lunes, febrero 21, 2011

Lo que vemos no es lo que vemos es lo que somos

La prensa se hace eco del festival Fotoencuentros. Me ha llamado la atención el lema genérico que han utilizado para el festival: Lo que vemos no es lo que vemos es lo que somos. Todo un canto a la aceptación de que nuestra verdad es solo eso, la nuestra y no La Verdad. Si lo que vemos está tan influido por cómo somos necesariamente diferentes miradas llevarán a ver diferentes cosas. No hay un acceso posible a lo que las cosas son, las vemos como somos, tal y como desde hace siglos se escribió en el Talmud.

Mi primera confrontación con esta idea la tuve en el último curso de la Licenciatura de Sociología. Digo confrontación porque fue como una bofetada. Mi evolución personal me había llevado de una interpretación del mundo a otra, pero ambas pretendían ser explicaciones globales y absolutas a lo que ocurría a mi alrededor, las explicaciones "verdaderas". Jose María Mardones, de quien ya he hablado en otro post, y las lecturas de sociología de la ciencia me colocoran en una perspectiva distinta. Como diría Rafael Echeverría, cambiaron el observador que yo era.

Fue precisamente durante mi formación como coach en el programa que lidera Rafael (The Art of Business Coaching ABC) cuando ese planteamiento me caló más profundamente. Si con Mardones pude liberarme del dogmatismo ideológico, con Echevarria se abrió el camino de la liberación del dogmatismo personal: yo sé cómo las cosas son. Digo que comencé el camino porque la inercia es muy fuerte y no es difícil volver a lo que uno ha hecho durante tantos años, sobre todo cuando el entorno cultural se mueve mayoritariamente sobre esas premisas. Por eso mi sorpresa ante el lema de este evento fotográfico. Quiero pensar que es un síntoma de la propia evolución social hacia una sociedad más capaz de respetar al otro, de encontrar en la diferencia riqueza y no miedo.

Mi mayor dificultad para entender que "lo que veo no es lo que veo sino lo que soy", en otras palabras, para asumir que mi forma de ver el mundo es una de las muchas posibles, ha sido la identificación de ese planteamiento con el relativismo absoluto. Si es eso es así, me decía, cualquiera tiene parte de razón, incluso la persona más sectaria o dictatorial. Me costó entender que cuando acepto que mi punto de vista es uno, el mío, lo que acepto es la legitimidad del otro para verlo y entenderlo desde otro punto de vista, pero no implica que tenga que dar por buenos a ambos. Ninguno es La Verdad pero para mi unos son más poderosos que otros, abren más posibilidades al desarrollo de la persona, de la sociedad, del ser humano. Claro que otras personas pueden juzgarlo de otra manera y lo acepto pero no lo comparto. Pero es una elección personal, no un hecho absoluto.

En el proceso de coaching este punto de partida es clave para poder conectar real y profundamente con la persona con la que realizas el coaching. Solo desde ahí podemos interesarnos por saber, y así hacer saber al coachee, desde dónde está viendo la realidad. El proceso de coaching se basa en la construcción de una relación de confianza basada en el respeto hacia el otro y solo puede haber respeto desde la aceptación de su legitimidad como observador diferente. Desde ahí es posible ayudarle a encontrar opciones de ver su realidad desde otros puntos de vista, no porque el suyo sea rechazable, sino porque puede resultarle limitante.

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