarrollos más lentos de las crisis y de los peligros locales, como las
espirales inflacionarias o los bancos zombi. Un colapso del sistema financiero
chino cargado de deudas afectaría el crecimiento global, porque la economía
china es grande, no porque inversores extranjeros estén expuestos directamente
a ese riesgo.
Otro perfil de acreedor
El último cambio indica que, incluso donde los acreedores
extranjeros son importantes, sus perfiles son diferentes. Por ejemplo, el “Club
de París” de acreedores, compuesto mayormente de países ricos e instituciones
multilaterales tales como el FMI, tiene menos del 60% de la deuda de
los países más pobres, comparado con el 80% que tenía en el año 2006. China
tiene alrededor de un quinto de esa deuda.
La buena noticia es que parece menos probable que
los pánicos en los mercados emergentes provoquen daños serios al resto del
mundo. Calculamos que los países que enfrentan un mayor riesgo de
default hoy en día representan solamente el 5% del PBI y el 3% de la deuda
pública global.
La mala noticia es que estos lugares tienen 1400
millones de habitantes, o el 18% de la población global, y enfrentan
un inmenso desafío humanitario, al verse expuestos a una inflación más elevada,
mayores cargas de deuda, tasas de interés altas, y combustible y alimentos
caros.
La nueva distribución de sus deudas, por otra parte,
significa que es más difícil llegar a acuerdos que les alivien la carga
de esas obligaciones. Occidente no quiere dar ayuda que fluya a
acreedores chinos. China es renuente a participar en la reestructuración de
deudas, aunque cualquier comité de rescate actual necesita un miembro
representante de Pekín.
Como resultado de todo ello, aunque las crisis de los mercados emergentes representen menos peligro para la economía global, pueden ser una amenaza mayor para las personas que las viven.
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