viernes, agosto 10, 2012

Rasgos de la personalidad empresarial (que me gusta)


Hace no mucho que fui a visitar, para tener una larga y tranquila conversación, a la (buena) gente de Comandante Tom. Salieron a relucir muchos temas pero, sobre todos ellos, había un guión oculto que, sin ningún tipo de premeditación y seguramente sin ser conscientes que lo hacíamos así, ordenaba nuestras ideas. Ese guión buscaba describir el tipo de personalidad que más nos gustaba para el tipo de empresas de la que cada uno, por su parte, podríamos formar parte.

Coincidimos en muchas cosas y quedé en que les enviaría un resumen de esas características de personalidad empresarial que estuvimos tratando, porque el tema da mucho juego. Aviso, me salió largo… Ellos han publicado el extenso artículo que escribí (“No me queda bien ningún traje. Reflexiones sobre un nuevo modelo de empresa”)  en su propio blog , por si quieres leerlo por allí. Por mi parte, voy a dejar aquí el rastro de esos 10 rasgos que conforman la personalidad de las empresas que me gustan.  Allá van:

1. Empresa que emprende acciones de valor y significado social: las empresas que contemplan servicios que tienen un verdadero valor e impacto social, acompañado de una utilidad que beneficia a las personas en sus escenarios de trabajo, tienen un carácter que las hace especiales. Se trata de una empresa que aplica conscientemente una ética de la profesión, una visión del mundo bañada de valores compartidos que logre que cada acción que se desarrolla hacia el exterior (el mercado, la comunidad…) represente un avance en la construcción de un mundo mejor, de una  economía del bien común , por muy utópico que parezca.

2. Empresa que crece y decrece: crecer y crecer es el leit motive del emprendedor cuando aprende los modelos de management habituales en las escuelas de negocios. Crecer en estructura, crecer económicamente, crecer en recursos, crecer en espacios, crecer en fronteras de mercados… Tengo absolutamente claro que es mucho mejor crecer como profesionales, actuando y aprendiendo de cerca con aquellos trabajos en los que se está presente. A nivel organizativo, ya no crecer: decrecer. Consolidarse en un nivel de desarrollo que no permita querer más crecimiento, aunque fuera posible. Alcanzar el máximo grado de crecimiento que le permita continuar a la empresa seguir siendo pequeña.

3. Empresa de escala humana: no crecer significa situar a la organización en un escenario más parecido al de un grupo de amigos que disfrutan con lo que hacen, que al de una gran empresa cuyas personas son recursos (y humanos) que han de plegarse a unos rígidos objetivos empresariales. Las relaciones  entre los miembros de la organización han de ser profesionales, sí, pero se ha de procurar que esa relación vaya más allá y se creen vínculos personales. La confianza que te procura un vínculo personal siempre será mayor que el que te ofrezca la relación meramente profesional. Las personas de la empresa tienen que conocerse, todos ellos; si no, ya se será demasiado grande para que la organización tenga una personalidad más humana y no meramente jurídica.

4. Empresa que investiga: la personalidad de la empresa que nos gusta es la que tiene una alta carga de inquietud. No se conforma con operar en un sector sino que, sobre todo, se cuestiona el mismo e indaga cuáles son sus palancas de cambio, a fin de comprenderse mejor como empresa y, también, comprender mejor el producto o servicio que requiere su mercado. Una de las cosas que más llaman la atención en Comandante Tom es, sin duda, el cuestionamiento que hacen de forma permanente sobre el “hecho comunicativo”, lo cual les permite tomar distancia de cualquier tipo de convencionalismo y no caer fácilmente en los commodities en los que las agencias suelen entrar con objeto de industrializar sus servicios.

5. Empresa laboratorio: como decía Amalio Rey, una empresa abierta a la experimentación, sin ataduras para ensayar formulas originales, dejando a un lado las respuestas memorizadas y atreviéndonos a explorar en todos los frentes posibles. Una empresa laboratorio asume el error como fuente de aprendizaje, nunca como fracasos. Innovar consiste en prototipar desde la incertidumbre y, como se recuerda en el manifiesto de la consultoría artesana, aprendemos a través de la experimentación y del error, de la desviación y de la corrección del rumbo planificado, y nos renovamos con cada trabajo. Ya que el aprendizaje sucede antes, durante y después de cada proyecto, la acción y la revisión resultan imprescindibles para aportar soluciones.

6. Empresa red: una empresa no la forman sus propietarios o sus empleados. No. Una empresa está formada por proyectos… y los proyectos son temporales, por lo que ¿tienen que estar siempre los mismos haciéndolo todo? La empresas pueden ser, como ya en día anticipaba Mª Jesús Salido , como películas de Hollywood: “Equipos especiales para proyectos únicos”. Ese lema lo empleaba cuando ronroneaba estas ideas hace ya tiempo y, mira por dónde, lo ha llevado a la práctica en un modelo organizativo de no-empresa que es ejemplar (basta ver The Project ). Rodearse de gente que sepa hacer lo que tú no puedes tiene un valor incalculable. Hibridarse con una comunidad sólida de personas complementarias (o no) con las que poder compartir experiencias y aprendizajes es el primer paso para, construida la confianza entre todos, emprender retos de mayor enjundia y diversidad de perspectivas.

7. Empresa que aprende y que enseña: estar continuamente aprendiendo es un objetivo. Sin embargo, saber transferir esos conocimientos a otros no debe resultar pudoroso.Cuando alguien atesora algo, que lo comparta. Ya sea a través de un blog, un slideshare o una jornada de formación. Hacer además negocio con ello es otro debate, pero la voluntad de buscar, abrir y compartir el conocimiento (ese know how tradicionalmente escondido) ha de estar siempre presente.

8. Empresa con principios de indiferencia y dictadores benevolentes: unos saben más de unas cosas que de otras, unos se sienten más cómodos en unos escenarios que en otros y unos prefieren hacer unas cosas y no otras. Por eso, es preciso dividir ciertas funciones y, desde la indiferencia, confiar en el buen hacer de ese compañero. No entras a hurgar en lo que hace el otro, porque te es indiferente: hemos acordado en que confiamos en que ese otro lo hará bien, así que no me preocupo más por ese tema. Eso sí, habrá períodos más o menos largos en el que se opte por nombrar a un responsable último (o varios) para ciertas decisiones más trascendentales. Es el denominado dictador benevolente: una figura consensuada por todos los miembros y en quien se confía en última instancia en su palabra y decisión cuando no haya acuerdos plenarios o democráticos (ver más sobre modelos alternativos a la democracia y a la jerarquía tradicional aquí).

9. Empresa que construye vínculos: una empresa no se acerca a puerta fría a vender servicios, sino que más bien defiende modelos no invasivos de acercamiento a los clientes, basándose en prescripciones y en referencias de proyectos anteriores como mejor carta de presentación. Construir vínculos con personas (que también son clientes), junto con un trabajo bien hecho, es la mejor fórmula para no perder la vitalidad y continuar con proyectos activos que generen la entrada de ingresos necesaria. Que te contraten por lo que saben que haces y como lo haces, no por lo que parezca que eres capaz de hacer. Posicionarse como referentes para unos pocos, pero por obra y gracia del trabajo bien hecho, no de ingeniosas estrategias comerciales y marketinianas.

10. Empresa que se divierte: nada tendría sentido sin humor, ¡seguro! Si el mal rollo aprisiona a los buenos momentos, mal vamos. Buscamos divertirnos en todos los momentos de la vida y, en el ámbito profesional, para asimilar los aprendizajes y las experiencias es fundamental la ilusión y la emoción por el trabajo bien hecho dentro de un entorno motivador y estimulante. Saber lo sabemos, llevarlo a la práctica es lo que nos cuesta algo más de trabajo. Pero no hay nada mejor como llegar a casa después de un largo y productivo día de trabajo y tener la sensación de habértelo pasado francamente bien.

Nacho Muñoz 

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