miércoles, enero 24, 2018

Humildad, una capacidad básica en la era de las máquinas inteligentes



En las últimas décadas, el trabajo se ha automatizado cada vez más. Los avances en la inteligencia artificial, el Internet de las cosas, la realidad virtual, la robótica, la nanotecnología, el aprendizaje profundo, el mapa del cerebro humano y la ingeniería biomédica, genética y cibernética seguirán revolucionando nuestra manera de vivir y trabajar.

Muy pronto, la tecnología será capaz de aprender, además de enseñarse y programarse a sí misma. La automatización que viene, más generalizada e integral, no solo afectará a quienes realizan tareas rutinarias en las fábricas. La era de las máquinas inteligentes afectará a muchos profesionales y podría tener un efecto tan disruptivo y transformador como en su día tuvo la Revolución industrial.

Por ello, debemos prepararnos. Necesitamos una nueva manera de pensar y comportarnos --un nuevo relato-- para la era de las máquinas inteligentes. La historia de mi libro Humility Is the New Smart: Rethinking Human Excellence in the Smart Machine Age tiene dos héroes: un modelo mental, que he bautizado como "nueva inteligencia", y su compañera, la humildad.

También hay cuatro actores secundarios, por así decirlo, que se corresponden con los comportamientos fundamentales que nos ayudarán a superar nuestras limitaciones: acallar el ego, gestionar el yo (nuestros pensamientos y emociones), interiorizar la escucha reflexiva y tener en cuenta a los demás, conectando e identificándonos emocionalmente con ellos. Estos son los comportamientos de la nueva inteligencia.

A la mayoría no nos salen de forma natural, así que tendremos que hacer algunos cambios profundos. Mi investigación sobre la ciencia del pensamiento crítico, el pensamiento innovador, la creatividad y la inteligencia emocional y social, así como mi trabajo de campo en organizaciones de aprendizaje de alto rendimiento me han enseñado que el mejor punto de partida son nuestras propias creencias o modelos mentales. Es decir, cambiar nuestra manera de pensar para apoyar los comportamientos que buscamos.

Solo cambiando nuestra idea de lo que significa ser inteligente en la era de las máquinas inteligentes podremos modificar los comportamientos que nos impiden alcanzar la excelencia en esta nueva época.

Una redefinición de la inteligencia

A la mayoría nos han enseñado qué es ser inteligente y qué hace falta para tener éxito a partir del pensamiento de la era de la Revolución industrial. Pero esto no incluye los recientes avances de la ciencia en el campo del pensamiento y las relaciones sociales.

Estamos en una nueva era en la que a menudo la tecnología será más inteligente que nosotros y determinará si trabajamos, cómo y en qué. Si nos aferramos a una mentalidad anticuada, anularemos nuestra capacidad para aprender y adaptarnos en un entorno de rápidos avances tecnológicos, una economía global dinámica y un aumento de la competencia por los puestos de trabajo disponibles.

Nuestros modelos mentales influyen en nuestra percepción del mundo y, en algunos casos, pueden distorsionar o representar la realidad de manera inadecuada. También pueden diferir enormemente de los de otras personas y su visión de la realidad.

Según Jack Mezirow, experto en el aprendizaje de adultos, tendemos a rechazar las ideas que no encajan con nuestros preconceptos, pero podemos transformar nuestros marcos de referencia (modelos mentales) mediante una reflexión crítica de los supuestos en que se basan nuestras interpretaciones, creencias, hábitos mentales y puntos de vista.

Para cambiar nuestro modelo mental de cara a la era de las máquinas inteligentes, primero hemos de aceptar una definición de lo que significa ser inteligente "o nueva inteligencia" basada en la calidad. En mi caso, lo defino como "alcanzar el máximo nivel de pensamiento, aprendizaje e implicación emocional con los demás del que uno es capaz". 

La nueva inteligencia no es un indicador de qué o cuánto sabes, sino de:

  • La calidad de tu pensamiento y de tu capacidad para escuchar, colaborar y aprender.
  • La capacidad de admitir que no sabes algo y de separar tus creencias (no tus valores) de tu ego.
  • La continua disposición a poner a prueba tus creencias sobre cómo funciona el mundo.
  • La disposición a probar nuevas ideas y formas de lograr tus objetivos, además de aprender de esos experimentos.

La puerta de entrada a la excelencia humana

Cuando piensas en la humildad, ¿qué es lo primero que te viene a la mente? ¿Teresa de Calcuta, atendiendo a los pobres y enfermos? ¿Jesús, lavándoles los pies a sus discípulos? ¿El Dalai Lama, meditando? Es bastante habitual. La humildad, como concepto, tiene un matiz religioso evidente. Cuando hablamos de humildad, la mayoría pensamos en personas muy espirituales o devotas que, de manera altruista, han dedicado toda su vida a los demás. No nos vienen a la cabeza, desde luego, gestores de fondos especulativos ni directivos de multinacionales.

La humildad apenas se asocia con el triunfo profesional en las sociedades occidentales, sobre todo en Estados Unidos. La razón es que los sinónimos de humildad en el lenguaje occidental suelen ser modestia, docilidad y sumisión, atributos que serían la antítesis del éxito.

Con todo, mi definición de humildad y mi creencia en su fuerza como actitud no proceden de esas acepciones, sino de haberla estudiado como una virtud filosófica e intelectual y un constructo psicológico. La defino como una actitud abierta, basada en el rigor con uno mismo y no egocéntrica, que te permite aceptar el mundo tal y como es en busca de la excelencia humana.

Eso no significa minusvalorarte, sino pensar menos en ti mismo: tu aspecto, lo que piensan o dicen los demás acerca de ti, la impresión que das, cómo te juzgan. La Foundation for Critical Thinking ve este tipo de actitud como una fortaleza intelectual y una de las piedras angulares del pensamiento crítico. Según aclara, la humildad intelectual no implica debilidad de carácter o sumisión, sino la ausencia de pretenciosidad intelectual, jactancia o arrogancia, combinada con el conocimiento de los fundamentos lógicos de las propias creencias o de la carencia de los mismos.

En definitiva, lo que hace falta para prosperar en la inminente era de las máquinas inteligentes es la disposición a percibir y procesar el mundo tal y como es y no como creemos o nos gustaría que fuese.

Ese es el núcleo de mi definición de humildad. En esta nueva era, tendremos que admitir la necesidad de dedicar menos tiempo al "gran yo" y equilibrar nuestro espíritu competitivo con el colaborativo, porque el pensamiento crítico, el pensamiento innovador y la implicación emocional son como los deportes de equipo: el "gran nosotros".

Para seguir leyendo este artículo, puedes comprarlo o suscribirte a la revista IESE Insight. Recuerda que si eres miembro de la Alumni Association del IESE tienes acceso a nuestros artículos premium con tus claves habituales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario