jueves, septiembre 23, 2021

El “síndrome de la cabaña”: qué pasa con los empleados que no quieren volver a las oficinas

Hay fobias, pero además los trabajadores descubrieron un mundo más flexible y que genera ahorros.

 

Algunos empleados prefieren volver a la oficina, a los contactos con colegas y el intercambio personal. Foto Shutterstock.

Volver o no volver a la oficina. La baja de los contagios y el aumento de la vacunación contra el Covid abrieron el debate en las empresas acerca del futuro del grupo de empleados que se recluyó en el teletrabajo desde que comenzó la pandemia.

Algunos quieren regresar, aunque sea algunos días por semana, a la rutina que tenían antes de abril de 2020. Extrañan su lugar de trabajo, el vínculo con colegas y la posibilidad de dedicarse 100% a sus obligaciones laborales sin estar pendiente de las necesidades familiares.

Pero muchos otros tienen reparos a la hora de volver a la oficina, por miedo o por el agobio que les genera el retorno a una rutina en el 'afuera', afección conocida como el 'síndrome de la cabaña'.

"En muchos casos la principal barrera es la inercia generada por el acostumbramiento a un largo período de rutinas de bajo desplazamiento y limitada socialización", explica Andrea Ávila, CEO de la consultora de Recursos Humanos Randstad para Argentina y Uruguay.

“El distanciamiento y las rutinas de baja movilidad y socialización nos han marcado a todos, muchos están deseosos y listos para recuperar las charlas de pasillo, los breaks y el café con los colegas, mientras que algunos se han visto más afectados por el aislamiento y deberán prepararse emocionalmente para asimilar la vuelta a los espacios de trabajo y la vinculación social", agrega. En estos casos, dice que es clave el acompañamiento de la empresa y de los líderes de equipo.

"Nos estamos encontrando con compañías que están obligando a que sus colaboradores a volver a las oficinas presenciales todos los días y nos estamos encontrando con la resistencia de los colaboradores, por miedo o porque no están todos vacunados aún", asegura Cecilia Giordano, CEO de Mercer.

Qué estaba haciendo antes con mi vida​


El home office abrió puertas que serán muy difíciles de cerrar. Fotos: Martín Bonetto

El home office abrió puertas que será muy difícil cerrar, especialmente en algunas compañías que venían de políticas laborales poco flexibles. "Ahora nos hacemos preguntas que antes no nos hacíamos. Por ejemplo: ¿es necesario trasladarme a la oficina, con el gasto de tiempo y dinero que eso genera? ¿Qué valor me va a producir este encuentro?, ¿Lo puedo hacer virtual?", comenta la directiva de Mercer.

Ávila, de Ranstad, coincide: "Nadie quiere estar una hora y media trasladándose al trabajo. Se valoriza más ese tiempo. La gente piensa 'qué estaba haciendo antes de mi vida' ".

Giordano admite que trabajar desde casa nos ha producido ahorros en transporte, comida y vestimenta, que compensaron en alguna medida la pérdida de poder adquisitivo de los salarios por la alta inflación. "Si volvemos a las oficinas y se genera consumo también puede ser que se produzcan de manera ascendente algunos otros factores, indicadores, que no son favorables para el poder adquisitivo de los colabores", sostiene. ¿Se incrementarán los reclamos salariales?

Por otro lado, Patricio Navarro Pizzurno, sicólogo especializado en aspectos de la salud mental en el ámbito laboral, advierte que informalmente a veces el empleado termina trabajando el tiempo que antes viajaba. “Una de las contras del síndrome de la cabaña es la hiperdisponibilidad del empleado. El empleador dice: ‘Sé que estás en tu casa, y entonces te mando un whatsapp a las 23”.

El home office también le mostró a muchos empleados el valor agregado de llevar a sus hijos al colegio o de almorzar con ellos. “Si pierdo el home office pierdo más que solo volver al trabajo. Es el valor percibido de la flexibilidad. Se descubrieron espacios personales que antes no estaban”, sostiene Gustavo Aguilera, director de Talent Solutions y People & Culture de Manpower Group Argentina.

Pero tampoco quiere decir que todos los empleados prefieran quedarse en su casa todo el tiempo. Ávila explica que querer trasladarse menos no significa que las personas no quieran ir a la oficina, porque a veces muchos empleados buscan espacios de trabajo fuera de sus casas, pero cerca, para hacer home office. 

También depende del rubro. Navarro Pizzurno explica que no es lo mismo un desarrollador de software, que hace trabajos más solitarios y está acostumbrados a la mediatización digital que otro tipo de perfiles.

De esta idea del trabajador que quiere salir de su casa pero no volver al modelo anterior surgen desde las empresas los proyectos de armar hubs diseminados por la Ciudad, en lugar de una gran oficina central.

Se construye un nuevo modelo de trabajo. "Los empleados que no quieren regresar es porque no ven nada atractivo. No quieren gastar tres horas en ir y volver a la misma oficina de siempre. En eso, los seres humanos hemos cambiado después de estar en nuestras casas", dice Ávila.

Control y productividad

Junto con el mantenimiento del home office durante algunos días a la semana crece la necesidad desde las compañías de evaluar por objetivos. "Es un esfuerzo profundo para los líderes, que no estaban preparados. Requiere otras habilidades, otros liderazgos. Hay que ser un líder muy avanzado para tener equipo remoto".

Lo mismo sucede con la productividad. "¿Por qué muchas empresas creen que hay que volver a un esquema de presencialidad si ya aprendimos que se puede trabajar de manera remota? ¿Por qué volver a atrás si hay cosas que mejoraron o facilitaron la vida? Porque les preocupa la productividad, sigue existiendo el concepto de que la presencialidad es más productiva”, opina Aguilera, de Manpower.

Pero el consultor cree que no debería ser un tema: “En un año y medio se demostró que se pudo trabajar en la distancia”, afirma.

Navarro Pizzurno alerta sobre casos en que el “síndrome de la cabaña” implica alguna fobia de salir a la calle y sostiene que las empresas se están viendo obligadas a cuidar la salud de sus empleados. “No con gerencias de Felicidad, sino yendo al fondo. Mejor que las empresas empiecen a prepararse porque impactará en términos de rentabilidad. Se les va a caer la nómina y van a tener que seguir pagando los salarios”, advierte.

Las compañías que se den el lujo de no contemplar las situaciones particulares de sus trabajadores tendrán una bomba de tiempo organizacional, dice el consultor. “Un descontento y desgaste en el empleado que se podría evitar con poco, como dar home office unos días a la semana, que no cambia la productividad”, señala el psicólogo.

No adaptarse y contemplar esas variables de salud psíquica, organización familiar y nuevas tendencias en el trabajo tendrá un costo altísimo, opina. "Si el empleado está descontento, se va. A pesar de la crisis, se están viendo mandos medios y altos que se van, quizá resignando plata. Y el principal motivo de desvinculación es que armaron su esquema familiar de otra manera y la empresa en la que están quieren que vuelva a la oficina cinco días a la semana, como antes”.

Natacha Esquivel

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