miércoles, enero 17, 2018

¿Somos más permisivos con los errores de los amigos?

Creo que la mayoría, a poco que hagáis un poco de memoria, estaréis de acuerdo conmigo en que la respuesta corta a esta pregunta es “sí”.
¿Es bueno ser más permisivo con los amigos? En líneas generales yo apuesto por una respuesta afirmativa también, aunque seguramente conviene poner sobre la mesa algún matiz.
Hablemos pues de amistad y de sus ventajas en la gestión de errores y discrepancias.


La amistad, un elemento que algunos no solo denostan en el trabajo, sino que encima se jactan de ello. Sin embargo, dota de buen ambiente y agilidad a nuestras tareas cotidianas y proyectos. ¿Cómo no querer potenciarla?

En primer lugar, tener o hacer amigos en el trabajo consigue algo fundamental y es que el ambiente laboral mejore. Divertirte en el trabajo es el camino más recto a la felicidad, y a la productividad, y eso sólo se consigue si te gusta lo que haces y con quién lo haces.

En segundo lugar, la amistad favorece un elemento clave en las relaciones humanas: la empatía. Y gracias a esa empatía sabremos colocarnos más fácilmente en la tesitura de quién tenemos enfrente.

No sé por qué, pero observo que, ante un error, y por norma general, tendemos a pensar mal en lugar de pensar bien. A veces es como si depositando las culpas al otro lado de nuestra valla nos liberásemos un poco de presión sobre nosotros mismos. He llegado a la conclusión de que los fallos de los demás colocan por un instante nuestro ego en un lugar de superioridad, y eso a la gente parece sentarle fenomenal. Lo que es sencillamente un sentimiento poco práctico. Los errores cuando aparecen, sean del lado que sean, dificultan el objetivo común, y por tanto lo que se trata es de solucionarlos o minimizarlos. Engrandecer un error de otro para engrandecer así nuestro ego podría decirse que es de egoísta, aunque más bien yo diré que es de lelos.

Cuando la amistad está de por medio, y surge una verdadera empatía, eso proporciona confusión al ego. Con el amigo solemos ser tan magnánimos como con nosotros mismos. Solemos pensar siempre en el descuido, o en una concatenación de hechos poco comunes que han desencadenado en ese fallo. No se nos pasa por la cabeza que haya habido mala fe, ni negligencia…. Y desde esa forma “sana” de pensar en los demás se trabaja mucho mejor y más orientados a la solución.

Trabajar con amigos nos proporciona una forma más ágil de funcionar, no sólo por el buen ambiente, sino porque no perdemos tiempo en enredarnos en buscar culpables cuando surgen los problemas, sino que nos centramos en buscar la solución.

Ojo, no se trata tanto de cubrir las espaldas a los amigos, o de tapar sus fallos, como de enfocarnos en la tarea sin perdernos en enfrentamientos estériles. Ciertamente es más difícil que surjan las negligencias trabajando entre amigos, porque nadie quiere perjudicar a propósito a los que aprecia, pero podrían surgir. En este caso, no se trata de poner paños calientes, sino afrontarlo con rigor y tomando las medidas que sean necesaria. Una negligencia de un amigo tratada con permisividad, puede dar origen a una repetición en el futuro, y esto acabaría dañando la confianza y por tanto la propia amistad. En estos casos, por tanto, debemos incluso ser más intransigentes con los amigos, porque nos jugamos más.

Por suerte no es la regla general. La vida laboral puede estar trufada de errores, pero serán en la mayoría de las ocasiones consecuencia de la falta de experiencia o de la precipitación. Y de ellos podemos aprender cuando lo tratamos con el enfoque correcto. Y no me cabe duda, que, trabajando entre amigos, se dan los ingredientes adecuados para hacer de los errores una escuela y no una zona de guerra.

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