lunes, marzo 22, 2021

Quinta a fondo en la agenda verde: la década de la tecnología del clima


Hay buenos motivos para pensar que los negocios y la tecnología vinculados al cambio climático son candidatos fuertes a quedarse con el título de “la década de…”

Hay fuerzas de mercado concretas: una clase global (mayoritariamente el segmento más rico) que demanda productos y servicios sustentables, y, principalmente, talento de las generaciones más jóvenes que ya no quiere trabajar en empresas que contaminan.

No falla: la mayor parte de los consultores o especialistas en un determinado tema en el último año tienden a asegurar que su tópico de interés “ganó mucho más protagonismo” o fue puesto en mayor relevancia durante la pandemia. De la misma forma, las distintas tribus de las tecnologías exponenciales tienden a proclamar que “comienza, definitivamente, la década de X”, donde “X” puede ser inteligencia artificial, biotecnología, criptomundo o el tema que convoque a los incumbentes.

Hay buenos motivos, sin embargo, para pensar que los negocios y la tecnología vinculados al cambio climático son candidatos fuertes a quedarse con el título de “la década de…”. “Siempre estuvimos acostumbrados a hablar del tema en términos de trade-off (cuando una variable sube, la otra baja) entre rentabilidad y responsabilidad ambiental. Vemos que ahora esta relación se desvanece por varios motivos y entramos en una nueva era”, explica a LA NACION Tomás Ocampo, experto en inversiones y tecnología ambiental, con estudios en Stanford en esta materia.

Hay fuerzas de mercado concretas: una clase global (mayoritariamente el segmento más rico) que demanda productos y servicios sustentables, y, principalmente, talento de las generaciones más jóvenes que ya no quiere trabajar en empresas que contaminan. Por ejemplo, ingenieras e ingenieros dispuestos a ganar menos si trabajan para Tesla que para otras firmas. “El talento es el factor fundamental que hoy define el éxito de un proyecto de negocios”, completa Ocampo, que dirige actualmente YPF Ventures.

El otro factor que juega a favor de terminar con este trade off tradicional tiene que ver con las economías de red (Ley de Metcalfe): “Si Apple y otros gigantes anuncian que van a ser neutrales en carbono para 2030, eso implica enormes movimientos en sus cadenas de proveedores y clientes”, agrega Alexis Caporale, emprendedor y autor de El Futuro de la Energía. Caporale actualmente vive en Barcelona y trabaja en el equipo de inversión de World Fund, uno de los fondos más renombrados en el terreno de lo que se conoce como climate-tech.

“La aceleración es brutal. En mi trabajo diario, vemos alguna empresa promisoria y si no nos movemos rápido nos enteramos de que a la semana siguiente levantaron US$200 millones. Todo lo que uno haya leído sobre almacenamiento en baterías hasta 2020, por ejemplo, ya está desactualizado”, dice Caporale. En el primer bimestre de 2021 se reportaron varios avances que apuntan a una revolución en almacenamiento de energías, uno de los cuellos de botella y obstáculos más importantes en el campo de los renovables.

El “riesgo político”

Esta aceleración repercute sobre la matriz económica argentina. Un ejemplo: el litio del norte del país para empresas como Tesla es atractivo en todas sus dimensiones, salvo en la de “riesgo político”, en buena medida porque implica un proceso lento que, luego de la inversión, da sus frutos a cinco años. Una startup llamada Lilac Solutions patentó una tecnología que reduce este proceso radicalmente (a unos dos años), con lo cual el riesgo político empieza a pesar menos en la ecuación. Los directivos de Lilac estuvieron semanas atrás en Salta hablando con las autoridades provinciales.

“Estamos entrando en la década del clima”, asegura Andrew Beebe, inversor de Obvious Ventures y especialista en agenda de sustentabilidad. “La escala de trasformación está a la par de lo que sucedió con la revolución digital”, dice. De hecho, ambas tienen trayectorias paralelas: una etapa de inmadurez y burbuja (el exvicepresidente de EE.UU. Al Gore produjo su famoso documental Una verdad incómoda en 2003) y ahora un crecimiento mucho más robusto.

A los factores que mencionaban Ocampo y Caporale (economías de red, preferencias de consumidores y trabajadores, aceleración), Beebe suma la baja exponencial de costos (el de producción de energía solar cayó un 90% en la última década), la popularidad de los autos eléctricos (evidenciada con el salto de la capitalización de Tesla), los avances en baterías, la aparición de nuevos fondos multimillonarios focalizados en cambio climático y las nuevas políticas y regulaciones de los países centrales.

Beebe habla de una “zona de oportunidad en lo bajo de la pirámide de Maslow”, que se usa tradicionalmente para describir nuestras necesidades. Según esta visión, así como Amazon sacó el “.com” de su marca (porque lo digital ya es la norma y no hay por qué enfatizarlo), lo mismo sucederá con dinámicas neutrales en emisiones de carbono a medida que avance esta década. “Esta vez, al contrario que el primer boom de la agenda verde, todo es diferente. El panorama involucra ahora a toda la economía, no sólo al sector de energía”, agrega.

Puntos de despegue

Con la victoria a fin de 2020 del demócrata Joe Biden en Estados Unidos, el ciclo político también empezó a jugar a favor de las acciones a escala para mitigar el cambio climático. “Inclusive estamos viendo que dentro del partido republicano el péndulo se aleja cada vez más de los negacionistas”, apunta Ocampo. Si tiene que citar un teórico de influencia en este terreno en el partido de Donald Trump que hoy represente la “media” de las posiciones, el argentino que investiga la agenda verde en Stanford se inclina por George Shultz, un ex marine que fue secretario de Estado en la era Reagan y falleció el 8 de febrero, a los 100 años. Shultz reconocía que el clima está cambiando y abogaba por una “teoría de seguros” (hay una posibilidad de costo enorme y hay que tomar seguros), que incluían impuestos a las emisiones.

En el campo de los futurólogos y tecnólogos, la coordinación y lo rápido que actuó la ciencia frente al desafío del Covid-19 es un aliciente para pensar que esta misma dinámica se podría dar con el cambio climático. Llegar a las vacunas contra el Covid-19 tomó 310 días, diez veces más rápido que lo habitual. ¿Qué pasaría si esa urgencia por encontrar una solución se trasladara a la agenda de clima? En una reciente charla larga en la plataforma de audios ClubHouse, ya valuada en mil millones de dólares, Elon Musk se mostró optimista en esta dirección: si no hacemos “locuras” con las emisiones, la tecnología va a llegar a tiempo.

Muchas de las acciones gubernamentales o intergubernamentales, bien coordinadas, podrían significar “puntos de despegue” (tipping points), de acuerdo a un reciente estudio realizado por Tim Lerton, de la Universidad de Exeter, y Simon Sharpe, de la jefatura de Gabinete en Inglaterra. El trabajo se basa en sistemas complejos, donde una intervención en algunos nodos puede producir efectos de cascada y trayectorias exponenciales. En definitiva, puntos de despegue consolidados que doten al proceso de mayor velocidad todavía.

El problema es que, en esta complejidad, las cascadas pueden ir para abajo o para arriba. Esto es, también puede haber tipping points que vuelvan el panorama mucho peor. Que el derretimiento del permafrost (la capa de suelo permanentemente congelado) deje al descubierto virus de antaño desconocidos que causen nuevos estragos, por ejemplo. De hecho, una reciente investigación de Robert Beyer, del departamento de Zoología de Cambridge, muestra cómo el calentamiento global enriqueció la población mundial de murciélagos en varios países asiáticos, un factor determinante en el origen del Covid. Todo tiene que ver con todo, como diría Pancho Ibáñez.

Sebastián Campanario

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