viernes, marzo 22, 2019

Confiar demasiado en lo que haces tiene su lado oscuro

¿Se puede estar demasiado seguro de uno mismo? ¿Es deseable tener un compañero con mucha autoconfianza? Parece que depende de cómo la exprese.

Parece lógico pensar que ser una persona con autoconfianza es algo deseable en un trabajador. La seguridad en uno mismo es una cualidad clave para mantener a la autoestima en su sitio. Pero, como todo, la virtud suele estar en el punto medio. Una persona con niveles muy altos de autoconfianza puede llegar a sobreestimar sus habilidades, resultar engreído y no ser consciente de sus limitaciones. Por el contrario, alguien inseguro puede resultar poco productivo al tener dificultades para tomar decisiones y no ser asertivo. Lo que la investigación dice sobre este tema hasta la fecha es que la clave no está tanto en cuánta confianza tienes en lo que haces, sino en cómo la expresas.

La forma más clara es verbalmente: solemos hacer expresiones numéricas específicas sobre nuestras opiniones utilizando la probabilidad. Estoy 100% segura. Pero hay otra forma de mostrar confianza en lo que estamos haciendo o en la idea que estamos defendiendo, y es mucho más sibilina. Tiene que ver con el lenguaje no verbal, con cambios posturales y en el tono de voz. Por ejemplo, las personas que se sienten seguras tienden a ser dominantes: hablan con audacia y en voz alta, a un ritmo rápido y comienzan la conversación con su propia opinión. También pueden asentir con la cabeza para dar énfasis y generalmente ocupan más espacio en la sala. Cuando tu interlocutor se comporta de esta forma te está mandando un mensaje subliminal de confianza y seguridad.

Ambos canales de comunicación pueden ser extremadamente efectivos para convencer a quien se tiene delante. Sin embargo, estar seguro de lo que dices no significa que estés en lo cierto. ¿Qué efecto produce en el resto de trabajadores que alguien se equivoque cuando se muestra seguro? Algunas investigaciones han llegado a la conclusión de que quienes actúan con confianza en su desempeño y resultan ser peores en la tarea de lo que habían afirmado no tuvieron repercusiones negativas. Pero la cosa cambia cuando en lugar de mostrarte seguro (utilizando lenguaje no verbal), dices abiertamente estar seguro de que lo vas a hacer bien. En ese caso, su reputación se vio gravemente dañada: podrían haber salvado su credibilidad siendo más modestos.

Una nueva investigación publicada en Journal of personality and social psychology quiere demostrar si la forma en la que se expresa la confianza determina las reacciones de sus compañeros. Según los resultados que muestra, estar seguro de uno mismo al realizar una tarea siempre es una condición beneficiosa inicialmente, pero si el desempeño del candidato no está a la altura de las expectativas, entonces el canal de comunicación (verbal o no verbal) se convierte en un factor decisivo para percibir a esa persona de forma positiva o negativa.

¿Por qué podría el canal de comunicación desempeñar un papel tan importante? Una característica del lenguaje corporal es que es más difícil de falsificar que las expresiones verbales. Por eso, a los interlocutores les resulta más difícil responsabilizar a las personas por sobreestimar sus habilidades o conocimientos cuando expresan esa confianza con lenguaje no verbal. Cuando dicen en voz alta que controlan la situación y luego resultan estar equivocados es más fácil llegar a la conclusión de que han intentado fingir conscientemente o manipular.

  • ¿Por qué necesitamos demostrar confianza?

Una de las explicaciones es el temor a la humillación y a que las capacidades de la persona equivocada se vean cuestionadas. En esta situación, entra en juego la disonancia cognitiva, es decir, el mecanismo mental que utilizamos para protegernos cuando lo que pensamos y lo que hacemos es contradictorio. Nos creemos personas racionales e inteligentes, y cuando encontramos una información que contradice esta idea la rechazamos. Admitir que estamos equivocados es doloroso para la percepción que tenemos de nosotros mismos. Cuando nos disculpamos por haber cometido un error, tenemos que aceptar esa disonancia, aunque no sea placentero. 


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