domingo, junio 12, 2022

La economía de Roberto Carlos: por qué tener un millón de amigos vale más que dejar de fumar

El análisis de la teoría “de los vínculos débiles” resurgió con fuerza durante la pandemia; se trata de la consideración de las relaciones con personas que no son tan cercanas, pero que sí pueden tener importancia en nuestras vidas.


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Las personas que nos encontramos casi todos los días a la misma hora en la máquina de café de la oficina; los dueños de perros que los sacan a pasear a la noche en un horario parecido al nuestro; las madres y padres de compañeros de nuestros hijos a los que vemos a la salida del colegio: la sociología tiene un nombre para este tipo de relaciones, que comenzaron a estudiarse con seriedad hace casi 50 años.

En 1973 el académico de Stanford Mark Granovetter escribió sobre la importancia de los “vínculos débiles”: esos grupos de conocidos con lo que no hay conexiones emocionales potentes, pero que en la práctica están subestimados en su valor y terminan siendo fundamentales –descubrió Granovetter– para conseguir trabajos o conectarse con otros proyectos.

Luego de su boom inicial, la teoría de los vínculos débiles cayó en una meseta de olvido y volvió a resurgir con fuerza durante la pandemia: las cuarentenas dinamitaron justamente este plano de amistades intermedias: nos quedamos con los muy cercanos (los familiares) o los de Zoom del trabajo con una buena parte de desconocidos. Pero lo del medio voló por los aires.

Y eso tuvo un costo elevado. Hay esfuerzos desde la economía y las ciencias de la vida para tratar de cuantificarlo y precisarlo. Previo a la pandemia, un estudio de Harvard halló una fuerte correlación entre la soledad –no tener amigos– y la presencia en sangre de un tipo de proteína relacionada con las crisis cardíacas. Los científicos de la universidad de los Estados Unidos compararon los niveles de presencia de esta proteína en sangre y lo compararon con la cantidad de personas en la red cercana de familiares y amigos de cada caso estudiado.

“Según el trabajo de un economista, las redes sociales pueden magnificar las comparaciones y, por lo tanto, llevar a disminuir la felicidad”.

El movimiento en paralelo detectado (correlación) entre ambas variables fue altísimo, y en las conclusiones del estudio se recomendó a los gobiernos trabajar en políticas públicas que promuevan la interrelación como medidas para mejorar el bienestar, la calidad y la extensión de vida. Reversionando a Roberto Carlos: “Yo quiero tener un millón de amigos, y así más tiempo poder durar”.

El estudio saltó a la fama por la cuantificación que describió del impacto en el bienestar: “Tener 10 o 12 amigos menos equivale al mismo riesgo que fumar regularmente”.

(Nota al pie: en la década pasada, un estudio de economía de la felicidad concluyó que “divorciarse equivale al riesgo que implica fumar en términos de deterioro emocional”. Un cómico argentino de la trasnoche de la TV leyó este título y comentó que lo que el estudio no decía era que “cuando te casás te fuman en pipa”).

¿Qué economistas están trabajando este tipo de temas? Para Lucio Castro, un economista argentino basado actualmente en Washington, hay un vínculo directo entre esta agenda y las investigaciones del Premio Nobel 2015 Angus Deaton, quien en su libro Muertes por desesperación (coescrito con Ann Case y publicado en 2020) pone énfasis en la baja en la expectativa de vida que se produjo en los Estados Unidos en los últimos años en cierto sector de la población (mayormente en varones blancos sin estudios universitarios) por un cóctel de desindustrialización, malos empleos, disolución familiar y soledad.

A Deaton, nacido en Escocia pero residente en los Estados Unidos, le llamó la atención la caída en la expectativa de vida que se dio para todos los norteamericanos (no sólo los varones blancos) entre 2014 y 2017 (la primera de tres años seguidos desde la pandemia de la gripe española entre 1918 y 1920), por causas que tuvieron que ver con suicidios, enfermedades ligadas al alcoholismo y sobredosis de drogas.

“Cuando se habla de los efectos benéficos de la amistad se suele hacer énfasis en el valor de los encuentros en persona, cara a cara”.

Antes de Deaton y Case, la economía de la felicidad puso el ojo en el bienestar emocional que generan las relaciones de amistad. Una década atrás en la Universidad Nacional de La Plata se hizo un estudio al respecto, que dio que los niveles reportados más altos en felicidad se dieron, justamente, en las reuniones con amigas y amigos. La economía de la felicidad encontró una metodología para medir en términos monetarios el impacto en bienestar o malestar emocional que producen eventos de la vida cotidiana como casamientos, divorcios, vacaciones, etcétera.

Hay estudios académicos del campo de los sistemas complejos interesantes sobre la amistad. Veinte años atrás se publicó un paper con un título curioso: “Por qué sus amigos tienen más amigos de los que tiene usted”. Su autor, Scott Feld, utilizó teoría de redes para demostrar que esto es correcto (y no una sensación), en parte porque es más probable que sean amigos nuestros personas que son más sociables que el promedio.

Hay un dato importante a tener en cuenta: cuando se habla de los efectos benéficos de la amistad se suele hacer énfasis en el valor de los encuentros en persona, cara a cara.

Para las relaciones en redes sociales, la evidencia es mucho menos clara. Primero, porque como demostraron años atrás Bernardo Huberman, Daniel Romero y Fang Wu en una investigación sobre economía de la atención, las amistades “reales” en redes como Facebook no son más de 20 o 30, aun para aquellos con millones de seguidores.

Y en segundo lugar, por un factor que remarcó en un trabajo de 2015 el economista argentino del BID Carlos Scartascini: “Las redes sociales pueden ser un vehículo que magnifica las comparaciones con los demás y, por lo tanto, llevar a disminuciones en la felicidad”, sostuvo en un breve ensayo titulado: “¿Conspira Facebook contra la felicidad?” (Respuesta rápida: sí).

Scartascini nació en Córdoba, es experto en economía del comportamiento y autor del último libro de la colección principal del BID, que trata sobre el tema “confianza”, una variable en la que América Latina no rankea bien.

“Como es sabido, el dinero no compra la felicidad, pero definitivamente es algo que ayuda, ya que a mayor ingreso, mayor satisfacción con la vida. Pero, lamentablemente, las mejoras de bienestar material importan solo en relación con quienes nos rodean; es decir, no importa tanto cuánto uno ha mejorado, sino que lo haya hecho en relación al resto. Y esto genera una paradoja del crecimiento infeliz”, planteó Scartascini en su trabajo sobre amistad y redes sociales.

Esa mamá de un compañerito de colegio de nuestro hijo que se la pasa posteando en Instagram fotos de vacaciones en Disney todos sonrientes; la mascota de una excompañera de primaria que hace cosas increíbles en Tik-Tok mientras nuestro perro está durmiendo todo el día: ese tipo de amistades van más para el lado de la “muerte por desesperación de Deaton” que para el de las que nos sirven más a nuestra salud que dejar de fumar. Cierre con Roberto Carlos reversionado: “Yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte querer bloquear gente en redes”.

Sebastián Campanario


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