miércoles, julio 03, 2019

Formar líderes para una economía con impacto social

Líder y sustentabilidad son dos conceptos que en el imaginario colectivo tal vez aún no están relacionados entre sí. Seguimos erróneamente asociando lo sustentable solamente a un tema medioambiental, pensando que una ecobolsa o una lámpara led resulta algo suficiente para considerarnos "amigos" del planeta y la sociedad.

Sin embargo, un liderazgo sustentable real tiene que ver con asumir un rol como persona y como cabeza de una organización para satisfacer las necesidades actuales, sin comprometer las de futuras generaciones. Es decir: se trata de lograr los objetivos actuales sin agotar los recursos económicos, ambientales y humanos en el camino. Es necesario entonces reflexionar

Un líder impacta en muchísimos actores con cada una de las decisiones que toma, por lo que debe saber potenciar al máximo los aspectos positivos para todas las partes interesadas, incluido el ambiente. Y, en la persecución de estas metas, en la capacitación está la verdadera clave.

Estamos frente a un paradigma en el que sabemos que es necesario un cambio de pensamiento, pero seguimos formando profesionales para que crean que el éxito de cualquier acción estará basado solamente en su rédito económico. En esa concepción, no tiene lugar la pregunta respecto de si para lograr su meta una organización debe arrasar con un bosque o generar pobreza en una comunidad; lo importante es que el negocio dé dinero. Lamentablemente, gran parte de la educación que aún se sigue impartiendo tiene que ver con esta concepción.

El modelo de "hombre máquina" del Charles Chaplin de Tiempos Modernos y el tan famoso "homo economicus" de la escuela clásica que desea poseer riqueza a toda costa, siguen siendo los referentes de la mayoría de las cátedras universitarias de negocios y de gran parte de las capacitaciones que se realizan in company. El error no está en enseñar estas teorías para comprender la historia de la administración, sino que el problema real radica en pensar que esa forma de concepción de trabajo y de éxito profesional seguirá vigente para las nuevas generaciones.

Los jóvenes de hoy nos están demostrando constantemente que desean tener una retribución económica por sus actividades, pero siempre y cuando lo que hagan genere impacto positivo social y ambiental. ¿Estamos enseñando a los futuros líderes a diseñar estrategias tomando en cuenta los pensamientos y los sentimientos de sus grupos?

¿Queremos que reconozcan los impactos ambientales en cada decisión que toman? ¿Deseamos que incluyan a las comunidades vulnerables en cada acción que realizan? Si estas preguntas tienen respuesta positiva, entonces debemos analizar cuál es la formación que se ofrece dentro de las instituciones educativas y de las organizaciones.

"No hay empresas exitosas en sociedades fracasadas", dice la célebre frase del empresario y filántropo Stephan Schmidheiny. Y está claro que la educación acerca del "éxito" que muchos de nuestros líderes actuales recibieron no fue suficiente para hacer frente a un cambio climático que genera destrucción, pobreza y desigualdad a pasos agigantados.

Si condenamos socialmente a los políticos que siguen repitiendo las mismas falacias del pasado, ¿por qué seguimos aplaudiendo a una organización que sigue ganando millones manteniendo modelos de trabajo esclavo y/o de destrucción de hábitats? ¿Acaso las ventas de una empresa están bien justificadas si se lograron grandes márgenes gracias a una cadena de valor basada en fábricas clandestinas o en materia prima contaminada? No hay organizaciones perfectas porque no existen las personas perfectas, pero sí podemos colaborar en obtener un cambio genuino en esas personas transmitiéndoles conocimientos de verdadero valor.

La educación que les brindemos a los futuros líderes será clave para lograr una nueva concepción de lo que se considere un buen negocio.

"Ojalá cuando estudiaba alguien me hubiese mostrado que existía otra forma de ser un empresario exitoso". "Me enseñaron a pensar en ganancias y no en beneficios". Son dos frases que se escuchan cada vez más seguido entre jóvenes profesionales, cuando comparten sus frustraciones por haber seguido un modelo de enseñanza que los seteó, cual robot, a pensar únicamente en indicadores financieros o en términos de que si las ventas no se dieron como se esperaba, entonces todo fue un fracaso, sin poner interés en otros posibles efectos sociales sobre alguna población, o ambientales sobre alguna especie en extinción.

Incluso, con ese modelo, si se ganó dinero de mala manera, entonces se recurrirá al cliché de donar un juguete, plantar un árbol o pintar una casa para no parecer tan ambiciosos. El problema no radica en el juguete o en el árbol, sino en usar erróneamente acciones de responsabilidad social para mitigar los impactos negativos que el supuesto negocio exitoso trajo como consecuencia.

Si formamos líderes para considerar el triple impacto (económico, social y ambiental) en cada decisión que tomen, si les enseñamos que hay otra forma de ser alguien en el mercado y si les mostramos, por ejemplo, el cambio positivo que están generando las empresas B (caracterizadas así por haber certificado que producen un triple impacto), entonces la sustentabilidad será parte de su ADN. De esta forma, las estrategias que diseñen serán sostenibles en el tiempo, no solamente por la obtención de una ganancia sino por el beneficio que resulte para todas las partes involucradas.

En la nueva economía colaborativa en las que los líderes del mañana querrán trabajar, cada sector de una organización deberá estar alineado para medir su éxito por el impacto positivo que genere.

Y, para ello, será necesario que todos los actores hablen el mismo idioma de la sustentabilidad. Es decir, que estén capacitados y entrenados para analizar variables sociológicas, ambientales y culturales más allá de las económicas, en cada plan que surja. Busquemos formar líderes sustentables como motores de cambio para lograr verdaderos éxitos sostenibles en el tiempo y, así, conseguir beneficios reales para el planeta y la sociedad.

Belén Arce es docente universitaria y consultora en temas de sustentabilidad

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