Jóvenes,
creativos y provocadores. Tienen veintipico y no creen en “hacerse de abajo”.
Jamás se quedan después de hora, priorizan sus gustos y no quieren pasar su
vida en una misma empresa. Si el empleo no los complace, renuncian.
Va el
caso que estudian en el departamento de psicología de la UADE: Jota tiene 28
años, excelente promedio en la carrera de administración y se fue del país
luego de que una consultora de Londres lo contratara por varios miles de euros.
Cualquier adulto diría que Jota, el ejemplar, ya cocinó su futuro. Pero meses
atrás Jota puso en movimiento todas sus conquistas y le planteó a sus jefes que
renunciaba si no le concedían dos horas menos de tareas por día para poder
ensayar con su banda de rock. Sus jefes aceptaron.
La sociología utiliza el término "Generación Y" para definir a
los sucesores de la "Generación X". Se trata de los nacidos
entre 1982 y 1994 –como Jota–, que hoy tienen entre 18 y 30 años y
están desembarcando en el mercado laboral. No como simples advenedizos, sino
con una mochila de valores que los diferencia de sus compañeros más grandes. No
son valores ni mejores ni peores; es otro chip.
"Son, además, nativos digitales", dice la doctora Elena
Scherb, directora de la Licenciatura en Psicología de la UADE. "Crecieron
conectados y muchas veces saben más que los adultos. No se sienten elegidos
para un trabajo, sino que eligen el trabajo que quieren hacer. Si no les gusta,
están dispuestos a renunciar".
De acuerdo con los especialistas, los Y no creen en él "hay
que hacerse de abajo" legado a los hijos de la inmigración, es decir, a
sus padres.
Muchos Y vieron de chicos como varios de sus parientes quedaban
desafectados de grandes compañías después de "haberles dado la vida"
y no creen en la empresa como institución. Así, si un X (entre 30 y 45 años)
busca seguir aprendiendo, acepta lo que le toca y se define por lo que hace;
para un Y, en cambio, el trabajo es aquello que le permite llegar a lo que
quiere, la libertad personal y el placer. Por eso, repiensan su empleo cada
tanto y están dispuestos a cambiarlo si no cubre sus expectativas.
Los Y no aceptan "ponerse la camiseta" y tampoco el esfuerzo
desmedido como método para alcanzar objetivos. Mucho menos, lo que sus jefes
definen como "pagar derecho de piso". Son los mismos jefes que se
asombran cuando a poco de arribar, los jóvenes preguntan: "¿Cuántos días
de vacaciones tengo?". Naturalmente, un Y jamás se queda después de hora,
a diferencia de un X, que cree demostrar su compromiso con una actitud de este
tipo.
Alejandro Melamed lo comprende. Es vicepresidente de recursos humanos de
Coca Cola Latinoamérica Sur y cada vez que recibe a un empleado Y, le pregunta:
"¿Qué me vas a enseñar?". Ahora opina: "Es la generación del
lugar virtual y la velocidad, que está a un click de distancia de todo y espera
respuestas rápidas. También enseñan. Cuando los adultos compramos un objeto
electrónico nuevo, le pedimos a ellos que nos enseñen a usarlo. Pero además,
buscan un contexto laboral que desafíe y divierta. Quieren autonomía, además de
diálogo abierto y constante".
Un estudio reciente sobre los Y y la felicidad en el ámbito laboral,
cuenta Melamed, determinó que los más felices eran aquellos que lograban un
feedback fluido con sus jefes. "El sueldo no es lo que los motiva.
Necesitan que les digan que están haciendo las cosas bien y los enoja
que sólo se les remarque lo que está mal".
El conflicto viene por ahí. Si un X acepta la autoridad casi sin
cuestionar, él Y ve todo más horizontal y es capaz de pedir permiso para no
trabajar mañana porque esta noche tiene al recital de Britney Spears.
"Pero lo interesante –sigue Melamed– es que X e Y pueden trabajar a partir
de las diferencias. Las empresas tenemos que entender más a los Y para poder
capitalizar la energía y novedad que traen". Sobre esas relaciones, la
filósofa Josefina Semillán apunta: "Puede ser complementación
extraordinaria, hondura y amplitud, profundidad y navegación infinita".
Los Y son globales. De clase media y media alta, caminan con su
Ipod (el elemento que los define) y se repiten en los grandes centros urbanos
como nacidos de una misma matriz.
En el país, según los estudios, representan a un 25% de la población
joven. Hedonistas, les interesa más la experiencia del consumo que acumular
bienes. Pero también se identifican con valores solidarios. Scherb agrega:
"Género, ecología, política son temas que los convocan".
Cuando el filósofo de moda Zygmunt Bauman postula que la era de la
modernidad sólida ha llegado a su fin quiere decir que los objetos sólidos, a
diferencia de los líquidos, conservan su forma y persisten en el tiempo: es
decir, duran. En cambio los líquidos son uniformes y se transforman constantemente:
fluyen. Eso es aquello que la "Generación Y" parece entender a la
perfección.
Gonzalo Sánchez
Querido mentor
ResponderEliminarTarea cumplida, entrada publicada, aguardo sus críticas.
Saludos
Lucía, despliegas una alta energía en forma constante y estás siempre presente para entrar en acción.
ResponderEliminarSaludos, Rodolfo.
Gracias Rodolfo.
ResponderEliminarUsted es mi modelo a seguir...
Lucía,
ResponderEliminarSigue adelante porque tú puedes.
Saludos.