Antes de comenzar, debo aclarar que estos pensamientos no
tienen ninguna intencionalidad política sino que surgen del análisis de la
situación macroeconómica y social que estamos viviendo.
Hace un año ya que ha asumido el nuevo gobierno en la
Argentina y entre las primeras medidas tomadas se apuntó a la
profesionalización de la conducción de ciertas áreas críticas (decisión que por
supuesto comparto que era necesario encarar) por lo que se buscó incorporar a
la administración a algunos de los más importantes CEOs del país como por
ejemplo Juan José Aranguren e Isella Costantini, entre otros.
Ahora bien, como docente universitario y especialista en la
gestión pyme normalmente suelo plantear en mis clases si cuando uno quiere
profesionalizar una pequeña y mediana empresa son los CEOs de las grandes
empresas los dirigentes más aptos y adecuados para llevar adelante el proceso.
Y la respuesta es que, primero debemos evaluar de qué tipo de pyme se trata. Si
es la tradicional, o sea, aquella que viene en pleno proceso de crecimiento,
con una cultura centralizada en el empresario, con mucha informalidad en la
gestión cotidiana y con una cultura emprendedora más que empresarial entonces,
mi consejo se aleja mucho de un número 1 proveniente de una empresa grande.
Los CEOs de las grandes corporaciones – según mi modesta
opinión – están acostumbrados a manejarse en ambientes organizacionales y en
contextos totalmente diferentes que los empresarios pymes. Habitualmente se
manejan con una gran cantidad de recursos a su disposición, saben que tienen el
respaldo de una corporación reconocida tras sus espaldas (muchas veces hasta
monopólicas u oligopólicas) lo que se traduce en el hecho de que cuando hay que
lograr una mejora de rentabilidad simplemente se aumentan los precios, usan el
endeudamiento como una palanca de gestión porque hasta los bancos le prestan
dinero en condiciones mucho más ventajosas y por supuesto la gran mayoría de
ellos – no todos – están demasiado lejos de “la trinchera” lo que hace que si
bien hablen mucho de cultura organizacional, teambuilding, cambio, etc. suelen
tener un perfil demasiado técnico que
acerca mucho más su sensibilidad hacia los números que hacia lo social.
Ahora bien, está la Argentina – nuestro querido país – en
condición de ser considerada una corporación grande como para que las ventajas
del perfil CEO sean aplicadas o estamos más cerca de ser una PYME con todo lo
bueno y lo malo que eso representa
Pido disculpas si alguien se ofende pero considero que
estamos mucho más cerca de la segunda opción y por ello surge la inquietud que
da origen a este pensamiento expresado en el título del artículo. La duda me
surge cuando pienso si la efectividad de
un CEO (dejando de lado a los fuera de serie como Jobs, Welch, Bezos, Gates, Schultz, Musk, etc.) sin el
respaldo institucional de la gran corporación detrás es la misma.
Y por qué pido probar con empresarios pymes en lugar de
CEOs, por lo siguiente:
El empresario pyme tiene una muy fuerte cultura del trabajo
(no financiera, no política) lo que le permite no solamente generar valor
concreto para la empresa sino que además es la fuente principal de demanda de
empleo para cualquier sociedad.
El empresario pyme sabe que para crecer y desarrollarse no
puede esperar nada de nadie salvo de sí mismo. Sabe que los bancos le pondrán
trabas para prestarle dinero, sabe que siempre debe cumplir con sus
obligaciones, sabe que compite en serio con el mundo y que si quiere sobrevivir
debe ser más rápido y mejor que cualquiera porque no habrá ninguna ley que lo
ampare.
El empresario pyme es creativo, sabe cómo manejarse con “lo
que hay”, sabe cómo sacar el máximo provecho de los recursos.
El empresario pyme sabe que el precio de su trabajo depende
de lo que el mercado esté dispuesto a pagar y de ahí en más si quiere una
empresa rentable y sustentable, debe trabajar puertas adentro (eficiencia,
calidad, servicio, talento, etc.). Es decir, debe bajar los costos
improductivos y replantearse cómo está haciendo las cosas y porque. Sabe que la
facilidad de aumentar el precio no es una opción.
El empresario pyme piensa donde quiere llegar en el futuro y
tiene la “cintura” para poder conducir su empresa más allá de los
condicionamientos del contexto. Sabe cuándo apretarse el cinturón y cuándo no
porque además, es el primero en hacerlo.
El empresario pyme es ejemplo para sus colaboradores. Es el
primero en llegar, el último en irse, es la persona con la cual se puede contar
en todo momento y a cualquier hora.
El empresario pyme conoce cómo conducir a su gente, sabe
cuándo debe ser inflexible pero también sabe cuándo “mirar al costado”. Sabe lo
que significa quedarse sin trabajo y siente (no sólo sabe) la importancia de la
dignidad que brinda tener un empleo.
El empresario pyme sabe del valor del esfuerzo y del
sacrificio en pos de un objetivo. Tiene muy en claro que hay momentos en la
vida de la empresa en la cual hay que “poner el hombro” y empujar sin
descansar.
El empresario pyme sabe, por experiencia propia, que si uno
tiene un sueño de vida, y se dedica a él con corazón e inteligencia los
resultados se logran por eso siempre apuesta y apoya a quienes como él quieren
progresar trabajando.
El empresario pyme sabe que el futuro de cualquier empresa o
país y de sus hijos pasa no por endeudarse primero para hacer las cosas después
sino que se deben generar los recursos genuinos que permitan el crecimiento
sobre bases sólidas para luego ser invertidos.
Soy consciente que para mucha gente, mi análisis puede ser
superficial pero en estos momentos y dadas las circunstancias, insisto,
prefiero un empresario pyme a un Ceo porque, el primero sabe que cuando las
cosas van mal los costos y las pérdidas se asumen y en el caso de los segundos,
lo habitual es que las pérdidas se transfieran.
Transferir las pérdidas a nivel país implica, más presión
tributaria, más endeudamiento, menos educación, menos cultura, menos salud,
menos sensibilidad social y no es eso lo que me gusta para mi país.
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