Paul J. H. Schoemaker es director de investigaciones del Instituto Mack de Gestión de Innovación [Mack Institute for Innovation Management], presidente ejecutivo de Decision Strategies International y autor de numerosos libros y artículos. Él visitó de forma reciente Sudáfrica, donde se reunió con líderes gubernamentales y empresariales para hablar sobre el legado de Nelson Mandela. En este artículo, Schoemaker comenta tres decisiones que ilustran el tipo de liderazgo de Mandela y analiza los primeros eventos políticos que influyeron en la carrera del líder sudafricano.
La historia de la vida de Nelson Mandela es muy conocida y lo ha elevado al nivel de héroes tan conocidos como Mahatma Ghandi y la Madre Teresa. Hay, de hecho, mucho coraje, sacrificio, sabiduría y nobleza en su vida, atributos que demandan nuestro más profundo respeto y que tienen mucho que enseñarnos.
Lo que poca gente sabe es cómo Mandela se convirtió en el tipo de líder estratégico que dentro de prisiones como Robben Island y otras, ayudó a introducir la democracia genuina en Sudáfrica. Aislado a la fuerza de sus compañeros de prisión, aún así él dirigió reuniones secretas del Gobierno cuyo propósito era abolir el apartheid y permitir elecciones libres. Después de eso, se convirtió en el primer presidente negro elegido de forma democrática.
La historia extraordinaria de Mandela guarda lecciones preciosas para otros líderes que enfrentan luchas difíciles, entre ellas, principalmente, las que exigen firmeza en relación a una visión moralmente justa y la capacidad de influir en una serie de decisiones claves estratégicas a largo plazo (décadas, en el caso de Mandela), a fin de obtener resultados verdaderamente notables.
Tres decisiones destacan en la evolución de Mandela como líder estratégico. Para entenderlas plenamente, sin embargo, necesitamos comprender algunos de los contextos sociales y políticos que plasmaron su carrera y sus valores.
Cadena perpetua
Mandela nació en 1918. Su padre era un alto consejero de una familia tribal de reyes (los Thembu) y ayudó a elegir al nuevo jefe de la tribu que, más tarde, después de la muerte del padre de Mandela, acogería al joven en su familia. Esa trayectoria de vida llevó a Mandela —que fue educado en una pequeña aldea aislada— al centro del poder tribal en la adolescencia, lo que, por su parte, despertó su interés por la educación y la política. Él estudió derecho en la University of the Witwatersrand y desde el principio participó de la política anticolonialista. Mandela fue miembro fundador de Youth League dentro del Congreso Nacional Africano (ANC), el principal partido negro de Sudáfrica que fue, posteriormente, declarado ilegal y proscrito por el Gobierno. El partido que gobernaba el país, el Partido Nacional (NP), empezó a poner en práctica una estrategia severa de segregación racial, conocida más tarde como apartheid, después de llegar al poder en 1948.
Mandela adquirió protagonismo en el ANC gracias a sus visiones políticas liberales y a sus actividades de oposición, sobre todo en la Campaña de la Resistencia de 1952. Al principio, Mandela adoptó una política de no violencia inspirado por la oposición exitosa de Ghandi al Gobierno colonial inglés en la India. Al final, sin embargo, debido a las medidas duras del Gobierno contra la oposición no violenta, Mandela se vio cada vez más atraído por diversas formas de sabotaje dirigido, acciones que tuvieron como resultado numerosas detenciones. En 1961, fue uno de los fundadores de un ala militante asociada con el Partido Comunista de Sudáfrica, lo que acabó, por último, llevándole a prisión por traición. Mandela se libró de la sentencia de muerte, pero fue condenado a cadena perpetua. Él pasó 27 años preso. En 1994, salió elegido presidente del país.
En prisión, Mandela destacó —tanto entre los prisioneros como entre los guardias— por su comportamiento de principios elevados, respetuoso, digno y dispuesto a sacrificar su vida por sus creencias. Muchos de los que estuvieron presos con él también tuvieron una actitud heroica. La mayoría estaba bien preparada, y compartían entre ellos lo que sabían de sus respectivos campos de conocimiento mientras trabajaban en una cantera. La vida en la prisión era terrible, la comida era pésima, el cuarto no tenía calefacción en invierno y había largos periodos de soledad. Mandela enfermaba de forma intermitente y contrajo infecciones terribles en el pulmón, inclusive tuberculosis, debido a los años que pasó en celdas húmedas.
A pesar de vivir en esas condiciones, escribió una autobiografía de enorme influencia, "Larga caminata hasta la libertad", en que narra en detalle su vida con la profunda injusticia social y la dura opresión impuesta por el Estado como telón de fondo. Ese libro clandestino salió de la prisión en partes y se imprimió en el exterior una vez acabado. Se convirtió en un éxito de ventas mundial. Una campaña internacional de libertad capitaneada por el ANC y liderada por el líder exiliado, Oliver Tambo, convirtió a Mandela en el icono de la oposición al apartheid, además de portavoz elocuente de una nueva Sudáfrica democrática.
El mundo prestó atención: las empresas internacionales, así como los gobiernos, boicotearon cada vez más Sudáfrica durante los años 80. La postura inflexible del NP, principalmente la línea dura dogmática adoptada por el presidente P. W. Botha y la priorización de la ley y del orden, hicieron del NP un paria en el escenario global. Líderes de empresas de Reino Unido y de EEUU y otras empresas locales presionaban a Botha cada vez más, así como su sucesor, F. W. de Klerk, para que cambiaran de rumbo. Además, jóvenes blancos expresaban su oposición al apartheid y al racismo en iglesias, escuelas, clubes sociales, lugares de trabajo y en casa con sus padres. Por último, incluso la Iglesia Reformada Holandesa, que había dado a los defensores del apartheid justificaciones bíblicas dudosas para la segregación racial, cambió de opinión. Poco a poco, el liderazgo afrikáner comenzó a negociar con Mandela en prisión. Fue una forma de diplomacia intermitente y mediada en que líderes del Gobierno visitaban personalmente a Mandela, guardas blancos simpatizantes de la causa pasaban y recibían mensajes del ANC. Mandela volaba de la nueva casa donde estaba preso cerca de Cape Town para reunirse en secreto con Botha y, más tarde, con de Klerk en la capital, Pretoria.
En 1990, de Klerk se vio arrinconado. La economía padecía con los boicots; los líderes de empresas querían cambios; la estrategia de contención de creación de Home Lands para los negros estaba en declive, y el país estaba al borde de la guerra civil en las ciudades negras. Alguien tenía que ceder. Fue lo que se vio en el discurso de apertura proferido por de Klerk en el Parlamento en febrero de 1990 y que tendría enorme influencia a partir de entonces. Él convocó elecciones democráticas libres (un hombre, un voto), así como la liberación incondicional de todos los prisioneros políticos no violentos. Además, legalizó el ANC y otros varios partidos políticos que estaban prohibidos.
Ese fue un acontecimiento decisivo, ya que los blancos eran minoría en el país y sin lugar a dudas perderían poder político después de eso. De Klerk mantuvo sus promesas y liberó a los prisioneros políticos. Mandela, sin embargo, no fue liberado al principio, dado su pasado violento. De Klerk esperaba que hubiera un acuerdo de reparto de poder con el ANC, lo que más tarde demostró ser una ingenuidad por parte del líder del NP, cuyo pragmatismo era notorio. De Klerk y Mandela fueron premiados con el Premio Nobel de la Paz en 1993 por haber realizado una transferencia de poder voluntaria prácticamente no violenta de un fuerte grupo minoritario a una mayoría hostil, un evento raro en la historia de la humanidad.
La oposición
Ante ese escenario complejo, tres decisiones estratégicas de Mandela —entre muchas otras— destacan desde el punto de vista del liderazgo. La primera de ellas ocurrió cuando el Gobierno ofreció a Mandela la libertad condicional. En un discurso de 1985 a la nación, el presidente Botha propuso a Mandela la libertad si él renunciaba a la violencia y a otras actividades ilegales. El presidente buscaba transferir la culpa de la reclusión a Mandela. A fin de cuentas, él podía salir de prisión si quería, con tal de que no infringiera la ley. Mandela se resistió a esa estratagema. Sí, él ansiaba la libertad después de décadas de trabajos forzados y de confinamiento en una celda pequeña. Pero creyó que eso sería una traición a sus principios, a su liderazgo y a la larga lucha del ANC. Mandela respondió, en parte, de la siguiente manera a la oferta hipócrita del presidente Botha:
¿Qué libertad están ofreciéndome, si el pueblo no puede organizarse? [...] ¿Qué libertad están ofreciéndome si tengo que pedir permiso para vivir en una área urbana? [...] Sólo los hombres libres pueden negociar. Los prisioneros no llegan a acuerdos.
Mandela rechazó la oferta del presidente y prefirió quedarse en la celda fría y sombría de la prisión, cerca de 2,4 m por 2,4 m. Él estaba preparado para pasar el resto de su vida allí. Esa decisión fundamental fue estratégica, ya que dio enorme visibilidad a su posición de "rostro" del ANC, además de llamar la atención sobre el enorme sacrificio personal a que se sometía. Reveló también la percepción aguda de Mandela de que el cambio político vendría en breve, aunque él estuviera aislado de los medios informativos y no tuviera casi información sobre lo que pasaba en el país. La intuición de Mandela se confirmó: después de una década, ese hombre de principios elevados fue liberado incondicionalmente y fue nombrado presidente del ANC y, después, del país.
La segunda decisión estratégica ocurrió poco después de que Mandela fuera un hombre libre, pero antes de ser elegido presidente en 1994. El desencadenante fue el asesinato, en 1994, de Chris Hani, líder negro popular y muy conocido que luchaba por la igualdad de derechos. Hani fue disparado a sangre fría por un inmigrante de extrema derecha cuando salía del coche. El asesino fue identificado por una mujer blanca que lo entregó. Esa muerte selectiva fue la llama que desencadenó un incendio, lo que tuvo como resultado manifestaciones generalizadas contra el Gobierno racista de los blancos. Muchos negros querían venganza, el clima era propicio a los saqueos, a la violencia y a la agresión. Recién salido de prisión, Mandela se enfrentó a la situación y pidió tranquilidad:
Esta noche hago un llamamiento a todos los sudafricanos, negros y blancos, y lo hago desde lo más profundo de mi ser. Un hombre blanco, lleno de prejuicios y de odio, vino a nuestro país y cometió un acto tan vil que la nación entera hoy se ve próxima a un desastre. Una mujer blanca, de origen afrikáner, arriesgó la vida para que supiéramos la identidad del asesino y lo lleváramos ante la justicia. El asesinato a sangre fría de Chris Hani ha conmocionado a todo el país y el mundo entero [...] Ahora es el momento de que todos los sudafricanos estén juntos contra aquellos que, sean de donde sean, quieren destruir aquello por lo que Chris Hani entregó su vida: la libertad de todos nosotros.
Su tercera decisión estratégica ocurrió en un discurso de 1994 después de su elección para la presidencia de Sudáfrica, habiendo presidido el país por un mandato, aunque la constitución previera un segundo. Su decisión de no presentarse a un segundo mandato fue un gesto notable en un país y continente en que los líderes buscan el poder máximo (ejemplo: Mugabe, presidente del Zimbabue). Mandela sabía que cerca de mil millones de personas verían su discurso por la televisión en todo el mundo. Su intención era enviar una señal clara de que quería representar a toda la población de su país independientemente del color de la piel. Partes de ese discurso son famosas hoy en día y se encuentran inscritas en Robben Island:
Al final hemos alcanzado nuestra emancipación política. Nos comprometemos a liberar a nuestro pueblo de la esclavitud continua de la pobreza, la privación, el sufrimiento, la discriminación de género y otros sufrimientos. Nunca, nunca, jamás esta linda tierra será sometida a la opresión de uno por el otro [...] El sol jamás se pondrá sobre tan glorioso logro humano. Que reine la libertad. Dios bendiga África.
Mandela sabía perfectamente que Sudáfrica podría fácilmente caer en la guerra civil debido a los muchos crímenes, injusticias y heridas profundas provocadas por el apartheid. Él sabía también que una guerra total tendría como resultado, a lo sumo, una falsa victoria. Además, buena parte del conocimiento necesario para la gestión de las instituciones empresariales, jurídicas, sociales y educativas estaba en manos de la minoría blanca. Viendo lo que había sucedido en Zimbabue bajo el liderazgo corrupto de Robert Mugabe, los blancos temían por su futuro, y muchos salieron del país (una fuga de cerebros que se conoció como white flight, o fuga de blancos). El objetivo de Mandela era elevarse por encima de las injusticias del pasado, hacer un llamamiento a la verdad y la reconciliación del arzobispo Tutu y unir el país en torno a un futuro compartido y democrático.
El secreto del liderazgo de Mandela fue animar a la armonía racial, perdonar sin olvidar, compartir el poder y priorizar por encima de todo el futuro, y no el pasado. Como maestro de las actitudes simbólicas, Mandela dio fuerza a esa estrategia usando la magnanimidad con sus antiguos enemigos. Por ejemplo, en 1995, visitó la viuda del hombre que fuera el mentor del régimen del apartheid y que lo había mandado a prisión (el primer ministro Hendrik Verwoerd). No escondió su felicidad cuando Springboks, equipo nacional de rugby, conquistó el campeonato mundial, aunque el equipo hubiera sido símbolo del racismo y del poder afrikáner durante décadas. Él usó con mucho orgullo la camisa del equipo durante el campeonato, gesticuló en apoyo del equipo y envió al mundo toda una señal de que apoyaba, de hecho, una nación de todos los colores. Ese tipo de liderazgo es muy valioso y difícil de encontrar.
Lo que Mandela ofrece a los aspirantes a un liderazgo estratégico es un ejemplo vivo de cómo las fuerzas complejas de la sociedad, sus valores innegociables y los momentos claves de decisión pueden entrelazarse a lo largo del tiempo y en los dominios político, jurídico y económico en una visión convincente que puede transformar un partido político, una nación e incluso el mundo. El liderazgo estratégico no tiene que ver sólo con la ejecución de una estrategia inicial que forme seguidores, sino, principalmente, a la adaptación de esa estrategia cuando sea necesario para preservar el apoyo de todos. Pocos líderes políticos hoy dominan eso tan bien como Nelson Mandela, que es también conocido cariñosamente por su nombre tribal: Madiba.
Nada más natural que un adolescente negro fascinado por las maquinaciones que rodeaban al trono del jefe de la tribu para ocupar, por último, un trono aún mayor y de visibilidad mundial. Mandela es un hombre que pasó por muchas décadas, culturas y realidades en su búsqueda de libertad y justicia. Él se sacrificó de manera profunda y noble. En ese proceso, se convirtió en icono mundial de los derechos humanos. Al final, incluso sus enemigos lo admiraron y respetaron, y con razón. Él es uno de los hombres más notables de los últimos 100 años.
Resumen: Mandela, un líder transformacional
• Compromiso invariable con una visión de largo plazo de justicia y de esperanza.
• Oposición a la escalada de violencia y solamente pago con la misma moneda cuando no haya otras opciones.
• Comportamiento digno respecto a los que lo engañaron, inclusive con sus carceleros.
• Análisis de las posibles consecuencias futuras de las decisiones tomadas con urgencia, sin embargo siendo firme en sus principios.
• Actuar solo siempre que sea necesario, pero sin traicionar a los amigos y el partido.
• Articulación de argumentos complejos que, por último, convencieron a sus adversarios.
• Sensibilidad respecto a los dilemas de los adversarios, cediendo un poco según sea necesario.
• Entender el poder de los símbolos y los gestos públicos de bondad genuina.
• Capacidad de perdonar para liberarse de los sentimientos de venganza y de victimización.
• Trabajar decisiones importantes a lo largo del tiempo produciendo una trama de igualdad y libertad.
• Priorizar la reconciliación con los que se opusieron a su lucha.
Paul J. H. Schoemaker
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