Aunque no es economista sino psicólogo, su libro “Thinking, Fast and Slow” ganó el Premio Nobel de economía. Con una visión cartesiana del mundo, dice que nuestras primeras reacciones son producto de nuestra parcialidad y no del pensamiento racional.
Kahneman se incluye en un grupo de académicos que desde hace años trata de dejar de lado la teoría de conducta económica que valora el “agente racional”, según la cual las personas, en su vida económica, se comportan como robots calculadores, que toman decisiones racionales cuando compran acciones, sacan una hipoteca o toman cualquier decisión.
Todos ellos han aportado montones de pruebas de que las personas, lejos de ser agentes racionales como suelen afirmar los libros, son inconsistentes, emocionales y parciales. Los pioneros de este campo no son economistas. Daniel Kahneman y Amos Tversky son psicólogos israelíes que advierten que la gente real por lo general no toma decisiones como dicen los economistas. Tversky murió en 1996; seis años más tarde, Kahneman ganó el Premio Nobel en economía.
Thinking, Fast and Slow, es el nombre del nuevo libro de Kahneman que contiene mucho de lo que se ha venido diciendo en economía sobre este debate pero también dice mucho sobre cómo pensamos, reaccionamos y arribamos a conclusiones en todas las esferas. Lo que más interesa a Kahneman son las maneras previsibles en que ocurren los errores de percepción.
Sintetizando décadas de su propia investigación y de la de sus colegas, Kahneman presenta una arquitectura de la toma de decisiones humana, un mapa de la mente que se parece a una máquina delicadamente afinada que adolece de muchas tramperas y cableados defectuosos.
Durante años, dice en el libro, los conductistas han catalogado los errores sistemáticos y los patrones no lógicos de la gente. Algunos ejemplos que cita:
1. Los sujetos sometidos a experimentos se muestran más dispuestos a operarse si escuchan que la tasa de “sobrevida” es de 90% en vez de que la tasa de mortalidad es de 10%,
2. La gente evita la posibilidad de que luego tenga que lamentar algo. Entonces, invierte tiempo y dinero en un proyecto de resultados dudosos en lugar de abandonarlo y admitir que se equivocó.
3. En los experimentos, la mayoría de los sujetos prefiere recibir US$ 46 seguros a tener 50% de posibilidades de ganar US$ 100. Un agente racional aceptaría la apuesta.
Más allá de estos ejemplos, el mayor logro de Kahneman es construir una estructura para interpretar cómo o por qué la mente razona como lo hace. Su artilugio crea dos personajes de ficción, que identifica como Sistema 1 y Sistema 2.
Sistema 2 es la mente pensante, consciente. Algo que concebimos como el principal actor, el decididor de nuestras vidas. Piensa despacio, sopesa, evalúa, razona. Su trabajo requiere esfuerzo mental: multiplicar 24 por 17 o girar a la izquierda en un cruce muy concurrido. Atribuimos la mayoría de nuestras opiniones y decisiones a este personaje pensante y razonador.
Para Kahneman, sin embargo, el protagonista principal es Sistema 1. Este es el agente de nuestras respuestas mentales automáticas y sin esfuerzo. Puede sumar números de un dígito y llenar la frase “pan con m --” Viene equipado con una imagen del mundo llena de matices, el producto de nuestros recuerdos y patrones de asociación aprendidos que le permiten escupir una cadena de reacciones, juicios y opiniones. Sistema 1 puede detectar una nota de enojo en una voz en el teléfono; se forma opiniones rápidas sobre la gente que encuentra.
El defecto de esta máquina notable es que Sistema 1 trabaja con la información que tiene, sea ésta mucha o poca. Si no puede responder la pregunta “¿La acción de Ford es una buena inversión?” da una respuesta sobre la base de datos relacionados, a veces no muy relevantes, como “a mí me gusta la marca Ford”.
Sistema1 simplifica, confirma—busca, y cree que ve, una coherencia narrativa en un mundo a menudo aleatorio. No hace complicadas hazañas de lógica o evaluaciones estadísticas. Uno escucha que hubo un ataque terrorista y quiere evitar todos los colectivos y trenes; sólo si desaceleramos, y empleamos las herramientas de Sistema 2 nos damos cuenta de que los riesgos de que el terrorismo nos afecte son muy escasos.
La fuerza de voluntad requiere esfuerzo; es una característica de Sistema 2. En un experimento con niños de 4 años, aquellos que pudieron demorar el ponerse en la boca una galletita Oreo dieron mejores resultados diez años después en las pruebas de cociente intelectual. Kahneman sugiere que la capacidad para pasar al Sistema 2 es un signo de “mente activa” y preludio de éxito.
Aunque artilugio, este esquema es muy efectivo para describir cómo pensamos: creemos que somos criaturas de pensamiento, pero nuestras opiniones simplemente ratifican nuestras respuestas automáticas.
Kahneman es menos convincente en su tratamiento del mundo de los negocios. Afirmando que hasta los sujetos más descollantes en los negocios – y también los deportes – finalmente se orientan hacia la media, él dice que el éxito es, en gran medida, atribuible a la suerte. Esto confunde acontecimientos que tal vez no son predecibles con los que son determinados por la suerte. Una tienda con gran éxito de ventas – para citar uno de sus ejemplos – no tiene suerte, está bien situada. Y si luego sus ventas decaen, eso no necesariamente es una señal de que su éxito anterior haya sido aleatorio. Los negocios tienen un ciclo que se auto-corrige y que fomenta un regreso a la media. El éxito atrae a los competidores.
Thinking, Fast and Slow está repleto de consejos para superar nuestra parcialidad en la vida cotidiana.
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