miércoles, junio 29, 2011

La vocación: ¿Nace o se hace?

Durante muchos años pensé que no tenía vocación, como si fuera una carencia genética de mi ADN, un don que el creador hubiera olvidado asignarme o un capricho del azar.

En realidad, mi infancia transcurrió entre preguntas extrañas, propias de la inocencia, de una imaginación un tanto desbordada y quizá, por qué no decirlo, de una lógica extraña. Me preguntaba: ¿Quién pintará las líneas de la carretera? A ver si los veo un día… ¿Cómo acabarán los caminos? ¿Será en forma de precipicio? ¿Por qué el huevo al freírlo siempre cae del lado plano? Y observaba a mi madre echarlo en la sartén, intentando captarlo al vuelo… ¿Me acostumbraré a respirar el aire que despiden los coches? Si no fuera bueno, lo prohibirían… y así iba creciendo, rodeada de preguntas que nada tenían que envidiar a la célebre ¿a qué huelen las nubes?

Con el tiempo, mi lógica fue mejorando, quizá porque tuve la “suerte” de que se me dieran las matemáticas, o quizá fuera la “no suerte”… porque me aferré a ellas y cada vez fui tomando mis decisiones de manera más mental. Y así, elegí la carrera por “descarte”, aunque más me hubiera valido hacerlo por “Descartes”, utilizando su método científico, quiero decir. O quizá dejando fluir mis inquietudes, pero ¿cómo se hacía eso? El zen era algo muy apartado de lo que había aprendido por entonces…

Lo del zen no ha cambiado demasiado, me parece, y por eso ahora, cuando me viene a ver algún estudiante despistado sin ninguna idea de su vocación, preguntándome que puede estudiar o hacer, yo siempre le digo lo mismo: aprovecha para prepararte si puedes en algo que te guste, o que te parece que te puede gustar. Estudia o fórmate y si lo tienes claro, empieza a experimentarlo. Si te equivocas no dudes en corregir, lo sabrás porque no te lo pasas bien, ese es el mejor indicador. No importa si sigues sin saber lo que quieres, vuelve a intentarlo con otra cosa. Como decíamos los de ciencias: prueba-error y aproximaciones sucesivas. Y al final el talento aflorará.

Con los adultos, la detección del talento es mucho más fácil porque, aunque no sean conscientes de ello, llevan mucho más camino recorrido y están mucho más cerca de su hallazgo. En mi caso, tardé mucho tiempo en descubrirlo y tuve que hacer un cambio radical de profesión para ejercerlo, pero eso me permitió diferenciarme bien. En otros casos, no es necesario cambiar tanto, porque la distancia a recorrer no es tan grande.

Personalmente pienso que la vocación, nace y se hace, un poco de cada. Tenemos aptitudes, gustos y preferencias, y marcan distintos senderos para constituir un talento que, por ese mismo motivo es único. Ese que puesto al servicio de los demás, nos permite aportar algo diferente.

Y tú ¿has descubierto ya tu Vocación? Decía Timothy Ferriss: “La pregunta que debes hacerte no es ¿Qué quiero? o ¿Cuáles son mis objetivos?, sino ¿Qué me hace ilusión?”

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