martes, octubre 13, 2020

3 Fuerzas Invisibles que Influyen en la Toma de Decisiones

 

Marlene Chism, en SmartBrief on Leadership del pasado 5 de octubre, plantea que el buen liderazgo está relacionado con la adecuada toma de decisiones, pero que existen una serie de fuerzas que intervienen en dicho proceso.

La autora destaca las siguientes:

1.- IDENTIDAD

La identidad de un líder está intrincadamente ligada a las decisiones que toma. Cuando un profesional, por ejemplo, es ascendido a un puesto de liderazgo pero sigue identificado con su puesto anterior tendrá dificultades para tomar decisiones, corregir situaciones o iniciar conversaciones complicadas.

Un caso frecuente se presenta cuando los líderes se identifican más con ser considerados agradables y simpáticos que con liderar. Como resultado patrones tales como apaciguar o evitar se desarrollan como forma de gestionar los conflictos.

Debemos, tener conciencia de nosotros mismos y describirnos comenzando cada frase con la afirmación: “Yo soy”. Por ejemplo: “yo soy impaciente”, “yo soy perfeccionista” o “yo soy fiable” pueden ser tres formas de identificarnos. Luego tenemos que observar cómo estas definiciones influyen ayudando o inhibiendo nuestra capacidad de liderazgo. Si, por ejemplo, nos consideramos perfeccionistas impacientes seguramente microgestionaremos, creeremos que nadie puede hacer las cosas tan bien como nosotros y no seremos accesibles. Hay que tener en cuenta que nuestra autoidentidad se va a manifestar en nuestros comportamientos como líderes y en sus resultados.

Para corregir influencias negativas podemos comenzar por seleccionar un área de nuestra identidad que queremos modificar. Por ejemplo si ser impaciente está teniendo un efecto negativo podemos cambiar nuestro lenguaje y en lugar de decir “soy impaciente” decir: “estoy empezando a delegar y a estar más presente” o “procuro atender las urgencias mientras presto atención a lo que es importante y relevante”.

2.- INTENCIÓN

Gary Zukav mantiene que “si no conocemos nuestro propósito antes de una interacción lo conoceremos después”. Las intenciones no se refieren sólo al resultado final sino también al camino para alcanzarlo. Por ejemplo si necesitamos mantener una conversación complicada debemos primero examinar cuál es nuestra intención real. Las dos preguntas principales que nos tendremos que hacer son:

a).- ¿Qué queremos lograr a través de la conversación?

b).- ¿Cómo queremos que la otra persona se sienta después?

Debemos reflexionar, en este caso, si realmente queremos mejorar el desempeño del profesional y ayudarle o si estamos utilizando la conversación para demostrar nuestro poder o para documentar la necesidad de legalmente despedirle, por ejemplo. Antes de mantener, por tanto, una conversación difícil debemos redactar cuáles son los resultados que esperamos y cuándo y por qué queremos involucrar a esa persona, no actuando hasta que nuestros motivos no sean puros. Una vez que lo hayamos conseguido debemos articular nuestra intención al inicio de la conversación, diciendo por ejemplo: “Mi propósito en esta conversación es conseguir ayudarte para mejorar tu trabajo y entender las barreras que puedes encontrar en él desempeño del mismo.

3.- EMOCIÓN

La toma de decisiones se realiza desde nuestra mente lógica, la corteza prefrontal, pero las emociones pueden interferir. La mente humana cuenta con recursos limitados disponibles para el autocontrol. La clave se encuentra en conocer cómo podemos interpretar nuestras emociones en lugar de dejar que éstas guíen nuestra toma de decisiones.

Por ejemplo, la indignación, enfado o ira no es decirnos a nosotros que estamos en lo cierto y que la otra persona está equivocada. Normalmente es una respuesta a unas expectativas que no se han cumplido o a un límite que se ha cruzado.

Chism recomienda, en relación con las emociones, que revisemos una conversación reciente que haya fracasado y recordemos las emociones que sentíamos antes de la misma, considerando los temas y patrones. Es posible que encontremos emociones sin procesar o que tendemos a evitar las conversaciones y debemos abordarlas antes.

Otra sugerencia es que la siguiente vez que sintamos una emoción fuerte, respiremos y hagamos una pausa o hablemos con un coach o compañero si necesitamos a alguien con quién pensar para poder ver las cosas con más claridad.

Isabel Carrasco


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