Javier Gómez Noya – Campeón del mundo de triatlón
Durante los últimos años, bien desde una visión proactiva o
reactiva frente a las necesidades y exigencias del mercado, nuestras organizaciones
han tenido que adaptar o incluso reconstruir su modelo de gestión para asegurar
su supervivencia ante los nuevos requerimientos del mercado.
Este nuevo paradigma económico con el que hoy nos
encontramos y que marca nuestro paso, provoca el cambio tanto en nuestras
organizaciones como en nosotros mismos, los empleados que formamos parte de
estas.
Este no es el primer post en el que trato las nuevas
exigencias tanto de las empresas como de empleados ante el modelo económico
post-crisis, pero en este momento me gustaría centrarme en las que para mí son
las claves del nuevo modelo de organizaciones y su vinculación la
transformación de los perfiles de las personas.
La crisis nos ha enseñado una cuantas lecciones que marcarán
nuestro presente y futuro y que se incorporarán a nuestro ADN de gestión,
dentro de todas estas lecciones me gustaría destacar dos, por considerarán
críticas para entender las causas de las nuevas características de empresas y
personas.
La primera de las lecciones es la consciencia de eficiencia, se nos ha marcado a fuego el no caer en gastos que no se puedan
justificar, muchas compañías han sufrido o incluso han desaparecido como
consecuencia de los grandes costes estructurales con los que contaban en
momentos en el que la demanda de los mercados no les concedió las mismas
alegrías que antaño, generando una gran diferencia entre los ingresos y los
costes.
Por lo tanto el primero de los mantras incorporados en todos
los ámbitos de las organizaciones es tratar de transformar los gastos en inversiones, teniendo en cuenta siempre la
eficiencia y el beneficio del gasto.
La segunda gran lección aprendida es la rapidez con la que se tienen que tomar decisiones y adaptarse,
tratando de alinearse de manera proactiva y evitar al máximo tener que reaccionar y tener que ir detrás del cambio,
sufriendo las consecuencias de ser sorprendidos por el tsunami de las nuevas
tendencias.
Es por ello que podríamos
definir esta nueva etapa como la de la flexibilidad y la agilidad, en la misma
las empresas tienen que equipararse a los atletas de élite, con los músculos preparados para la acción pero sin
grasa inservible que nos les permita la rápida adaptación a las demandas de
clientes y mercados. El paralelismo
para mi es total con un triatleta capaz de adaptarse a diferentes disciplinas
deportivas dentro de una misma prueba, preparándose para cualquier contratiempo
en cualquiera de ellas.
De ambas lecciones hemos adoptado una serie de cambios tanto en nuestros modelos de gestión de personas como
en las propias competencias asociadas a las personas con el objetivo de
poder dar respuesta a estas nuevas demandas.
Desde un punto de vista organizativo, tendremos que comprender y dar respuesta a modelos
organizativos más flexibles y a las nuevas relaciones entre un núcleo de
trabajadores que formarán parte de nuestras organizaciones con otros que nos aportarán tanto servicios externos (outsourcing) de una
gran cantidad de servicios así como con
otros empleados externos
(freelances) que aportarán su experiencia y conocimiento especializado,
pero del que no necesitamos de manera continua.
Estos nuevos modelos que formarán nuestras organizaciones liquidas, con relaciones
cada vez menos jerárquicas y basadas en necesidades concretas de la
organización como proyectos específicos o equipos multidisciplinares con
objetivos concretos.
De las jerarquías
pasadas se pasarán a crear redarquias, o redes de contactos y de trabajo
temporales y, basados en la flexibilidad y demandas puntuales, y todos estos cambios
provocarán la transformación de nuestras
compañías en empresas resilientes, que puedan vivir y convivir en el cambio
constante.
Y con respecto a las personas ¿En qué consiste la transformación en nuestros perfiles para adaptarnos
a esta nueva realidad?
Pues fundamentalmente nos encontramos con la necesidad de
transmitir estas necesidades macro (nivel compañía) al propio motor del cambio
que ahora más que nunca son las personas.
Tendremos que dar prioridad y tratar de incentivar y
desarrollar en cada uno de nosotros competencias vinculadas a estas nuevas
demandas y dejar atrás otras que ya no tiene cabida.
Cada vez son más nombrados y utilizados en diversos foros
competencias o conceptos vinculados a la normalización del cambio en nuestro
día a día, no paramos de escuchar hablar
de la resiliencia como clave del nuevo modelo, pero junto con ella existen
otras que van haciéndose necesarias con independencia del rol ocupado, y entre
las mismas las más necesarias son:
La capacidad de innovación, la visión global, la polivalencia, las
habilidades vinculadas a la gestión eficiente (metodologías agiles) y la que
para mí es la clave “la agilidad para aprender”.
En un entorno
cambiante, es más importante la habilidad para poder aprender y desaprender que
los propios conocimientos profundos sobre una materia concreta, el
conocimiento específico se podrá subcontratar a freelances expertos, pero los empleados de las organizaciones tendrán
que ser capaces de servir como motores ante los rápidos cambios en el entorno
y para ello tendrán que entender lo que se demanda (visión global, pensamiento
lateral, innovación para plantear soluciones novedosas y diferenciadoras, y
también la rapidez o la agilidad para
poder aprender todo lo necesario para girar el timón lo antes posible y ser
punta de lanza o al menos no dejar pasar la ola que llevará a nuestra
organización al éxito).
Si queremos compañías resilientes que puedan vivir en el
cambio, no podemos pedir menos a los empleados que forman parte de las mismas.
Ambos organizaciones
y personas tienen que compartir las competencias para poder ser un único ente
que se alinea con las necesidades de este nueva etapa, la resiliencia no
sólo puede ser una competencia de las personas sino que transciende al ámbito
de las compañías, ya que se convierte en un objetivo por si mismo.
Empresas y personas
tendrán que ser flexibles, innovadoras, agiles y continuamente adaptables,
y los objetivos de ambas serán tanto la eficiencia como la agilidad, para
alcanzar el éxito tendremos que vincular ambas realidades gestionando las
organizaciones desde las personas que forman las mismas.