jueves, julio 19, 2012

¿Re-inventarse o Re-conectarse?


Esta semana, entre la neblina que provoca la desazón política y económica, ha aparecido una noticia que nos aleja radicalmente de la perspectiva dominante en la actualidad. Una noticia que nos permite tomar distancia, mucha, sobre los acuciantes problemas derivados de la “crisis de los 5 años”. Se trata del, aparente, descubrimiento del bosón de Higgs. Una noticia que nos lleva a un espacio bien distinto al que nos propone “la prima de Riesgo”.

Me resulta curioso contrastar ambas realidades. La del mundo de los físicos, empeñados en encontrar la respuesta, con el propósito de finalmente entenderlo todo, y la de los mundos económico, financiero y político, empeñados en seguir afirmando que ya tenemos la respuesta a todo, sin siquiera hacerse pregunta (de calado) alguna. Por otra parte, en otra realidad, la de la inmensa mayoría de los ciudadanos, el sentimiento de víctima, que señala a unos y a otros como causa de su situación actual.

Soy consciente de que hay otras realidades, o percepciones de la realidad, pero las tres anteriores son las que copan los medios de comunicación de mayor difusión. Tal vez, por eso la audiencia, se corresponda con la distribución de personas en una u otra de esas tres perspectivas.

Todo ello me hace recordar el “triángulo del drama”, formulado por Karpman en 1968. En su modelo plantea tres roles habituales en los sistemas humanos: héroe, villano y víctima. ¿Estaremos jugando sin ser conscientes de ello al juego del “drama”? ¿Qué rol adopta cada uno en este juego? ¿Quién gana en dicho juego? ¿Tiene realmente solución?

Unos se dedican a salvar a los demás. Otros a tiranizarlos. Otros a observar el resultado de la lucha entre unos y los otros, con la esperanza de que algo cambie…para bien.

Frente a este devenir, en los últimos tiempos se ha escuchado mucho aquello de que hay que re-inventarse. Aprecio la intención de este movimiento, pues de alguna manera lo que se propone es que cada uno asuma su propia responsabilidad y decida que rol asume como respuesta a los retos del entorno. Sin embargo, inventar implica novedad, imaginación y creación. Obvio, si de lo que se trata es de vender o venderse. No tan obvio si la re-invención se sigue planteando desde el tablero del juego del “drama”.

Podemos re-inventar nuestros roles, pero no podemos re-inventarnos a nosotros mismos. Es cierto que la responsabilidad es inherente a cada uno de nosotros. La responsabilidad de escoger nuestra respuesta ante lo que nos llega de fuera, así como la responsabilidad por el impacto de nuestras decisiones y acciones.

Aunque nos re-inventemos, en nuestro rol o en cómo nos presentamos ante los demás y desde dicha perspectiva, si seguimos inmersos en el juego del drama (como héroes, como villanos o como víctimas), difícilmente podremos ser plenamente responsables de nuestras vidas. El rol, enfocado como posicionamiento frente a los demás, no deja de ser un ejercicio basado en el paradigma competitivo y en el juego de suma cero (lo que gano yo lo pierdes tu). Además, mientras nos peleamos por el helado, el helado se va deshaciendo, por lo que al final no se lo comerá nadie.

Creo que más allá de re-inventarse, lo que toca es re-conectar con nuestra esencia, individual y colectiva. Y esto no nos lo da nada que se encuentre en el exterior, en el entorno. Nos lo da algo que se encuentra en nuestro interior. Tal vez por ello, hay situaciones o cosas que nos hacen sentir siempre bien, y en cambio, existen otras que aunque nos hagan sentir bien un momento, nos dejan vacíos inmediatamente después. Necesitamos perseguir las primeras, y relativizar las segundas.

Para ello, hay una pregunta cuya exploración nos permite avanzar hacia una mayor y más permanente satisfacción individual y colectiva. ¿Cuál es el sentido de lo que hago, de lo que soy?

Como dice Daniel Pink, son tres los factores motivacionales en el contexto actual: maestría, autonomía y propósito. En la mayoría de ocasiones, independientemente del rol, se puede acceder a los dos primeros. Al contrario, en muy pocas situaciones, accedemos al tercero. El propósito es indicador y alimentador del sentido. Cuanto más allá del individuo vaya, mayor impacto en nuestra motivación y satisfacción. Cuanto más centrado esté en la individualidad, más transitoria y caduca será la satisfacción (si acaso se alcanza).

Te invito a que te detengas por un momento. ¿Listo? Extiende tus manos con las palmas arriba. En la izquierda pones el “bosón de Higs”, y en la otra la “prima de riesgo”. Permítete sentir por un instante la distancia entre los dos. Ahora piensa en las acciones que llevas a cabo en tu trabajo. ¿Lo tienes? ¡Bien!

¿Qué sentido encuentras en lo que haces? ¿Qué es aquello, más importante que nosotros mismos y que nuestros trabajos, nuestros roles, que nos impulsa y nos mueve? Solo se me ocurre una pregunta más, ¿Qué necesitamos cambiar para reconocer en la futuras generaciones y sus posibilidades vitales, una razón de ser y de hacer?

No hay comentarios:

Publicar un comentario