miércoles, enero 25, 2012

Un mantra recorre el mundo empresarial


¡No hablemos de crisis, hablemos de innovación! Se oye hasta en los más apartados rincones.
El cambio paradigma económico que acelera el cambio del ecosistema empresarial ha sido asumido por la mayoría de directivos y empresarios. Se intuye que la clave está en reinventarse sin mirar atrás con nostalgia.
Ya casi nadie espera a que la crisis pase para que todo a vuelva a ser como antes. La mayoría ha entendido que vivimos en un cambio de ciclo y adaptarse rápido es tener más probabilidades de sobrevivir. Por ello cada vez se repite más y más a menudo que la verdadera puerta de salida a la crisis es la innovación, que todas las demás son puertas falsas.
Pero, el discurso no acompaña la acción, la innovación se convierte en una palabra vacía.
No avanzamos, retrocedemos. ¿Por qué? El motor de la innovación es el talento por él cada vez apostamos menos.
Las implicaciones del cambio de paradigma empresarial
La innovación no está presente en la agenda real de las empresas, solo en el discurso oficial.
Pasar del discurso a la acción supone una nueva forma de gestión, un cambio de cultura, que afecta a muchas áreas de la empresa, pero sobretodo y de forma específica a la gestión del talento o, si se quiere decir de otra forma, cómo gestionamos las personas de la organización.
Pero en las empresas hablar de talento no está de moda, a veces ni siquiera está bien visto -lo dice alguien que está en contacto con centenares de empresas constantemente hablando de estos temas-. La formación, el desarrollo, los nuevos sistemas de gestión, el liderazgo de personas, la gestión cultural, el desarrollo organizativo,… no están en la agenda.
Ahora no es el momento de hablar de personas en las empresas. Ahora es el momento de hablar de recortes, de eficiencia, de trabajar más o de hacer más esfuerzo,… Pero si no hablamos de talento, hablar de innovación es un discurso no sólo vacío sino incomprensiblemente contradictorio y casi estúpido.
La innovación son ideas puestas en acción que permiten obtener mejores resultados. Pero el cortoplacismo de nuestras empresas lo único que interesa de la afirmación es la última parte: los resultados. Resultados que inesperadamente no llegan por repetir la palabra innovación.
El corazón de la innovación es la creación de nuevos entornos de trabajo, eso que denominamos técnicamente, Culturas Innovadoras, es una revolución de cuello blanco, de nuevos directivos, de líderes que impulsen ideas en entornos inciertos,  es inteligencia colectiva, son ideas que se comparten y se ponen en marcha gracias al esfuerzo, colaboración y compromiso de equipos de personas, es rapidez organizativa, es flexibilidad, son nuevas formas de entender la comunicación, el desarrollo humano y organizativo, son… son personas.
Pero que hacen las empresas en este sentido: ¿Cómo se preparan los nuevos líderes? ¿Cómo se desarrolla a las personas? ¿Cómo se introducen nuevos mecanismos de participación? ¿Cómo….? Ya sabes la respuesta.
Vamos en la dirección contraria
La innovación es un cambio de paradigma empresarial que se basa en una revolución de los sistemas de gestión. Y ahora, todos lo sabemos, no sólo no vamos en la buena dirección si no que vamos en dirección contraria.
Pero el discurso vacío de empresas e instituciones sobre la innovación, los discursos bonitos que se contradicen con la realidad del día a día ridículamente se seguirán manteniendo. Y la mayoría seguirá gestionando como en el pasado o retrocediendo. Por ello en nuestras empresas estamos incrementando las probabilidades que en el futuro no haya empresas que gestionar.
La receta de la crisis respecto al talento seguirá siendo clara: invertir menos en personas y rechazo a innovar en gestión de personas. Y aunque al principio el ajuste será adecuado, si se persiste seguirá la decadencia y finalmente la muerte. …
La innovación es esa puerta que se abre cuando el cambio se percibe con más miedo que esperanza, es destruir la resistencia que se genera en las organizaciones frente a nuevas formas de gestionar. Si, gestionar la innovación es un proceso de gestionar resistencias, de olvidar selectívamente el pasado, de reaprender, pero sobretodo de valorizar el nuevo protagonista: el talento humano.
A las personas y a las empresas les cuesta reaprender por ello antes tendrán que desaparecer muchas empresas, muchos directivos y deberán entrar otros que ya percibirán el cambio con más esperanza que miedo y harán resurgir de sus cenizas algunas empresas y harán nacer nuevas empresas que en sus genes culturales contengan la semilla de la innovación. Y en esas nuevas empresas el talento, las personas, tendrán más valor, y sí, estas nuevas empresas serán más innovadoras.
Nadie conoce acerca de la dimensión del drama ni cuantas empresas tendrán que morir antes de entender la lección: “no hay innovación sino gestionamos las personas de otras formas, sino apostamos por el talento”.
¿Por qué algo tan sencillo será tan difícil de entender?

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