jueves, julio 20, 2017

Sin riesgo, no hay paraíso (innovación)

El pasado sábado tras una estupenda comida con un grupo de ex-compañeros de trabajo y, sin embargo, grandes amigos, decidimos a los postres ponernos, sin haber recurrido aún a la ayuda de las bebidas espirituosas más allá de un poco de vino, a resolver el mundo empresarial.

¿Por qué no se toman las decisiones que objetivamente parecen más adecuadas? ¿Por qué la mayoría de las empresas siguen utilizando procedimientos (y tecnología) cuya obsolescencia salta a la vista? ¿Por qué se perpetúan en el mismo puesto personas con mucho potencial? ¿Por qué lo raro es innovar?

Pues bien, llegamos a una conclusión que da respuesta a estas y otras muchas preguntas. Podría expresarla de muchos modos, pero creo que para ser fiel al debate que tuvimos, y para aportar claridad desde el principio, la trascribiré del modo coloquial en que lo reflejamos allí: A la hora de tomar las decisiones más importantes se antepone a los posibles beneficios para todos, la necesidad que tiene el que la toma de poner a salvo su propio culo.


Digámoslo de otra manera más formal, nadie teme consecuencias negativas cuando toma una decisión conservadora. Pero la innovación puede tener riesgo, sobre todo para el que decide apostar por ella.

Como si fueras un explorador en la selva, caminar por veredas previamente transitadas y acondicionadas está prácticamente exento de peligro, buscar nuevas rutas más óptimas o que te lleven a nuevas metas puede hacer que te acaben arrojando por el borde de un desfiladero como si fueras un porteador de una película de Tarzán.

Lo cierto es que, como sucede la mayoría de las veces en la vida, nuestros temores son mucho más imaginarios que reales, tienen que ver con esa falsa sensación de seguridad que se tiene cuando se marcha siguiendo al rebaño.  En este caso tiene que ver con la sensación de impunidad que concede actuar en modo aborregado.

Cuando la opción fácil no sólo está bien vista, sino que en ocasiones incluso se premia… ¿Por qué querría la gente arriesgarse?

Para dejar huella hay que meterse en los charcos, pero eso se contradice con algunas prácticas empresariales que premian la limpieza de tus zapatos.  Que levante la mano quién no haya visto en alguna ocasión como se ha optado por una opción más cara no por tener la seguridad de que puede ser la que mejor se adapte a nuestras necesidades sino simplemente por tener bien cubiertas las espaldas.

Si, sin hacer un análisis de la situación y simplemente por no complicarte la vida, optas por la opción más cara, tirando de un proveedor reconocido, y el resultado es malo, la culpa será obviamente de ese proveedor porque invirtiendo tanto dinero no debería haber fallado.  Sin embargo, si se apuesta por una opción menos conocida y más barata, aunque en tu decisión hayan primado tras un largo análisis, el ahorro para la empresa y la innovación, la culpa de un posible fracaso será tuya… por salirte del camino marcado.

La gran paradoja empresarial es que cuanto más dinero tiene la empresa menos se arriesga porque muchas decisiones se toman bajo este principio del mínimo esfuerzo para poner el culo a salvo.

Se innova más por necesidad que por principios. Cuando escasean los recursos se agudiza el ingenio y se exprime cada gota de los presupuestos.

Esto explica por qué grandes mastodontes empresariales permanecen anclados en el jurásico en lo referente, por ejemplo, a transformación digital.

Pero, aunque a corto plazo, para la persona que decide, la solución más conservadora es la más segura; a largo plazo puede tener consecuencias. Todos tenemos en la cabeza nombres de empresas que se han ido a la quiebra por no encontrar el momento adecuado para apostar por el cambio.

Está muy bien que la innovación sea una de las competencias más demandadas en las empresas y que forme parte de sus pilares de cultura corporativa, pero está mejor aún fomentarla y premiarla.

Resulta imprescindible cierta permisividad con la equivocación cuando es el espíritu innovador y no la negligencia lo que nos ha llevado a ella, pero más necesario es aún que se empiece a premiar a aquellos que se atreven a explorar nuevas rutas y consiguen buenos resultados. Por supuesto, reconociéndolos por encima de los que han ido por el camino trazado.

O mandamos un mensaje claro a nuestra organización sobre la necesidad de innovar o acabaremos, cuando menos los esperemos, rezagados respecto al mercado.

Etiquetas de moda como VUCA o transformación digital son sinónimos del modelo de cambio constante en el que ha entrado nuestra sociedad. Un modelo que tiene todas las papeletas para extenderse en el tiempo. Así que, volviendo al símil de las películas de Tarzán de Johnny Weissmuller (millennials, buscad en la Wikipedia),  mejor caminar por el borde de un desfiladero con buenas vistas, que adentrarnos en el interior de un selva por un camino trazado donde podemos acabar hundidos en arenas movedizas.

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