lunes, abril 04, 2022

La suerte de la guerra en Ucrania se decide en el sur

Escenarios. Para los Estados Unidos, la invasión rusa se transformó en una “guerra larga”. De ser así, además de mayor costo en vidas, se generará un impacto más grave en la economía global.


 

      Civiles pasan frente a un tanque ruso destruido cerca de la frontera con Rusia

Lo esencial del discurso de Varsovia del presidente Joe Biden es la afirmación de que el conflicto de Ucrania se ha transformado en una “Guerra Larga” de carácter prolongado, que puede llevar semanas, meses, quizá años; y es evidente que en esta perspectiva el presidente Biden no tiene ningún interés en las negociaciones de paz con el régimen del presidente Vladimir Putin. 

Lo esencial del discurso de Varsovia del presidente Joe Biden es la afirmación de que el conflicto de Ucrania se ha transformado en una “Guerra Larga” de carácter prolongado, que puede llevar semanas, meses, quizá años; y es evidente que en esta perspectiva el presidente Biden no tiene ningún interés en las negociaciones de paz con el régimen del presidente Vladimir Putin. Todo indica que el diagnóstico del presidente Biden es absolutamente acertado y cargado de realidad, y que de él se desprenden varias consecuencias necesarias, algunas con carácter inexorable.

En primer lugar, el costo humano de la guerra es cada vez mayor, debido a que su prolongaciones sinónimo de radicalización y tendencia a los extremos. Hay que dar como un hecho, entonces, que se intensificará el éxodo de la población ucraniana, que ya ha superado los 3,7 millones de personas que han abandonado el país en los últimos 30 días. 

Luego es evidente que se intensifica el impacto catastrófico de la guerra en la economía mundial, sobre todo en el plano estratégicamente decisivo del mercado energético global, al punto que hay que esperar en el segundo y tercer trimestres del año un seguro efecto recesivo, ante todo en EE.UU. y Europa. La Agencia Internacional de Energía (AIE) prevé una caída de más de 3 millones de barriles diarios (b/d) en las exportaciones rusas a partir de abril (desaparece 1/3 de los 8,5 millones b/d que exporta actualmente).

Esta brutal disrupción desataría de inmediato un nuevo shock de precios energéticos en el mundo que lo llevaría a US$200/250 el barril, lo que desencadenaría, prácticamente sin mediaciones, una recesión profunda sin distinción de sectores ni de regiones. 

El país más golpeado sería ante todo EE.UU., donde el precio del galón (3,7 litros) de gasolina trepó a US$4,1 en la primera semana de marzo (en California fueron US$6 por galón), el mayor valor en 40 años; y esto coincide con un alza de la inflación que alcanzó a 7,9% anual en igual periodo, el nivel más elevado desde 1982. Este fenómeno de alza generalizada de los precios se manifiesta, entre otros aspectos, por la carencia de recursos básicos que comienza a aparecer en las cadenas de supermercado de todo el país.

El presidente Joe Biden enfrenta esta situación profundamente debilitado, con 39% de respaldo en la opinión pública, y 70% de los norteamericanos convencidos de que el país se encuentra en un rumbo equivocado. Todo esto ocurre en un año electoral, en que está en juego el control de las 2 Cámaras del Congreso en noviembre de este año. EE.UU., la mayor economía del mundo (US$22,6 billones, el 25% del PBI global) acaba de demostrar una vez más su extraordinario vigor con la creación de 678.000 puestos de trabajo en febrero, precedidos por otros 460.000 del mes anterior. 

Rusia comparte el pronóstico de Biden de que la guerra en Ucrania se ha convertido en un conflicto prolongado; y por cierto ha advertido que el mandatario norteamericano no tiene ningún interés en las negociaciones de paz para dar término a la contienda.

De ahí que el mando ruso haya informado que una fase de la guerra de Ucrania ha concluido; y que ahora la prioridad es la campaña en el Sur, con el objetivo de cercar a las fuerzas de elite ucranianas ubicadas frente a la región del Donbas al este del rio Dnieper, donde combaten hace 8 años contra las milicias de las repúblicas de lengua rusa en un conflicto de baja intensidad que ha provocado más de 14.000 muertos.

Este cerco decisivo se realiza a través de 2 pinzas: una es una columna de blindados y artillería móvil proveniente del Norte, desde la ciudad de Kharkov, cerca de la frontera rusa; y la otra se despliega desde el Sur, a partir de Crimea y Mariupol; y ambas se dirigen a cerrar el cerco en la ciudad de Dnipro, ubicada en el centro geográfico de Ucrania. Es una operación que, por su magnitud y el carácter de élite de los 40.000 combatientes ucranianos, puede sellar estratégicamente el conflicto surgido hace 30 días. 

La semana pasada, la inteligencia norteamericana había advertido que las fuerzas rusas en la zona de Kiev, a pesar de su enorme superioridad material, comenzaban a construir “posiciones defensivas”, en lo que constituía un obvio adelanto de la nueva estrategia fundada en la prioridad absoluta de la ofensiva en el Sur contra el cuerpo operativo del ejército ucraniano.

El objetivo de Putin en Ucrania no es territorial, sino lograr en el campo de batalla una resolución que obligue al gobierno del presidente Zelensky a aceptar las condiciones de paz que le propone la Federación Rusa. En suma, la suerte de la guerra en Ucrania se decide ahora en el Sur, entre el Dnieper y la región del Donbas. Lo que allí ocurra tendrá inmediatas consecuencias globales, debido al papel único de Rusia en el sistema mundial, que es tanto decisivo en Europa como en Asia.

La regla estratégica fundamental establecida por Clausewitz es que “…lo accesorio sigue siempre la suerte de lo principal”. Hoy lo principal en el mundo es Ucrania, y dentro de Ucrania el Sur; el resto se arreglará de acuerdo a lo que allí suceda.

Jorge Castro


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