martes, julio 10, 2018

Tres aspectos a tener en cuenta para innovar con éxito

La innovación se ha convertido en un concepto central al hablar de gestión empresarial. Pese a ser algo de lo que las empresas y sus líderes hablan constantemente, todavía es difícil encontrar empresas que hagan de la innovación uno de los pilares clave de su competitividad y crecimiento.


La excelencia empresarial requiere innovar. Sin embargo, para innovar es necesario replantearse probablemente qué es la innovación, como se debe gestionar o cómo convertirla en resultados concretos. Tal vez descubramos entonces que nuestro modo de pensar en la innovación se había quedado corto y, como consecuencia, sus resultados también.

Los innovadores empresariales de éxito, son aquellas empresas capaces de implementar aspectos de una innovación amplia, continua y sistemática.

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Innovación significa cosas muy distintas para diferentes personas, pero siempre implica la transformación de nuevas ideas en fuentes renovadas de valor. Va mucho más allá de nuevos productos o tecnologías, lo cual es una idea errónea bastante frecuente.

Hubo un tiempo en que la innovación equivalía a liderazgo tecnológico. Actualmente, el término sugiere una búsqueda esencial del éxito por parte de cualquier empresa, no necesariamente tecnológica.

Si las empresas consideran la innovación de forma limitada, no verán determinadas oportunidades y quedarán en situación de vulnerabilidad ante los competidores con perspectivas más amplias.

Existen distintas clasificaciones que intentan dar respuesta a esta pregunta, y que dejan claro que la innovación empresarial adopta numerosas formas. Por ejemplo, “10 Types of Innovation” es una de las múltiples agrupaciones existentes. Presenta una lista de tipos de Innovación a tener en cuenta por las organizaciones que se categorizó mediante técnicas de reconocimiento de patrones y otras técnicas analíticas. Dicha lista se agrupa en 3 grandes categorías: Elementos de Configuración, Oferta y propuesta de valor, Experiencia de cliente.

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Cada cierto tiempo, las compañías se las arreglarán para encajar todas las piezas necesarias del puzzle e innovar con éxito. En el pasado, un éxito aislado de este tipo, sobre todo en lo que respecta a las pequeñas compañías, bastaba para mantener una posición competitiva. En la actualidad la situación ha cambiado. Las compañías deben aplicar una serie de iniciativas para proporcionar un flujo continuo de innovaciones, necesario para convertirse en un innovador habitual, para sostener el negocio a corto, medio y largo plazo.

Por lo tanto, uno de los retos fundamentales al que deben enfrentarse los líderes que deseen crear las circunstancias para que la innovación sea mucho más que una palabra abstracta, es el de liberar tiempo en las agendas de sus colaboradores y generar espacio para la innovación. Es evidente que sin tiempo para innovar nunca se lograrán resultados de manera continuada. De ahí la necesidad de crear una cultura en la que los miembros de la empresa dispongan de tiempo para imaginar, experimentar y desarrollar sus propias ideas.

Sistemática

Las empresas que son capaces de generar un flujo constante de productos (o servicios) novedosos, han desarrollado sistemas internos de gestión de la innovación. Es decir, su capacidad innovadora no depende únicamente del azar, la inspiración y los esfuerzos heroicos de sus empleados, sino que también de un enfoque sistemático.

Sin embargo, las empresas deben ser conscientes de que internalizar la innovación no es algo que pueda hacerse de la noche a la mañana, se trata de un proceso evolutivo.  La construcción de una empresa innovadora arranca con una primera fase de sensibilización, que persigue una predisposición favorable a la innovación dentro de la organización, sobre todo entre la dirección. Sigue una fase de credibilidad con el objetivo de lograr los primeros resultados y mostrar que las personas de la empresa pueden obtener éxitos crecientes de creatividad e innovación. A continuación, la fase de sistematización traduce propósitos en una cartera integrada de iniciativas estratégicas de innovación en diversos ámbitos.

Para gestionar la innovación de una manera sistematizada, hay que tener en cuenta varios elementos. En primer lugar, es fundamental formular una estrategia de innovación. La finalidad de la estrategia de innovación, es establecer una serie de elementos que actuarán como brújula al contribuir a marcar el rumbo y aclarar, entre otras cosas, las motivaciones que llevan a la empresa a apostar por la innovación, definir internamente el concepto de innovación, formular los objetivos que se esperan obtener, acotar las áreas en las que la empresa desea innovar y determinar los recursos que se está dispuesto a invertir.

Para implementar esa estrategia de innovación, se precisan de tres elementos que forman la columna vertebral de cualquier sistema que pretenda impulsar la innovación en la empresa. Se trata de las personas que van a involucrarse en actividades relacionadas con la innovación, los procesos que van desde la identificación de retos hasta el lanzamiento de soluciones, y los principios y sistemas que contribuyen a crear un entorno que fomenta y premia la innovación.

Por lo tanto, si una empresa pretende innovar de manera exitosa, debe abordar la innovación de manera amplia, continua y sistemática. Además, al hacerlo deberá buscar un equilibrio entre la gestión del día a día, y el desarrollo de la innovación. Por todo ello, es indispensable que la alta dirección se involucre. Innovar no es una tarea sencilla, pero el coste de no hacerlo, o de hacerlo mal, puede llegar a ser muy elevado.

Post publicado en el blog de Meta4 el 14 de junio de 2018

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