jueves, febrero 13, 2020

¿Se acaba la felicidad laboral a los 47 años?

DREAMSTIME EXPANSION

Nuestra 'curva de la felicidad' es una 'U' invertida que podría salvar la satisfacción en el trabajo.

El paleontólogo y codirector del yacimiento de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, suele decir que "la vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado". Algo sabrá este científico -que conoce al ser humano de hace miles de años- para sostener este argumento que tiene que ver con la felicidad laboral.

Un estudio de la Universidad de Dartmouth confirma las conclusiones de otras investigaciones que hablan de una curva de la felicidad en U invertida -a los 18 años los niveles de satisfacción empiezan a decrecer- y que nos lleva a que a los 47,2 años (en los países desarrollados) y a los 48,2 años (en los países en desarrollo) lleguemos supuestamente a nuestro máximo de infelicidad.

El estudio analiza 132 países y asegura que las personas en todo el mundo experimentan una "curva de felicidad" invertida en forma de U. Como en otras investigaciones similares, este nuevo estudio confirma que la felicidad tiene mucho más que ver con la forma en la que afrontamos nuestra vida y los acontecimientos. La cuestión es si a partir de los 47 (48 en los países en desarrollo) podría comenzar también una nueva etapa en nuestro desarrollo profesional.

En realidad, nunca es demasiado tarde para encontrar el trabajo de nuestra vida, que nos haga felices. La frustración laboral no puede ser una opción, sobre todo en un entorno laboral en el que aparecen (y desaparecen) profesiones constantemente. A pesar de la incertidumbre, ni siquiera la edad puede ser un obstáculo para que aparezca la posición soñada o un empleo en el que podamos encajar, siempre que estemos preparados para responder a ese momento y a ese puesto.

El estudio de Dartmouth explica que "sentirnos infelices cuando nos damos cuenta de que no lograremos todos nuestros objetivos, sueños y aspiraciones es algo que no podemos controlar, y nos golpea con más fuerza a los 47,2 años". Sin embargo, son cada vez más los expertos que aseguran que la vida laboral después de los 40, 50, 60, e incluso tras los 70 nos lleva a realizar proyectos y sueños. El best seller de Lynda Gratton y Andrew Scott -The 100-year Life- analiza cómo las carreras se extienden temporalmente en un mundo laboral en el que las futuras generaciones vivirán más allá de los 100 años. Una persona que hace 100 años tenía 70 era lo que es hoy una de 40 o 50, y las expectativas de vida cada vez mayores nos llevan a pensar que un profesional de 70 de hoy se corresponda con el esplendor profesional de hace un siglo, pero con más experiencia y una formación enriquecida. Hay quien asegura que los 70 son los nuevos 40, porque el mercado laboral acoge a cada vez más septuagenarios que demuestran un valor profesional sostenible.

  • Cada vez resulta más común desempeñar alguna actividad laboral que no tenga que ver con nuestra formación o experiencia previa. No hay edad para intentarlo de nuevo. Lo determinante es convencer a los reclutadores de que podemos usar las competencias que hemos adquirido en otras áreas en las que aún no habíamos entrado. Es posible que haya ciertas áreas que quizá no hayamos desarrollado aún y en las que somos buenos si nos formamos y nos adaptamos. Tampoco hay edad para esto, porque nuestro mayor activo es la adaptabilidad, la capacidad de aprender y de reaccionar a los cambios de un mercado laboral en el que tendremos que trabajar más años.

  • Nuestro escenario profesional será muy diferente y estará marcado por un nuevo tipo de relación entre empleadores y empleados. Las nuevas oportunidades que ofrecen otros modelos de trabajo nunca vistos son especialmente aptas para sexagenarios y septuagenarios que se convierten en la solución a una generación de reemplazo que presenta un déficit de formación y cualificación profesional, y que no se ajusta a lo que exigen las empresas y los reclutadores. Los sénior ya no deben esperar sólo 'trabajos para mayores', mal pagados y que no requieren demasiada formación. Cada vez más, se tiende a exigir y a valorar la experiencia.


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