jueves, octubre 19, 2017

“Muchas universidades van a cerrar, porque no hacen falta”

Dan Levy, profesor e investigador de Políticas Públicas en la Universidad de Harvard. Tengo 46 años y he dedicado 20 a investigar qué políticas públicas funcionan y cuáles no. Nací en Venezuela: cuando la ideología sustituye al conocimiento, los países fracasan. Cientos de universidades no existirán dentro de 20 años, porque ya no ofrecen nada que no puedas aprender sin ellas.

Algo más que cercanía

Hasta ahora no era necesario ser el mejor profesor: bastaba con ser el más cercano. Por eso, muchas universidades no se esforzaban en ser las primeras: tenían suficiente con ser las primeras a las que podías ir. Levy, asesor de la Fundació La Caixa, advierte de que el coste cero digital en la copia y transmisión de contenidos liquida esa ventaja. Cuando la mejor clase de cualquier asignatura está al alcance de cualquiera en cualquier momento y lugar, los docentes y las universidades tienen que replantearse qué están aportando. Levy también explica que los países, como Venezuela, que anteponen la ideología al conocimiento, reducen la complejidad de la realidad a su catecismo populista, y acaban pagando las consecuencias.

¿Va a enseñar usted algo nuevo este curso?

La pregunta que todos los profesores nos estamos haciendo en Harvard ahora es: ¿qué puedo enseñar yo mejor que nadie?

Y cada maestrillo tiene su librillo.

Pero los maestrillos que no sean los mejores en algo, como las universidades que no sean las primeras en un segmento, desaparecerán. Van a cerrar muchísimas en todo el mundo.

¿Por qué?

Porque esas ya no hacen falta.

Hay otras muchas cosas que cerrar antes que universidades.

Seguirán funcionando las que se repiensen a sí mismas en la sociedad digital. Ya no tiene sentido que miles de universidades en todo el planeta tengan a sus profesores dando la misma clase de cálculo infinitesimal, por ejemplo, cuando hay uno que es el mejor.

Bueno, pero el mío es el que está aquí.

Ya no: la clase del mejor se puede grabar, editar, subir y repetir un número infinito de veces en cualquier soporte en cualquier sitio.

¿Y las barreras del idioma, la cultura...?

Habrá un profesor de referencia en cada segmento; en cada especialidad y en cada línea.

Pero no es lo mismo ver una clase en vídeo que tener al profesor delante.

El profesor de referencia en cada materia grabará sus clases y serán el punto de partida para todos. Esa dinámica acabará por imponerse y pondrá en crisis a las universidades que no se adapten y no creen valor.

¿Cómo pueden adaptarse?

Personalizando mucho más la enseñanza, para empezar, y la investigación. Ya no tiene sentido dar la misma clase año tras año para un montón de alumnos que apenas conoces.

Usted es de referencia: ¿ya lo hace?

Yo he descubierto, como muchos de mis colegas en Harvard, que los alumnos deben de llegar a clase con los contenidos ya trabajados, por ejemplo con esas clases a distancia. Luego los personalizamos. Los profesores que sólo suelten su discurso están perdidos.

¿Es una dinámica a largo plazo o es ya?

Una prestigiosa universidad californiana anunció hace poco a sus profesores de filosofía que podían irse a casa, porque su seminario lo impartiría desde Harvard un filósofo de referencia, Michael Sandel.

Como si fuera una estrella del rock.

Por supuesto que eso no va a pasar sin la resistencia de los demás profesores a ser subordinados al de referencia. Éstos le enviaron una carta al propio Sandel quejándose.

Pobres: qué mal rato.

Veremos situaciones así en todo el mundo.

¿Por qué nos suena ya tan familiar?

Porque la sociedad digital y su coste cero para la copia y transmisión de contenidos está generando a diario esas dinámicas de “el ganador se lo lleva todo” en todos los sectores.

Por ejemplo.

Los periodistas que repiten como loros lo que pasa también van a desaparecer. Sólo quedarán los que aporten valor. Dar la noticia y redactarla ya lo pueden hacer los robots.

¡Qué nos va a contar!

El Pulitzer Thomas Friedman nos lo ha explicado con detalle en Harvard: sólo quedarán los actores de referencia –diarios y periodistas– en cada segmento de la información y la opinión de los contenidos de actualidad.

De nuevo el ganador se lo llevará todo.

Y el ganador será quien aparezca ante la audiencia como único, porque ofrece el mejor valor en su segmento.

¿Y si eres de los buenos, pero nadie sabe quién es el mejor?

El desafío está en encontrar el segmento en el que eres único y perfeccionarte hasta ser el mejor, porque ofreces algo genuino.

Usted nació en Venezuela...

Soy de familia judía sefardí y ahora vivo en Boston, pero nací allí, sí. Y me doctoré allí.

¿Cómo un país tan rico llega a tan pobre?

La pregunta sería: ¿por qué Venezuela tiene las instituciones, tan débiles, que tiene?

¿Por qué le pasa eso a Sudamérica? ¿Hay algún país allí que no las tenga?

Chile, porque no se atreve a hacer con su economía los experimentos ideológicos que otros países no dejan de ensayar. Y de sufrir.

¿Por qué los chilenos no arriesgan en utopías las cosas de comer?

Porque tiene un cuerpo de técnicos sólidos formados en universidades de prestigio y en su Banco Central y saben de qué hablan cuando hablan de economía y de lo importante que es para el bienestar de la gente.

Por ejemplo.

Tuve un profesor allí, Andrés Velasco, que fue ministro cuando el cobre estaba caro y todos los partidos le pedían que gastara ya en necesidades inmediatas de los chilenos el dinero del fondo del cobre...

Un fondo que instituyó el estado chileno y que pertenece a todos los ciudadanos.

Pero él aguantó las presiones y lo ahorró. Y fue lo mejor para todos, porque dio fiabilidad a la economía chilena. Chile salió fortalecido y hoy los chilenos viven mejor que si se lo hubieran gastado en ese momento.

Supongo que nadie se lo agradeció.

Pero como economista hizo lo correcto. Mire a Trump: no es lo mejor para el país, pero es popular y ha ganado las elecciones.

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