martes, agosto 03, 2010

Una conversación que quiero compartir

Este contenido ha sido cedido por nuestros colegas y amigos de España Empresa de Hoy (www.empresadehoy.com) donde podréis encontrar muchos otros textos de interés.

Me encontré el otro día con una persona, algo más joven que yo, que había trabajado conmigo hace algunos años y aprovechamos para pasear un rato por las casetas del libro viejo que estaban instaladas en el margen de la Castellana.

Lo noté desilusionado, sin demasiadas ganas de hablar, pero yo estaba interesado en saber lo que le pasaba y lo que le había ocurrido desde que nos separamos hace ya tiempo.

Lo que finalmente y poco a poco me dijo, y que quiero compartir con los pequeños empresarios que leen el blog, es casi literalmente lo siguiente:

“Cuando hace años quedé atrapado en el mundo empresarial, soñaba con tener mi propia empresa y así lo hice. Si bien me había escapado de las presiones de los jefes y de las estructuras organizativas, todavía no me sentía muy libre pues tenía el sentimiento de que mi negocio me atrapaba”.

“Había una gran diferencia entre ser un pequeño empresario y seguir mi vocación particular y yo no quería sacrificar mi estilo con el fin de tener éxito”.

“Mi objetivo no era sólo hacer dinero, que también. Mi objetivo era crear una empresa para hacer las cosas convencionales que hay que hacer bien pero, además, para llegar a amar el trabajar en mi negocio y tener el tiempo para pensar creativamente acerca de cómo podía ser más estimulante”.

“Pero, al final, por la falta de medios económicos y apoyos, las pequeñas empresas tienden a ser mecánicas y repetitivas, mientras que otros navegan por la vida con sentimiento de alegría y tranquilidad”.

“Los pequeños empresarios usamos el corazón y buscamos permanentemente el pensamiento inspirado, usando el uno para apoyar al otro, utilizamos las estrategias de negocio para mantener nuestras ideas, pero tenemos tan pocos incentivos y… Se nos escucha tan poco.”

“Finalmente, entrampado, con mi pequeño patrimonio comprometido, tuve que cerrar la empresa hace un poco más de un año y, desde entonces, voy buscando una salida que está cada día más difícil”.

Procuré animarle, pero me sentía ciertamente impotente. Creo que lo que le faltaba a mi antiguo colaborador era el Espíritu Empresarial, del que hablaré en otro post en este mismo blog.

De la conversación salí triste, pero animado a seguir ayudando en la medida de mis posibilidades al pequeño empresario que comienza su empresa como un sueño y luego se encuentra con toda clase de dificultades.

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