Seguro que muchas veces has pensado “cuando alcance mi objetivo o consiga tal cosa, estaré contento” o “no me sentiré bien hasta que logre mi objetivo de ventas o haga tal cosa”. Este tipo de pensamientos son muy comunes,
probablemente formen parte de nuestro razonamiento sobre la felicidad o sobre
cómo sentirnos bien. Por una parte, nos ayudan a centrar nuestra atención en
una meta, a centrar nuestros esfuerzos en un propósito. Sin embargo, cuando localizamos la felicidad en alcanzar un objetivo o ponemos el foco en una condición de
resultado para encontrarnos bien, esta puede esfumarse rápidamente cuando
conseguimos la meta deseada. Esto hace que en muchas ocasiones se entienda
la felicidad como algo posterior al
éxito y sobre todo, hace que trabajemos constantemente angustiados por el logro
de resultados, alejando el bienestar del entorno de trabajo ¿Dónde está el
secreto entonces?
Una de las claves está en entrenarnos en el uso de la
Inteligencia Positiva. Shawn Achor
ha publicado recientemente en la Harvard Business Review un artículo
interesante sobre el tema. Achor nos revela que el pensamiento positivo es
clave para obtener un desempeño excelente y encarar los desafíos de una forma
altamente efectiva. Y no al revés, es decir, no podemos dar lo mejor de nosotros cuando supeditamos nuestro
bienestar mental y emocional a una condición de resultado. Basándose en un
meta-análisis de 225 estudios, encontró evidencias sobre lo que denomina, “la
ventaja de la felicidad” para el trabajo, demostrando que los resultados son
mucho mejores cuando la visión del profesional es positiva y se siente auto
realizado en su puesto de trabajo. En su estudio, también encontró evidencias
claras de causalidad entre la satisfacción en la vida y el éxito en los
resultados de negocio.
Una de las mayores
barreras que encontramos a la hora de entrenar nuestra inteligencia positiva,
es el pensamiento rutinario o rumiante. Este pensamiento tiene que ver con
mensajes repetitivos, que no llevan a ningún resultado, a ninguna
solución, sino que dan vueltas sobre sí
mismos. Pensamientos boicoteantes, a los que no prestamos atención directa,
pero que van haciendo mella en nuestra actitud, poco a poco. Y realmente, son
estos pensamientos recurrentes, los que condicionan nuestra vida. Pensamientos,
conductas y reacciones emocionales memorizados (temor, culpabilidad, falta de
autoestima, enfado, prejuicios…) que son muy adictivos y que funcionan como
programas informáticos instalados en nuestro cerebro.
Esto
hace que muchas personas tiendan a pensar más en sus problemas en lugar de
pensar en las posibilidades que tienen. Porque pensar en los problemas es más
sencillo, tiene que ver con lo que ya sabemos, con el pasado, con lo conocido y
requiero poco esfuerzo hacerlo (básicamente porque el cerebro consume menos
energía). Sin embargo, pensar en posibilidades, tiene que ver con el futuro,
con crear, imaginar, planificar y esto requiere más esfuerzo por nuestra parte.
Por eso, entre otras cosas, la queja está tan integrada en nuestro discurso y en
las conversaciones con colegas o compañeros de trabajo. Es mucho más fácil
quejarse y a priori, hasta más divertido porque se está saciando esa adicción
de la que hablábamos. Pero aunque a corto plazo sea agradable hacerlo, a medio
plazo es desastroso para nuestro estado de ánimo, para el ambiente de trabajo
en las organizaciones e incluso para lograr una transformación social. Y las
consecuencias son la parálisis, el bloqueo y la ausencia de acción.
Curiosamente el pensamiento rumiante aparece en el día a
día, ante las dificultades o las incertidumbres, mientras estamos buscando
conseguir nuestros objetivos, que por otra parte, hemos convertido en nuestros
condicionantes para ser felices. Buf!! Realmente estamos siendo poco
inteligentes, o mejor dicho, nuestra inteligencia está siendo negativa.
Llegados a este punto, nos encontramos con un dilema un
tanto contradictorio: por un lado, tendemos a condicionar y posponer nuestra
felicidad en función de nuestros logros y por otro nos paralizamos por la queja
y el pensamiento rumiante que aparece en el día a día mientras nos esforzamos
por lograr lo primero. Realmente, con este planteamiento, es difícil que
podamos dar lo mejor de nosotros y liberar todo nuestro talento.
La mayor parte del tiempo nuestro cerebro no piensa. Lo que
hace es almacenar y buscar pensamientos como patrones de experiencia. Estos
patrones piensan por nosotros. Cuando nuestro cerebro reconoce una parte de un
patrón, pone en acción todo el patrón almacenado como modelo. ¿Cómo aprendemos a modelar patrones nuevos?
Noam Chomsky, investigó el modo en que los bebés adquieren el lenguaje, algo
nuevo para ellos, y descubrió que la herramienta más efectiva que utilizaban
era la repetición. Aprendemos por repetición, repetición, repetición. Es decir,
ejercitándonos. Aunque la palabra repetición no es del todo adecuada, es más
correcto decir que aprendemos generando hábitos. El poder de la repetición es
la vía más sólida para aprender nuevos patrones. Si construimos modelos nuevos
por repetición, podemos cambiarlos también por repetición.
La ciencia nos demuestra que podemos prepararnos y
entrenarnos para mejorar nuestra inteligencia positiva a través de los hábitos
de acción y de pensamiento que cultivamos.
La manera en la que actuamos con nuestros compañeros, el estilo
explicativo que tenemos sobre los acontecimientos, la forma en la que
afrontamos el estrés… Todos estos factores pueden ser entrenados para
incrementar la felicidad y el bienestar en nuestro día a día. Esta es
precisamente otra de las claves, encontrar la satisfacción en el día a día.
Veamos algunas ideas para repetir cada día, generar nuevos hábitos de
pensamiento y desarrollar nuestra inteligencia positiva.
- Anotar tres cosas que te resulten gratificantes al final de cada día.
- Proporcionar feedback positivo o reconocimiento a otra persona.
- Escribir un mensaje positivo para alguien de tu red social.
- Meditar en el despacho dos minutos.
- Responder positivamente a una crítica.
- Planificar tus objetivos.
- Buscar una frase positiva para ti, que te anime a la acción y repetirla con frecuencia.
- Tomarse dos minutos para describir en un diario la experiencia más significativa de las últimas 24h.
Valiosos tips para poner en práctica. Muchas gracias por el aporte positivo.
ResponderEliminarGracias Cindy por tus palabras.
ResponderEliminarCordialmente, Rodolfo.