martes, abril 30, 2019

El futuro, una amenaza y una oportunidad


La irrupción de la automatización y de nuevas tecnologías aplicadas a la producción de bienes y servicios provoca preocupación respecto de la desaparición de numerosas actividades, con un fuerte impacto en términos de pérdida de empleos particularmente (pero no exclusivamente) en tareas repetitivas o rutinarias.

Frente a esta amenaza, las soluciones que se proponen son dos: 1) Reentrenar a los trabajadores que se verían potencialmente afectados en el uso de las nuevas tecnologías (actuando sobre stock de actuales ocupados); y 2) Adecuar los contenidos de los programas de formación y educación para preparar a los alumnos para una organización productiva diferente a la que conocieron sus abuelos (actuando sobre el flujo de quienes se deberán incorporar a la fuerza de trabajo).

Por cierto, la preocupación de quienes alertan sobre el riesgo de la destrucción de empleo es justificada, y las soluciones mencionadas en el párrafo anterior merecen ser implementadas. Pero a la vez, hay dos buenas noticias que usualmente no se llevan a la mesa del debate.

En primer lugar, el mundo marcha hacia un exceso de ahorro. El aumento de la expectativa de vida obliga a la gente a trabajar más y/o a demorar la edad a la que se jubila. Los sistemas previsionales tienen una situación financiera delicada en todo el mundo y ello plantea un dilema: o los Estados aumentan su ahorro para solventarlos, o los particulares deberán ahorrar por su cuenta y crear un fondo que les permita complementar jubilaciones estatales muy bajas. Por una u otra vía, el escenario más probable es el de aumento del ahorro. En consecuencia, si hay exceso de ahorro, la tasa de interés en el mundo se mantendrá baja y habrá más recursos disponibles para la inversión.

La segunda buena noticia es que, en general, las nuevas tecnologías requieren menos capital por trabajador; son más "cerebro" y "habilidades humanas" intensivas (por ej.: creatividad) que "fierro intensivas". Por lo tanto, con más recursos de capital disponibles (por el exceso de ahorro) y menos requerimientos de capital por persona ocupada que en el pasado, sería posible una explosión de oportunidades de trabajo, contradiciendo la hipótesis pesimista.

Enfoque positivo

Este enfoque optimista tiene dos notas cautelares. La primera y más obvia es la del "miss match" de competencias y habilidades con las que están dotadas los trabajadores y las que requieren los puestos que se creen en el futuro, en actividades que quizás aún no conocemos. La segunda es que, para que estas nuevas tecnologías (poco intensivas en capital y muy intensivas en "cerebro") puedan desarrollarse, se requiere que la infraestructura sobre la que están constituidas sea la adecuada.

Solo como ejemplo: para que las computadoras funcionen y los celulares puedan ser cargados se requiere una red de generación y distribución de electricidad moderna y eficiente.

Los países que no la tengan quedarán rezagados, por cuanto la utilización de las nuevas tecnologías será limitada. Los sectores de infraestructura que ofrecen los servicios que hacen que esas nuevas tecnologías funciones apropiadamente requieren mucha inversión.

Cada país y cada sociedad deben mirar para adentro para concluir cuán preparado están, en términos de esa infraestructura, para incorporar las nuevas actividades sabiendo que quedar marginados de la revolución tecnológica es quedar condenados al estancamiento. Un ejercicio que Argentina también debería hacer.

Alfredo Gutiérrez Girault, es profesor titular de Política Económica Argentina en UADE

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